Su Dulce Corazón

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Más tarde aterrizaron en la zona de desastre en medio de escombros, llamaradas, autos volcados,  edificios desmoronandose, personas agazapadas en las ruinas y los gritos de los civiles atrapados dentro. Tony se apresuró a depositar a Steve en el suelo, a quien transportó hasta ahí como un caballero a su princesa.
Los separó el llamado de auxilio de una niña que estaba atrapada entre un poste de luz, una enorme fragmento de lo que antes fue una pared y un edificio que ardía en llamas en el piso más alto. Con ambas manos logró mover el automóvil y tomó a la pequeña en brazos para entregarla a su madre. Una vez las vio alejarse Tony volvió en busca de Steve que llevaba consigo a un par de civiles inconscientes (uno en cada hombro).
— Buscaré un lugar seguro para ellos.
— Trataré de localizar al resto del equipo.
Steve asintió y echó a correr en medio del humo y el polvo. Cuando desapareció de la vista Tony se encargó de hacer una búsqueda con el sistema instalado en su armadura. Cada vengador poseía un dispositivo de rastreo especialmente diseñado por él y conectado a la red satelital Stark.
Comenzó a exasperarse con la eterna pantalla de carga así que emprendió el vuelo patrullando la zona y así brindó una pequeña ayuda al radar. — Tal vez sea hora de hacer algunas mejoras a este sistema operativo. — dijo en voz alta para grabar la nota mental.
Algo interfirió la señal; la estática incrementó a medida que rodeó una zona que pareció ser la única a salvo del holocausto. — Chicos, si pueden escucharme, respondan. Papá ha venido a rescatarlos. — Solo recibió más estática. Sin embargo, donde iniciaba una placita el sistema detectó una lectura inusual. La palabra "gigantesca" se le antojó exagerada si se usaba para describir al enemigo porque no había forma de que pudiera ocultarse a campo abierto. Analizando el terreno Tony detectó el calor corporal de tres cuerpos en la acera. Reconoció inmediatamente la melena pelirroja derramada en el suelo, un arco roto sobre los arbustos y siguió el camino por el suelo en busca de los otros dos, pero en lugar de un martillo o piel verde encontró una pierna de metal gruesa como un roble que aumentó su tamaño hasta convertirse en una figura humanoide de casi 5 metros de altura y que continuaba creciendo.
Entre las placas de metal liso que lo cubrían corrían lo que parecían circuitos rojos y que Tony, en su laboratorio, descubrió como sangre artificial, tecnología que le ayudó (en parte) a obrar el hallazgo de la creación. Sin embargo, algo que observó le dejó helado: no descubrió su presencia e intercambió unos sonidos de estática completamente extraños frente a una pantalla holográfica desplegada de su brazo. En la pantalla había una horrible cara arrugada de cabello gris que reconoció como Truman Marsh. La impresión fue tal, que no pudo reaccionar a tiempo para esconderse cuando, en idioma humano, Marsh profirió un grito de alerta a la criatura que se volvió sobre su hombro y abajo, furiosa al darse cuenta que los descubrieron. Al mismo tiempo, la voz en cuello de Steve intentando localizarlo le llamaba desde hacía un rato. Debía estar a una corta distancia. El gigantesco sintezoide giró también en busca de Steve pero Truman le ordenó lanzarse sobre Tony.
— ¡DESTRUYELO!
— ¡Tony, cuidado!
El cap consiguió llegar hasta la placita y echó a correr hacia él con su escudo adherido al brazo. Tony sabía perfectamente cómo funcionaba el ataque de su enemigo y que si Steve hacía un movimiento lo copiaría.
— ¡No! ¡Quédate atrás! — Su esposo se negó a obedecer la orden. — ¡No lo hagas! ¡Retrocede! — Lo vió prepararse para lanzar el escudo y no le quedó otro remedio que activar el propulsor contra Steve. El rayo le dió de lleno en el pecho y lo mandó hacia atrás, a poco más de dos metros. Así pudo concentrarse justo a tiempo para esquivar la mortal luz roja proyectada por el sintezoide. El pavimento crujía a medida que la zanja se hacía más larga porque, no importaba a donde se moviera, le disparaba indiscriminadamente con él. Entonces optó por cambiar de estrategia.
