El Hijo de América

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Recorrió su figura comenzando desde las geniales botas rojas, hacia las piernas, el cinturón que sujetaba los pantalones negros de unas caderas estrechas pero bien formadas. Llegó el pecho atlético envuelto en una camisa de un tono negro no tan agresivo como la parte baja. Llevaba ceñida esta chaqueta de un intenso color rojo con detalles en dorado que no le confería un aspecto ridículo, sino del tipo que suele montarse en su convertible y pisar a fondo el acelerador. Sus cabellos eran cortos, alborotados, como si el viento los hubiera despeinado pero estaba seguro de que si acercaba la nariz se daría cuenta que fueron intencionalmente  acomodados con producto costoso para el cabello. Su piel era de un tono seductor como el timbre de su voz; morena como el macchiato en contraste con sus ojos de un azul tan suave que parecían hechos de diamante. Los labios se le antojaban tersos, apetitosos y el inferior tan lleno y jugoso que Peter tuvo la sensación de que, si lo mordía, su sabor adictivo le llenaría la boca. Este pensamiento le hizo hervir las mejillas y el corazón le palpitó en las orejas. A penas pudo controlar su voz para responder de forma absurda.
— ¿Eh? No-... yo-... ah... no estoy en la lista. — se acomodó para tomar de vuelta el escáner en sus brazos.— Espero que el profesor pueda impedir que le roben. Nos vemos.
— ¿Cómo puedes estar tan seguro? Ven aquí.
— Pero el profesor Pym-...
— No te preocupes por él. Dame tu nombre. — el chico se sentó en una de las sillas rebuscando en las listas de participantes sin mirarlo. Peter dudó un segundo en responder porque tuvo la vergonzosa idea de que tal vez... tal vez este muchacho solo buscaba la forma de saber cómo se llamaba.
«¿Y si..?»
— Pe-Peter... Peter Parker. — respondió por fin con las mejillas encendidas de rojo. Cerró los ojos con fuerza y negó. — ¡No, no, no! Quise decir Peter St-... — Tuvo que desviar la mirada porque ese chico apuesto, con sus preciosos ojos azules de pestañas largas y rizadas, se dió cuenta de lo nervioso que estaba. Luego de un instante, el muchacho asintió y Peter volvió a prestarle atención.
— Si ¿Lo ves? Aquí estás. Pero a mí padre le gusta hacer esa clase de cosas.
— ¿Cómo? ¿Estoy en la lista? Pero el dijo... el dijo... ¡Espera! ¡¿Es tu padre?!
El muchacho se encogió de hombros con una encantadora sonrisa en los labios y Peter sintió que el corazón le daba un vuelco porque nunca creyó que alguien pudiera verse todavía más atractivo.
— No solo estás en la lista tu mesa es... uhmm ¿Cuál es esa que queda frente a la mesa del jurado? No logro distinguir el número en esta letra pequeñita.
— Generalmente es la mesa seis pero no se si este año-...
— ¡Aja! Si, la mesa seis. — exclamó el muchacho haciendo una anotación en la lista de participantes. — ¿Entonces? — continuó — ¿Te ayudo a llevarlo a su lugar?
— No. Yo-Yo puedo...
— Claro, pero entonces ¿Cómo voy a seguir coqueteando contigo desde aquí afuera? Te ayudaré a llevarlo.
¿En serio? ¿Con él?  ¿Peter? que jamás logró captar la atención de nadie. ¡Pues claro! Básicamente el sujeto lo ayudó a colarse y le dió la mejor mesa de la feria.
Esas descaradas palabras terminaron de flecharlo. Después de recuperarse y convencerse de que sus orejas no echaban humo, asintió con una sonrisa.
Una vez adentro, se acercaron a la mesa correspondiente donde abrieron espacio para el artefacto.
— No puedo creer que trajeras esto hasta aquí tú solo. — dijo el ayudante de Pym cuando, jadeante, lo colocaron sobre la mesa. No tuvo idea de que Peter cargó con el 70% del peso (sin sudar) para evitarle el mayor esfuerzo. Aún así, Peter se sintió agradecido.
— ¿Cómo te llamas?
Arno. — respondió presionando distraídamente algunas piezas del escáner con el dedo. — Arno Armstrong.

De repente, Peter se sobresaltó porque ahora todo tenía sentido; el rostro que le parecía familiar y todo él, que parecía una estrella de cine.

— ¿Arno Armstrong? ¿Hijo de la Amanda Strong? — Peter estaba emocionado porque, a pesar de que no sabía mucho sobre él, las canciones de su madre se escuchaban en todos lados y los rumores en el colegio de que su hijo estudiaría allí se extendieron como pólvora durante semanas, pero nadie lo había visto. — Lo siento. Yo-... Es que-...
— Si, si. Lo sé. Mi madre es genial y quieres un autógrafo.
— ¡No! Quiero decir, ¡Si! Ella es genial, pero no es lo que iba dec-... — Peter entornó los ojos reflexionando un instante mientras esos ojos azules lo observaban con atención. — El profesor Pym no es tu padre ¿Cierto?

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