¡Clack, crack, creak!
Aquellos sonidos resonaban en la villa, mezclándose con el usual sonido de los pasos sobre la amarillenta arena y las sutiles llamadas que las mareas daban. Corría, pisando sobre los peldaños de madera que llevaban a las partes más altas de la Villa, con la caña de pescar sobre mi espalda y bufidos saliendo por mi boca.
¿Cómo pude quedarme dormido así como así? ¡Ya era mediodía, y tenía que estar allí antes, no después! Nunca me había sentido tan cansado... Y tan, pero tan dolido. Era extraño. No era usual aquel sentimiento de algo pesado sobre mí, que se mezclaba junto a una extraña alegría de ver las usuales cabañas de madera y paja que llenaban la bahía, iluminada en la poca luz que el sol echaba sobre nosotros.
Algunas veces sentía mis sandalias resbalarse de mis pies por el sudor y el cansancio que sentía. No era alguien que se tomaba las cosas con demasiada prisa; siempre las hacía con calma (aunque era lento en hacerlas), pero ahora necesitaba llegar lo más rápido posible a mi casa.
Giré y crucé varios senderos repetidas veces. Todo me parecía nuevo pero familiar; todo se sentía extraño y confuso, y, a la vez, nostálgico. Fue por eso que tomé demasiados giros y equivocaciones antes de poder encontrar el sendero correcto.
La gente caminaba de manera sosegada por las calles, charlando, saludándose entre ellos y enseñando lo que sus nuevas cacerías les habían brindado. Yo les saludé, recordando qué nombre decir casi de manera automática... Al fin y al cabo, había vivido en esta villa por varios años; era mi hogar, el lugar donde todas mis memorias fueron forjadas gracias a la gente y la mar que nos rodeaba.
Sin embargo, no pude distinguir entre ninguna de sus caras un rasgo distintivo. Parecían arena; arena que se caía, se desprendía y se mezclaba en una extraña imagen de pesadilla que no se podía reconocer. ¿Estaba teniendo un golpe de calor? ¿O era por culpa de que la luz me golpeaba en la cara?
Intenté mantener una sonrisa ligera sobre mi rostro mientras el montón de personas con caras de arena aparecían y desaparecían de mi vista en pequeños montículos de arena y sal...
{...}
Una brisa marina resoplaba por el horizonte, donde la eternidad se volvía algo posible. Siempre pensaba que no había cosa más infinita que la mar que se extendía de manera eterna. Al contrario que la tierra, la mar era infinita; no había fin ni comienzo.
Me encantaba pensar, como "niño soñador" (apodo dado por mi padre), que podría explorar su infinidad por toda mi vida y siempre encontraría nuevas cosas con las que emocionarme. Mi padre simplemente me decía que era un sueño, y que las profundidades del agua salada eran más peligrosas de lo que la preciosa superficie pintada en colores corales y azules me mostraba. Todo era más peligroso en las profundidades, no porque sabían que existía una bestia allí en el suelo del mar, o porque ellos conocían de la existencia de algún peligro ahí abajo, sino que era esa misma incertidumbre lo que era el peligro. La incertidumbre y el desconocimiento era peor que cualquier bestia conocida.
Pero, ese desconocimiento, que para algunos era la cosa más tenebrosa, para mí era un motivo más para explorar; para conocer y desvelar.
El golpe que me di con la puerta solo me dejó en claro que estaba divagando demasiado. Tenía que dejar de pensar tanto y enfocarme en lo que tenía delante.
Toqué la puerta, llamando a mi padre de que estaba ya allí. Solo espera que no me castigara y que se le hubiera olvidado sobre el hecho de que ya era más allá del mediodía.
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Pokémon Mundo Misterioso: Tempus Fugit
FanfictionEn una tierra dividida entre cuatro reinados, una paz reina tras los silenciosos páramos después de la Gran Guerra que acabó destruyendo la mayor parte de la tierra. Sin embargo, aún con la guerra terminada, se respira una creciente tensión con cada...