— ¡Ey! — Sobrevoló a la altura del rostro de aquella cosa intentando llamar su atención. — ¡Robotina! ¡Aquí! — usó los propulsores de las palmas para dispararle. En consecuencia, una gigantesca mano se movió hacia él y cuando el puño logró encerrarlo, sometió el reactor de su armadura a una descarga constante de energía. La sangre artificial cambió su composición intentando adaptarse para soportar, por lo que el sintezoide permaneció inmovilizado haciendo acopio de todas sus reservas. En el momento preciso, Tony ordenó a la armadura abrirse y saltó del puño hacia el vacío. Si no lo mataba la detonación que en pocos segundos ocurriría, tal vez lo haría la caída.
— Si este va a ser mi final, será con estilo. — se resignó cerrando los ojos y extendiendo los brazos a cada lado del cuerpo. El viento que le alborotó los cabellos dejó de soplar y cuando abrió los ojos, toneladas de músculos verdes le tuvieron rodeado.
— Hombre lata olvidó el paracaídas.
— ¿Para qué necesito uno cuando tengo un Hulk que me atrape?
Para su fortuna y con todo el alboroto, este volvió en sí, también lo hizo el capitán américa. Por lo que se deducía, el primero había dado un sorprendente salto para interceptar su caída y el segundo hizo girar su escudo para que el hombre verde se hiciera con él y los protegiera de la explosión que los empujó a varios metros de distancia.  Tony sintió, durante largos segundos, el vibrar del musculoso cuerpo que lo sostenía cuando cayeron en tierra firme salpicando concreto y arena. Hulk lo depositó en el suelo y permitió que saliera del refugio que suponía su abrazo cuando fue seguro. Tony suspiró de alivio ante la calma que precedió. Levantó la vista y en la distancia detectó a Steve corriendo hacia ellos. Clint iba apoyado de Natasha bastante detrás de él, apenas eran una motita en la lejanía.
— ¿Dónde está Thor?
— Su niñera no lo deja salir a jugar. — Respondió Hulk que caminaba detrás de Tony, como un monstruoso guardaespaldas.
— ¡Tony!
La voz de Steve. La dulce voz de su esposo, sus regaños… en momentos como ese le parecían un tesoro invaluable. Extendió los brazos pretendiendo glorificarse por su acto heróico y en ese instante, aparentemente salido de la nada, un dolor punzante y terrible le arrebató el aliento.  Sus piernas se sintieron débiles y comenzó a costarle un esfuerzo inmenso dar el siguiente paso. El rugido de Hulk lo espabiló y quizá también lo dejó sordo, porque las voces de Steve, Natasha y Clint le parecieron sólo un eco lejano. Ya no pudo enfocar, pero aun así bajó la mirada hacia sus manos envueltas por el traje negro que era como una segunda piel.
— ¿Qué…? — sacudió la cabeza y las rodillas se le doblaron contra el suelo. No solo la espalda le dolía, sino el pecho y el estómago, como si estuviera punto echar los intestinos por la boca. Entonces sintió que un líquido metálico se sobrevino y al toser, se cubrió la boca. Encontro sus manos salpicadas de sangre caliente y espesa: Su sangre. Estaba conmocionado ¿Que estaba sucediendo? Tal vez Hulk lo abrazó con demasiada fuerza. Agachó la mirada al origen del dolor y entonces lo vió. Un fragmento del enemigo enterrado en lo profundo de su reactor. Aquella cosa hecha de metal y sangre siguió viva y surcó el aire solamente para atravesarle el pecho. Su vista fue al frente inmediatamente.
— ¡NOOOOOOOO!— El grito desgarrador de Steve reverbero en las copas de los árboles.
Lágrimas.
Los ojos azules y preciosos de sus esposo derramaron lágrimas como si fueran inagotables. — Vas a estar bien, cariño. Vamos a llevarte a un hospital. — lo escuchó decir. ¿Cómo llegó hasta ahí tan rápido?
