En esta autobiografía, *Sueños Frustrados*,[Toty bernal] lleva al lector a un viaje íntimo a través de sus altibajos, desde un sueño aparentemente alcanzable hasta los abismos de la depresión y la ansiedad. A lo largo de estas páginas, comparte los...
Sueños Frustrados: Capítulo Final Transcurría el año 2020, plena pandemia. Mateo, mis viejos y yo estábamos en casa, contentos pero a la vez luchando con una montaña rusa emocional. La ansiedad y los ataques de pánico me tenían atrapado, convirtiéndome en alguien irreconocible. Sentía que me estaba muriendo en vida. Hasta que un día tuve una charla fuerte y profunda con mi cuñado, una de esas charlas que te llegan al alma. Me hizo reflexionar y darme cuenta de que estaba yendo por el camino equivocado. La bronca me invadió y por un momento quise reaccionar físicamente contra él, pero pensé dos veces antes de arruinar a la familia.
Peleaba mucho con mi hermana Mechy porque yo mentía y la lastimaba. Trataba mal a mis padres y eso le hacía mal a mi hermana, que estaba lejos, en Congreso, Buenos Aires. Nuestra relación se volvía cada vez más tóxica para ambos. A pesar de todo, éramos familia, y ella siempre estaba ahí cuando la necesitaba.
Vi un cambio enorme en Mechy cuando empezó terapia y me pregunté si yo también podría hacerlo. Ya no daba más, estaba muy mal, no podía seguir así. Tenía que ser fuerte y enfrentar mis demonios. Una tarde, me armé de valor, me senté en la cama y llamé a mi hermana para pedirle ayuda.
Me atendió y me escuchó llorar. Le dije: "Mechy, no puedo más, necesito ayuda. No quiero terminar mal, estoy teniendo pensamientos oscuros, esto no me deja vivir. ¡Por favor, ayudame!". Mechy se puso en contacto con su psicóloga y le comentó mi situación. Yo tenía miedo de empezar, era algo nuevo, pero les prometí a ella, a mi cuñado y a mi familia, especialmente a mi hijo, que quería volver a ser feliz y estar bien con ellos.
Llegó mi primera sesión con la psicóloga. Fue un desahogo tremendo, llevaba años cargando una mochila llena de angustia por la maldita ansiedad. No quería ver a nadie, le tenía miedo a la gente, al tumulto. Se me aceleraba el corazón, transpiraba, quería huir. Todo esto se lo conté a la doctora, una hora no alcanzó para decirle todo lo que me pasaba. Terminé la sesión sintiéndome un poco más liviano, como si me hubiera sacado un peso de encima.
Le mandé un mensaje a mi hermana y a mi amiga Estela, que siempre me ayudó con la crianza de Mateo y me aconsejaba. No sabía que estaba internada y enferma, porque habíamos dejado de hablar por un tiempo debido a mi egoísmo y encierro.
Pasaron los meses y cada sesión con la psicóloga me hacía bien. Me sentía un poco mejor día a día, tomando flores de Bach y aceite de cannabis. Mi amiga Estela volvió a su casa, había salido del hospital y estaba bien, gracias a Dios. Mi hermana veía una mejoría en mí, lo que me daba más fuerzas para seguir con el tratamiento.
El 12 de diciembre, mi mamá se sacó una muela porque le dolía mucho, pero el 15 empeoró de golpe. La visión se le puso borrosa, casi ciega, y el 16 la llevamos de urgencia al hospital. Yo me quedé con Mateo, lleno de incertidumbre y lágrimas. Horas después, me enteré de que mi mamá había tenido un ACV hemorrágico, uno de los peores. Fue un golpe durísimo. Esa noche no pude dormir, y una tormenta eléctrica cortó la luz, dejándonos a oscuras.
A la mañana siguiente, mi cuñado me llevó al hospital. Nos informaron que mi mamá estaba en terapia intensiva, pero consciente. Fue un alivio verla despierta. La doctora nos dijo que el coágulo se estaba disolviendo y que quizás no necesitaría cirugía. Mi mamá evolucionó bien y la bajaron a sala común. Esa noche me quedé a cuidarla, pidiéndole a Dios y a la Virgen de Itatí que la protegieran.
Pasaron los días y mi mamá mejoró. Nos juntamos para las fiestas de fin de año, contentos de estar juntos nuevamente. Yo seguía con mi terapia, a pesar de los altibajos. En febrero de 2024, se acercaba el cumpleaños número 12 de Mateo. Pero no todo eran buenas noticias. Un domingo por la tarde, el hijo de Estela me llamó pidiéndome ayuda para llevarla a su casa. No podía caminar. La llevamos, pero empezó a sentirse mal y dejó de respirar a mi lado. Fue una situación desgarradora. Hice todo lo posible para ayudarla, incluso me tomó la mano en sus últimos momentos. Me dijo: "No me sueltes la mano, Toty, por favor". Yo ya no podía estar ahí, le avisé a su hijo para que llamara una ambulancia. Cuando él intervino, me fui despidiéndome del marido de Estela.
Mientras caminaba hacia mi casa, empecé a escuchar los gritos: "¡Mi mamá ya no respira, por favor una ambulancia!". Se había ido mi amiga y yo lo vi todo, estuve con ella hasta el final. Eso me dejó devastado.
Tuve que dejar la terapia por un mes hasta que un día, llevando a Mateo a la escuela, me dio un ataque de pánico muy fuerte. Volví a casa y llamé a mi hermana. Me dijo que necesitaba medicación. Hablé con la psicóloga y me dijo que además de la medicación, tenía que hacer cosas para distraerme, leer, escribir y mantener la mente ocupada.
Así fue como me uní a Tinta Compartida y empecé a escribir esta biografía, que me ayudó a sacar mis miedos y angustias. Hoy, lunes 24 de junio de 2024, me siento un poco mejor, volviendo a sonreír y a salir sin miedo. Agradezco a mi hermana Mechy, a mi cuñado Agustín, y especialmente a mi hijo Mateo, mi compañero de vida, que me apoyó día a día. También agradezco a mis viejos, que son el pilar de todo esto, y a mis amigos CP y Federico. Los quiero mucho a todos.
Así termina mi biografía de "Sueños Frustrados".⚽📝📖❤️🫂..
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