Memorias

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— Peter —¿Por qué no le ofreces este? — María señaló el primer y único plato ya servido. — Este está demás.

— ¡No! — protestó su yerno — Ese no. — Poco le importó la reprobatoria en su anciano rostro. — Puedes tomar otro plato de la alacena. — dudó. — No. Tengo una mejor idea; lo haré yo. — se levantó del sofá mientras Peter tomaba su lugar para atender a Arno. Le acomodó la cabeza sobre las piernas y acarició su cabello.

— Tranquilo, estarás bien. — luego se inclinó para susurrarle. — Ese es el que Pops reserva para mi padre. Hoy es el aniversario de su boda y eso lo convierte en un ritual todavía más especial para él.

— ¿Tu padre no está...?

— Si. Creo que eso a él no le importa. — le respondió con tristeza. — Admiro su fidelidad. Pero no quiero verlo solo el resto de su vida. Me gustaría que volviera a enamorarse y que fuera feliz.

Arno quiso incorporarse, pero el dolor de cabeza fue una tortura. Así que decidió quedarse ahí durante 10 minutos más, disfrutando las caricias que Peter le regalaba con dulzura, hasta que el dolor remitió.

— Chicos, vengan aquí. Ya está servido. — Anunció Steve.

— Arno, querido. Con cuidado. — le previno la abuela.

Ambos obedecieron y se acercaron al desayunador. María conversaba con su yerno, por quien Arno se sentía hipnotizado de la misma forma que Peter por él.

— ¿Y entonces? —  el hijo del vengador intentó conversar. — ¿Qué se siente graduarse?

— Es genial. — Respondió distraídamente y pasando por alto los intentos mudos de Peter en busca de recuperar su atención. Toda su concentración estaba puesta en el rubio frente a él, al otro extremo de la barra. Tenía una fuerte sensación de haberlo conocido en algún otro lado. Si, vamos. Qué todo el mundo conocía ese rostro porque ¿Quién no conoce al gran Capitán América? Arno creyó que su fuerte presentimiento no provenía sólo de haberlo visto en revistas o televisión ¿O tal vez sí? Quizá la abuela tenía razón. Necesitaba un buen descanso.

Sentados a la mesa (Peter a su derecha y los dos adultos frente a ellos), durante largos minutos, comieron con el silenció solo interrumpido por el tintineo de los cubiertos.

— Arno, disculpa. No puedo evitar... ¿Nos hemos visto antes? — preguntó Steve después de un rato, cómo quien no se ha podido contener por más tiempo.

— A mí también me lo parece. — respondió sin dudar. Fue una grata sorpresa enterarse que no era solo paranoia por agotamiento. — Quizá por algún podcast.

— ¿Pocas qué?

— No, no. — Arno lo repitió cuidando su pronunciación. — Un podcast. — descartó los vegetales hasta el borde en su plato, pero muy pendiente de la expresión del otro. Su confusión hizo que Arno se planteara una duda absurda. — Sabe lo que es un podcast ¿No?

El silencio que precedió la pregunta se rompió con la risita divertida de María. Peter, por otra parte, le evitó el bochorno a su padre.

— Es una entrevista por internet, pops. — el más joven de los cuatro parecía muy contento de poder participar en la conversación. — Pero tal vez lo hayas visto en alguna de televisión; Arno es hijo de Amanda Strong.

— Amanda... — Repitió Steve y puso sobre la mesa una pequeña libreta de bolsillo. —Dame un momento para buscar en mi lista...

— Pa'...

— ¿En serio lleva una lista?

— En serio lleva una lista. — confirmó María.

— Amanda Strong... Strong... ¡Ah! — Señaló un renglón. — Si. Está justo aquí; Cantante ¿Cierto? su música está en mis pendientes. — El soldado parecía muy satisfecho de sí mismo. — Entonces ¿Ella es tu madre?

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