Wilson

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— Podrías comenzar explicando cómo rayos encontraste el escondite secreto de mi suegris.

Arno dió un respingo y  se volvió.

— ¡AAAAH! —  El grito de horror brotó de su garganta de manera automática cuando se encontró cara a cara con un rostro que no contaba con la primera capa de piel y que estaba lleno de cicatrices tan grandes cómo cráteres. — ¡¿Quién diablos eres tú?!

— Lo mismo puedo preguntarte a ti. — el sujeto entornó la vista agravando su - ya de por sí- aire lunático. — ¿Y cómo encontraste este lugar? No debes estar aquí. Yo tampoco según esta orden de restricción. — puntualizó mostrando un papel que Arno no supo de dónde sacó. — Pero no reparemos en pequeños detalles.
— ¿Y tú qué haces aquí? — respondió el chico a la defensiva, a pesar de que el susto aún hacía latir su corazón violentamente.
— ¿Yo? Vine a acosar a mi panquecito y tal vez robarme un poco de su ropa interior.
— ¿Viniste a qué con quién?
— Lo que sea. Tú no deberías dejarme comportar como un idiota.  Pero las cosas no siempre son cómo deberían ¿No?
— ¿Yo?
— No, no tú; "ellos" — el extraño se tocó la sien.
— ¿De qué estás hablando? — comenzaba a sentirse realmente asustado. — ¿Hablas solo?
— No. hablas solo. Lo hacías  cuando te encontré.
— ¡Eso es diferente! — espetó con las mejillas rojas. — Tu estás demente.
— Con lapsos de insoportable lucidez, amigo. ¡Ajá! — el sujeto parecía responder a una voz que, de nuevo,   Arno no podía escuchar. — Así que eso era ¿También quieres su ropa interior?
— ¿De quién? Digo ¡No!
— ¡Ja! ¡Lo sabía! Estás enfermo, amigo. Pero no llegarás más lejos ¡Sus calzones son míos!

Ninguno de los dos sabían que habían pensado en ropa interior de dueños diferentes; uno de Steve y el otro de Peter.

Al detectar que el extraño se le precipitó encima, Arno tomó su guardia pero el otro fue más rápido; tiró de su camisa con la diestra, cerró la zurda en un puño y llevó el codo hacia atrás para tomar impulso.

¡WADE!

Ambos, mercenario e invitado, se congelaron. Les tomó una fracción de segundo girar el rostro en dirección al grito.
Se trataba de Peter quien, con el rostro lleno de preocupación, se apresuró hasta ellos. Steve, tan apuesto y maduro cómo siempre, salió del elevador después de su hijo.  Dió un par de pasos hacia la azotea antes de detenerse y cruzar los brazos sobre el pecho. El disgusto era legible en su cara.
— ¡Pastelito! — Wade olvidó por completo la disputa para lanzarse sobre Peter con los brazos abiertos fingiendo correr en cámara lenta.
Arno estaba seguro de que Wade padecía de déficit de atención y de un centenar de trastornos mentales. Sintió el irrefrenable impulso de hacerlo por la capucha de la sudadera pero fue Steve quien interpuso una mano en señal de alto poco antes de que pudiera tocar a su hijo.
— Sabes perfectamente que no puedes acercarte a este edificio.
— Vamos, papi Steve. ¡Eso fue hace mucho! ¡Soy un chico bueno ahora! Dile Petey-pie.
— Es cierto, pa'. Wade se ha reformado. — La incredulidad en el rostro del vengador fue legible así que Peter añadió.— ¿Lo has visto en el diario? Trabaja con Spiderman.
— Lo sé, cariño. No dudo que sus intenciones sean buenas, pero los dos son un desastre. Tal vez Jameson no está del todo equivocado. — Steve cruzó los brazos de vuelta en el pecho. — Por una parte intentan hacer el bien, por la otra destruyen la ciudad y arriesgan la vida de los civiles. — los ojos de Peter perdieron un poco de su cándida luz y Wade, al notarlo, presionó un índice en el pecho de Steve.
— ¡Oye, oye! ¡Sin tocar! — Arno saltó inmediatamente y fue Steve, casi a la par de la protesta, quien retiró el dedo de Wade de su pecho.
— Será mejor que mida sus palabras, suegris. Porque usted está hablando de s-...
— ¡Wade, no! — Alarmado, Peter  suplicó que guardara silencio.
— S-Spiderman... que es mi amiguis. — añadió.
— Pops, por favor...

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⏰ Última actualización: Apr 08 ⏰

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