La vista se le apagó y de pronto no había dolor. Solo un sueño terrible. Estaba agotado, sus rodillas cansadas, sus hombros pesaban toneladas. Separó los labios para responderle, pero la voz no salió.  Una luz blanca tras sus párpados lo encandiló obligándolo a regresar en sí. Hasta entonces escuchó el grito desesperado de Steve pidiéndole que abriera los ojos.— Hulk ha ido con Clint por una ambulancia. Estarán aquí en unos segundos, solo no te vayas. ¿De acuerdo? Te debo una cena…— el corazón se le partió en dos e intentó cerrar los puños en la ropa de Steve para hacerlo entrar en razón. ¿Dejarlo? ¿A dónde más iba a ir? Él pertenecía a esos brazos, a esos labios. Tony habría querido decirle que le debía más que eso. Que tenía una lencería especial para él esa noche, que ansiaba probar la pasta que hábilmente le preparaba en ocasiones especiales. — No puedes… no puedes irte… mi amor… lo siento… lo siento… — Tony descubrió que la voz no le salía, que ni siquiera tenía la fuerza suficiente para negar. No pudo hacerle saber que no era su culpa, que no tenía porqué disculparse, que solo iba a dormir un ratito y despertaría como nuevo en unas horas.
De ninguna manera este era el final. Aún había muchas cosas por hacer cómo proclamar al mundo que eran los primeros en procrear juntos un hermoso bebé, ver al pequeño Peter desarrollarse, escuchar su llanto, enseñarle a caminar, quería ver las paredes pintadas con crayón, quería… vivir.
Se dió cuenta de que Steve lo sostenía entre sus brazos.
— No hables, amor. Guarda tus fuerzas. — le aconsejó Steve que a penas podía hacerse entender en medio del llanto. Las lágrimas eran tibias cuando se desprendieron de sus ojos azules y le cayeron en las mejillas; como tristes besos repartidos por su rostro. Tony no pudo dejar de mirarlo. Le pareció un ángel, un mártir purgando un castigo, una pena que no merecía.
Si. Tal vez fue mejor no hablar porque cada intento redobló el dolor. En ese silencio escuchó la sinfonía que le dió paz: El latir de su dulce corazón.
— Amor…— Tony hizo su máximo esfuerzo para mover los ojos hacia Steve, aunque apenas lo escuchó. Era como si mirase a través de una pantalla de un anticuado televisor; la imagen perdió color, el volumen se interrumpió.— …-go que no te dije... — « ¿Qué?»  No logró escucharlo con claridad. Los intervalos de silencio cortaron sus oraciones. — ... -erías todas esas cosas… — « Un momento »  ¿Era una…? ¿Steve quería…? — Siempre he… — « Por favor no sigas» trató de detenerlo « No, no. Hemos superado cosas peores. No te despidas. »  rogó en su fuero interno. « Esto no es un adiós. » levantar la mano hasta el pecho de Steve le causó una agonía total. Cerró el puño en el uniforme con una arcada agonizante y tosió la sangre sobre la estrella. « No iré a ningún lado. Mi lugar es aquí, contigo. » — Por favor, mi amor, déjame decírtelo.
Tony quiso negar pero Steve lo apretó contra su pecho y otra vez los latidos de su corazón lograron arrullarlo. Podría quedarse ahí, entre sus brazos, para toda la eternidad ¿Que de malo ocurriría? El mundo no iba a acabarse si decidía tan solo…
Truman Marsh.
La horrenda cara de ese sujeto apareció en su cabeza y entonces la urgencia de informarles le llenó de impaciencia. Debía ponerles sobre aviso ¡Tenía que hacerles saber que Truman Marsh tenía una alianza con sus nuevos enemigos!
Al mover la boca, la sangre fluyó nuevamente ahogando su voz. No logró articular un sonido entendible y si su esposo hablaba frases completas ya no tuvo la capacidad de entenderlo, salvo la última, que fue tan clara como el azul del cielo:
—… Querías un hogar conmigo, pero jamás te dije que mi hogar eres tu.
Los sonidos del mundo se apagaron, los colores, los olores, el dolor y el cansancio. Todo se convirtió en un lienzo negro, sordo y ciego.

Vs El CieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora