Se avecinaba el segundo encuentro por la Copa Coca-Cola. Teníamos que sacar un resultado positivo para poder pasar a los octavos de final y así jugar dos partidos más en el mismo estadio.
El encuentro arrancó con un terrible calor, eran la 1 de la tarde, y ya se sentía el verano llegando. En esa época, acá hace un calor tremendo y una humedad insoportable. La charla del técnico fue clara: teníamos que ser sólidos y aprovechar la oportunidad que tuviéramos para ponernos en ventaja. Después, había que administrar fuerzas para el resto del partido.
A los 30 minutos del primer tiempo, el partido estaba trabadísimo. Duro, chivo, no había espacio para jugar ni desplegar el fútbol que sabíamos hacer. De repente, llegó una pelota parada a tres cuartos del campo rival. El Chino, nuestro número 10, se disponía a patear. Sabíamos que tenía una pegada magistral, así que esa era la ocasión que teníamos que aprovechar.
Impactó la caprichosa de una manera espectacular, y enseguida supe que iba a caer por el segundo palo, fuerte y bombeada. Entre forcejeos con los centrales, logré escaparme y conectar de cabeza. La pelota iba bien direccionada, pero entre el arquero y el palo me negaron el grito sagrado. ¡No lo podía creer! La pelota se fue al córner del lado izquierdo de nuestro ataque. Entonces, cambiamos el ejecutor. Le gritamos a Walter:
—¡Walter, tiralo vos!
Walter, nuestro lateral zurdo, tenía un guante en ese pie izquierdo. Sabíamos que era el momento. Nos mirábamos, nos alentábamos dentro del área, y se respiraba ese olor a gol que tanto buscábamos. Era ahora. Walter tiró el centro con comba al primer palo, y el Pulpo, nuestro número 2, la peinó desviando la pelota hacia el medio del arco. Logré tocarla con la punta del botín y, ¡por fin! Llegó el ansiado gol. ¡El grito de gol que todos esperábamos!
Salimos corriendo a abrazar a Walter. Entre risas, le digo:
—¡Es tuyo, Galgo, es tuyo!
El delirio fue total. Volvimos a nuestras posiciones sabiendo que lo más difícil ya estaba hecho, pero aún faltaba mucho. Ellos eran buenos y nos complicaban con pelotazos cruzados, explotando las espaldas de nuestros laterales, que se proyectaban mucho al ataque. Así terminó el primer tiempo, con la sensación de que íbamos por buen camino. Camino al vestuario, estábamos convencidos de que, con un esfuerzo más, lo lograríamos.
Al llegar al vestuario, nos sentamos y nos miramos como equipo. Nos alentábamos entre nosotros, convencidos de que podíamos ganar. No iba a ser fácil, pero no era imposible. Nos refrescamos, nos hidratamos y volvimos al campo. Saltamos al césped con la idea fija en la cabeza: nadie nos iba a quitar la ilusión de clasificar a la siguiente ronda.
El árbitro pitó y arrancamos los últimos 45 minutos. Cada vez se hacía más difícil aguantar el resultado. Los rivales venían con todo, y no los podíamos frenar. Hasta que, de repente, llegó el empate. Un pase filtrado, el delantero se fue mano a mano y convirtió. Se nos vino el mundo abajo, porque ese empate les servía a ellos por la diferencia de goles a favor. Nuestras caras lo decían todo: tristeza, impotencia. Pero teníamos que seguir, quedaban 5 minutos. Sabíamos que si no lo dábamos vuelta, nos quedábamos afuera.
Ellos metieron a todo el equipo atrás, defendiendo a morir. Sacaban todo lo que podían, hacían tiempo, y el arquero fingía cada vez que tomaba la pelota. La desesperación nos consumía, sentíamos que se nos escapaba la copa.
El árbitro adicionó 4 minutos. Se nos iba la ilusión, hasta que, en un error del central de ellos, logré robarle la pelota. Me fui mano a mano con el arquero, y cuando estaba por definir, me cometen falta de atrás. Sonó el silbato: penal para nosotros y expulsión para el defensor rival. Nos miramos todos, pero nadie quería agarrar la pelota. El encargado era yo, el 9. Sabía que tenía que hacerlo.
Agarro la pelota y camino esos pasos hacia el punto del penal. Parecían eternos. Los nervios me carcomían, pero sabía que tenía que ser frío. Coloco la pelota en el manchón blanco, respiro profundo y pienso: "Le pego fuerte al medio, que sea lo que sea". Por dentro, le pedía a Dios que me ayudara. Impacto la pelota, se levanta el polvo de la tierra, el arquero se mueve a un lado, ¡y la pelota entra! Pegó en su pierna, pero no la pudo sacar. Delirio total. Desde la tribuna se escuchaba el grito:
—¡Gol, gol! ¡Toty, querido!
Corrí al alambrado a festejar con la hinchada, con mis compañeros, con todos. ¡Habíamos pasado a octavos de final de la Copa Coca-Cola! La alegría era indescriptible. Festejos, abrazos, lágrimas. Todos juntos lo habíamos logrado.
Mientras nos retirábamos, me llama el encargado de la copa y me pregunta:
—¿Podés decir unas palabras sobre este triunfo agónico?
Con la emoción y el cansancio, apenas pude decir:
—Esto es de todos. De mis compañeros, del cuerpo técnico, de las familias, de la hinchada que siempre nos apoya. Es el sacrificio de todo el mundo. ¡Gracias por todo, nos vemos en los predios de la selección!
Y así nos fuimos a festejar. Éramos chicos humildes, sacrificados, que habíamos conseguido algo enorme. La alegría nos desbordaba. Llegamos al vestuario y los profes nos esperaban con una sonrisa. Nos felicitaron y nos dijeron:
—¡Esto es un montón, pero no se queden con esto solo! Vamos por más, que tenemos potencial para seguir. ¡Vamos, EGB 24! ¡Vamos, chicos!
Nos abrazamos todos juntos, sabiendo que habíamos logrado algo grande, pero que todavía había mucho por delante.
De vuelta en el tren, todos estábamos cansados pero felices. Cantábamos, festejábamos. Sabíamos que nos merecíamos ese logro, habíamos peleado para conseguirlo. En 15 días íbamos a un lugar soñado, con verdes céspedes donde entrenaban los profesionales. Lo veíamos por tele, ¡y ahora íbamos a estar ahí! Era una locura todo lo que íbamos a vivir. Pero primero, necesitábamos descansar, recargar energías y entrenar el doble para seguir adelante con nuestro sueño.
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Sueños Frustrados
RandomEn esta autobiografía, *Sueños Frustrados*,[Toty bernal] lleva al lector a un viaje íntimo a través de sus altibajos, desde un sueño aparentemente alcanzable hasta los abismos de la depresión y la ansiedad. A lo largo de estas páginas, comparte los...