Paralizado por el miedo y el veneno, Tajo miró a la gran figura que posaba ante su vista, tomando de una pata un mandoble tan grande como su portador, y mirándole con unos ojos desprovistos de cualquier tipo de aflicción o emoción. Solo eran dos cuencas vacías desde las que su alma parecía ser tragada. Sin embargo, en aquel vacío, había un atisbo de familiaridad.
El mar de gritos y sangre seguía consumiendo el pueblo a su alrededor. Los pocos que se quedaban afuera intentaban apagar un par de fuegos que fueron provocados por los salvajes; los destrozados faroles eran sus mayores enemigos ahora que los atacantes empezaban a huir. Ya no les era beneficioso en absoluto quedarse después de que varios guardias habían tomado la ventaja nuevamente.
—Lo... —la voz baja del typhlosion cortó por fin el silencio del aire, trayendo de vuelta al mudkip a la realidad—. Los salvajes se han marchado. La mayoría, al menos. ¿Eres capaz de levantarte?
Tajo no respondió, en cambio, se levantó tan pronto empezó a notar que volvía a tener coordinación con su extraño cuerpo. La fiebre y las náuseas todavía permanecían, pero era capaz de mantenerse sobre sus patas, o aparentarlo por lo menos.
Tras unos minutos de incomodidad, en donde las palabras se acumulaban en su boca, fue el typhlosion quien rompió con el silencio nuevamente.
—Márchate —dijo con un tono impasible y con una mirada perdida que miraba más allá del mudkip—. Sé feliz sabiendo que tu sangre no fue utilizada para regar estos campos.
Mirando hacia otro lado, dejó escapar un suspiro acompañado de pequeños murmullos. Sus pisadas ensangrentadas formaron un camino tras de sí, desapareciendo de los ojos de Tajo y desvaneciéndose por el jardín destruido.
Pese a las náuseas que le recorrían por todo su ser, Tajo se levantó del suelo y anduvo, lenta y dolorosamente, entre las calles en busca de algún lugar en el que pudiera tratarse. Todos los caminos, sin embargo, parecían traerle al mismo lugar. No lo podía comprender en su vista difuminaba, casi apagada por las dificultades que él tenía para simplemente respirar.
Sus pasos inconscientemente le llevaron de vuelta al jardín central. Los blanquecinos pétalos de las flores se mancharon en un vívido rojo, tornando la escena más viva, y a la vez, más muerta. Cadáveres apilados parecían no ser más que otra decoración para los guardias, quienes miraban cómo los salvajes restantes se marchaban despavoridos y dañados.
—Solo manden a alguien para limpiar todo esto —escuchó a uno hablar—. Me dan arcadas con solo mirar. Sí que estaban hambrientos esos desgraciados.
—¿Crees que volverán...? —un cincinno preguntó, tomando su lanza en un agarre nervioso y frágil.
—Pues claro que volverán —respondió otra figura, escondida dentro de su propia armadura—, después de que hayan tomado un bocado de este pueblo, lo volverán a buscar. Podrán quizás esconderse de nuevo con las flores hija, pero solo será cuestión de tiempo antes de que vuelvan a atacar. Esto iba a pasar tarde o temprano. Nadie hacía vigilancia ni se preocupaba por el estado de las flores. "Siempre estarán ahí, desde siempre estuvieron allí"... No te vayas a culpar por esto. La culpa recae en los pueblerinos que vivieron pensando que, porque no ha pasado nada en todos estos años, nunca pasará algo que les sacará de su comodidad. Oye, míralo como una nueva oportunidad, vas a poder volver a tu casa, ver a tu familia y conocer a aquel pequeñajo que dijiste que acababa de nacer, ¿Cuál era su nombre?
—Roy... Justo como su abuelo...
—Entonces, alégrate. No tendrás que estar aquí nunca más, y podrás volver a ver a tu familia. De igual manera, este lugar estaba condenado desde el principio. Vivir a las afueras de las murallas no es solo una completa estupidez, sino también condenarte a una muerte segura.
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Pokémon Mundo Misterioso: Tempus Fugit
FanfictionEn una tierra dividida entre cuatro reinados, una paz reina tras los silenciosos páramos después de la Gran Guerra que acabó destruyendo la mayor parte de la tierra. Sin embargo, aún con la guerra terminada, se respira una creciente tensión con cada...