Lo Prometo

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* * *


El recuerdo del mes entero durante su luna de miel permanecía fresco en su memoria aun después de de un año. Y durante todo ese tiempo Tony sentía aflorar un deseo doméstico que jamás hubiera apostado sobre sí mismo: quería una familia. Steve lo era, por supuesto. También estaban Howard y mamá, pero la idea de fundir sus genes con los de Steve para crear vida lucía tan atractiva que casi enfermaba cuando recordaba que dos hombres no podían procrear vida. Agotaba las posibilidades cada que pensaba en ello buscando los métodos más avanzados y modernos para lograrlo. La fecundación in vitro, hasta ahora, parecía verosímil. Sin embargo, no se ajustaba a lo que tenía por meta porque solo había un óvulo que fecundar y tendría que hacerlo uno de ellos; Si era Steve, no tendría información genética de Tony y si era Tony, no lo tendría de Steve. Esta conversación la tenía al menos un millar de veces con Bruce -su compadre de ciencia- quien sorpresivamente se inclinaba por argumentos románticos.
— El material genético no es garantía de un lazo inquebrantable, Tony.— era de sus preferidos y el que provocaba rápidamente que Tony volcara los ojos en blanco.— A puesto que a Steve no le importaría.
— Si, claro. Y eso nos llevaría a un interminable “Fecundalo tu” “No, no, no, de ninguna manera. Debes fecundarlo tu.”  Y yo no lo haré si él no puede hacerlo, nerdo.
— Tony, creo que esta es una decisión que deberían tomar juntos.
— Pienso que no me has estado escuchando. ¿No lo comprendes? Reconozco su expresión cuando ve a un pequeño niño por la calle de la mano de sus padres, no has visto sus ojos iluminarse y luego apagarse. Plantearlo solamente le provocaría tristeza.
— ¿Y qué piensas hacer? — preguntó Bruce comenzando a fastidiarse. — ¿Tomar sus muestras a escondidas? — La expresión de concentración de Tony le dijo que era exactamente eso lo que tenía en mente. — ¿Es en serio? No puedes hacer eso Tony. Es ruin e ilegal y… ¿Cómo demonios lo harías? No podrías tomar la muestra sin que se contamine a menos que contaras con una especie de… — su cerebro pensó a toda velocidad imaginando una disparatada e irreal posibilidad.—… dispositivo resistente, como una especie de membrana que recubriera tu interior para poder mantener la muestr-… ¡¿Qué rayos estoy diciendo?! — se reprendió a sí mismo porque aquello era demasiada información incluso para él, un experto en la materia biológica. Se llevó los dedos al puente de la nariz para masajearlo bajo las gafas y resopló. — De todas formas, no existe un dispositivo como ese.
— Pero conozco a alguien que puede crearlo.— Tony replicó y Bruce abrió los ojos para encontrarse con la mirada determinada de su mejor amigo.

