Capítulo 10 - Las Alas y las Mareas.

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Las mareas lentamente se transformaron en suelos, el barco se convirtió en un callejón y el eterno cielo en paredes descuidadas.

Tajo parpadeó unas cuantas veces hasta volver a adaptarse a sus alrededores. Confuso, miró en busca del mar, pero no había ni rastro de él ni de las planchas de madera que conformaban el barco. El orbe luminoso que antes le habló y dio esa visión había desaparecido sin dejar ningún rastro.

Sin embargo, él se sentía más ligero; feliz. Había logrado un primer paso: conseguir de vuelta parte de sus memorias, y la cortina de neblina que encerraba su mente había desaparecido parcialmente. Aunque toda esa visión le planteaba varias dudas que todavía no podía responder, su determinación a darles respuesta había crecido.

—¡Tajo, ahí estás!

El mudkip se giró rápidamente hacia la voz, dándose cuenta de que era Alkrad, quien parecía bastante exhausto.

—Uf... Huff... Perdona por tardar, pero... ¿Por qué estás aquí? —preguntó, un poco confundido—. Este lugar está abandonado... Parece el sitio en el que se cometería un crimen.

—Oh, l-lo siento... —agachó su cabeza en señal de disculpas—. Me fui aquí por curiosidad... No lo sé, sinceramente... Perdona por haberme ido tan lejos.

—No te tienes que disculpar conmigo, no creo que yo sea el más indicado para culparte —dijo, dejando escapar una pequeña risa mientras observaba el lugar—. Vaya, mira esto —apuntó a uno de los montones de tablones y objetos que habían sido abandonados en aquel lugar. La mayoría de los objetos que se encontraban apilados tenían un aspecto artesanal, aunque varios de ellos tenían ciertos desperfectos en sus formas. Alkrad agarró entre todos ellos una espada de madera—. Tiene una pinta muy rústica. Supongo que estos son todos los objetos no vendidos de alguno de los negocios de alrededor.

—O algunos por lo que veo... —sugirió Tajo—. La cantidad de ellos es abismal.

—Hum... No soy un señor de negocios, pero no sé qué tan rentable sería todo esto. Tal vez las tiendas de aquí afuera no tienen tanta fama como en el interior de la ciudad.

—¿Tal vez son desperfectos de las tiendas del interior? No he visto ninguna tienda en el pueblo que vendiera... —apuntó a una extraña amalgama entre silla, mesa y taburete; tres en uno— ... Lo que sea eso.

—Bueno, no-

—No estarías equivocado, joven.

Aquella áspera voz retumbó por la madera y la tierra de aquel callejón, haciendo al pequeño mudkip de dar un brinco del miedo y esconderse detrás de Alkrad. Los dos se giraron a mirar a la enorme figura que los observaba desde donde la luz no llegaba: una criatura corpulenta, de escamas espinosas y una mirada fulminante. Su cuerpo entero parecía haber sido bañado en llamas, puesto que sus escamas tenían una coloración parecida; todas excepto las de su cabeza, las cuales se habían oscurecido en un profundo gris como el humo.

Observó a los dos jóvenes, tardando un par de segundos en proseguir hablando en un tono serio y poco amigable:

—La mayor parte de tiendas tiran todo lo que no les sirve. Ya sea madera de poca calidad u objetos que no son lo suficientemente buenos, y ya de paso a los que les dieron esas porquerías. Todo cae en estos montones, repartidos por los callejones de todo el pueblo, dejados para el olvido por todos al igual que los pueblerinos por los de la ciudad.

—No me vengas a darme otro discurso de los tuyos, Nido —Alkrad bufó, estirando su cuerpo y dejando escapar un bostezo—. Son unos objetos mal hechos. ¿En serio me vas a dar la chapa por algo tan estúpido? ¡Ja! No sabía yo que fueses tan sensible.

Pokémon Mundo Misterioso: Tempus FugitDonde viven las historias. Descúbrelo ahora