A partir de allí, Bruce puso todo su empeño en negarse. La idea de robar fluidos seminales de un sujeto le parecía bajo y mucho más si ese sujeto era el Capitán América. No. Definitivamente no iba a ser cómplice de un crimen así.
...O eso había creído. Porque un mes después el dispositivo estaba listo para ser colocado en Tony.
Tras este triunfo sobre su nerdo amigo, Tony llevó la intimidad con Steve al siguiente nivel. Básicamente al menos dos rondas nocturnas y otra más por las mañanas a cuenta de su esposo. Esto de alguna forma influía en sus actividades cotidianas; se sentía eufórico cuando lideraba al equipo durante las misiones, dirigía industrias Stark como si se tratara de un pasatiempo y aunque Howard protestaba, las acciones aumentaron en un 12% en el último mes. Al cabo de un año, industrias Stark era la empresa más acaudalada del continente.
Al mismo tiempo, Steve y Tony discutían su preocupación respecto a nuevos sucesos ocurridos alrededor del mundo. Por donde fuese había enemigos peculiarmente diseñados.
Hacía meses lograron remitir la amenaza que suponía AIM con una nueva tecnología que copiaba las habilidades de sus oponentes y las combinaba para crear un ataque mejorado y letal. Todo el equipo formó un papel importante para salir victoriosos. Steve y Tony se cuidaban las espaldas durante cada batalla. Con AIM bajo control, solo restaba patrullar las calles como una rutina. La paz se mantuvo por casi seis meses hasta que diversos ataques aparentemente aleatorios de una especie de robots, los sorprendió; eran capaces de adaptarse al medio ambiente; frío, calor, humedad, elasticidad, rigidez y algunos otros estados que Tony desconocía. Al vencerlos, el material se evaporaba. Así que no podían recolectar una muestra. La semana pasada enfrentaron a uno y que, por fortuna, dejó un fragmento de brazo mecánico. Tony la tomó consigo, lo llevó al taller y decidió estudiarlo en sus ratos libres. La constitución de estos seres era algo que no había logrado imaginar; una mezcla de acero líquido con tejido orgánico, funcionaba por una serie de circuitos que le parecían familiar. Eso expresó a Steve un sábado por la tarde, luego de haber hecho el amor por tercera vez en su taller. Tony llevaba puesta la camisa de su esposo (que le hacía parecer más pequeño), Steve aún estaba recostado sobre el tendido improvisado en el suelo, entre almohadones y sábanas blancas.
— Tengo una teoría, pero pensarás que estoy loco. — casi podía ver la sonrisa de Steve a sus espaldas.
— Anda, dime. — Steve se incorporó apoyado en el codo, con la sortija en el dedo anular pérdida entre los cabellos dorados en su nuca. — ¿Es tan grave?
— No… no. — se encogió de hombros y le restó importancia. — Solo… creo que estoy aturdido. ¿Sabes? Me parece que necesito otra dosis de capitán, para despejar las ideas. — le respondió con coquetería girando para encaminarse hacia él.
Por dentro, sabía perfectamente que su teoría era bastante exacta y que no estaba equivocado. Sin embargo, mucho estaba en riesgo; los experimentos para la creación del ovocito y su fecundación estaban a la vuelta de la esquina. Insistió en crear un ovocito a través de tejido vivo y muestras de todo tipo de criaturas compatibles; ranas y peces capaces de cambiar su sexo o portar la cría en su propio vientre luego de fecundarla, insectos y arácnidos que incuban sin necesidad de un macho, entre otros. Mezclaron todos estos componentes, algunos químicos, elementos, toda clase de radiación y fertilización posible. Luego de varios desastres lograron crear un par; el primero había muerto luego de unos segundos de haber sido construido. El segundo permaneció estable durante 12 horas y, al ser fecundado, había muerto.
Estos progresos se irían por la coladera si abría la boca y confesaba a Steve lo que había descubierto sobre los nuevos enemigos. Porque tendría que invertir todo su esfuerzo y recursos en combatirlo. Lo haría, de cualquier forma. Pero no ahora. Tendría que ser después de cumplir el sueño de engendrar un precioso bebé de los dos.
Mientras estaba en su regazo, con las manos de Steve en sus glúteos, le acarició las mejillas, porque Steve insistía en medio de besos y caricias.
— Vamos, Tony. No tienes que afrontarlo solo.
— Es curioso que lo digas.— repuso desviando sus verdaderas preocupaciones.— Porque estaba pensando… ¿Por qué no nos alejamos de todo esto? ¿Por qué no nos tomamos un tiempo para ser solo tú y yo y nuestra interminable luna de miel? Lejos de los villanos y los trajes y… los vengadores. — Steve hizo esa pausa cortante que en otras circunstancias encendía sus motores, pero en esta ocasión sintió el peligro recorrerle en forma de escalofrío. Las enormes manos le acariciaron los hombros y la mirada azul buscó la suya que la rehuía. Le sorprendía como esos poderosos puños podrían ser capaces de un tacto tan delicado cuando le hizo levantar suavemente la barbilla para mirarlo a la cara. Tony mantenía los ojos lejos de Steve para evitar derretirse.
— Tony...— el suave regaño, la dulce nota paternal. Este era el hombre que amaba ¿No es así? ¿Esperaba que aceptara sin más? — No podemos pretender que no lo sabes. Se perfectamente que tú cabecita brillante tiene algo en mente y si eso puede ayudarnos a combatirlos, es mejor que hagas algo al respecto. — presionó los labios gentilmente, hasta que la tensión en Tony se desvaneció pero al separarse su silencio no cambio. Steve suspiró y le tomó las manos para besarlas con adoración. — Si no quieres decirlo, está bien. Pero debes prometerme que no vas a huir de esto y que no actuarás solo.
— ¿Podemos negociarlo?
— Tony.
— De acuerdo, de acuerdo: Lo prometo. Ahora ¿En que estábamos?

Vs El CieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora