Capítulo 4: Sacrificios necesarios.

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Dae García.

Después de lo sucedido a noche me siento tremendamente avergonzada. No es extraño que no tenga control de lo que suelo decir y hacer, pero carajo, a noche crucé un límite importante. Dejé que él me tocara. Permití que mis sentidos entraran en un bloqueo en cuanto vi su figura semidesnuda. Su voz me seducía y yo quería hacer lo mismo. Lo peor del caso es que creo que lo conseguí. Lo vi en sus ojos, en el nerviosismo que delataban sus manos y en el bulto que se marcaba en su bata.

Tuve que ducharme con agua fría en cuanto entré a mi habitación para dejar de pensar en eso. Pero no funcionó. La noche me envolvía al igual que mis manos. No pude evitarlo, me toqué y me corrí como no lo había hecho en los últimos meses. Después caí en un cargo de consciencia terrible porque es un poco enfermo que me sienta excitada por el tipo que me secuestró para hacerla de su veterinaria privada.

Son casi las seis de la tarde y no he visto a Hoseok ni a Jungkook. En realidad lo agradezco porque no sé cómo voy a ver a ese hombre a los ojos después de haberme masturbado imaginándomelo en situaciones poco decentes.

—Creo que hay un problema con el agua. —Le digo a Namjoon, mi custodio. —Sale completamente sucia, como con tierra y así no puedo llenar la alberca.

—¿Y? —Me responde con agresividad. —¿Crees que además de ser un matón la hago de plomero?

Tomo aire para tranquilizarme y no responderle como se merece. —Pues no pienso darle la terapia a Bam con agua sucia. Así que ¿podrías decirles a tus jefes que traigan a alguien que revise el problema?

Rueda los ojos y se aleja con el teléfono sobre su oreja para llamar a sus jefes. Mientras lo hace, Bam y yo caminamos por el jardín. El dóberman busca con su naricita mis manos, le gusta que lo acaricie. Eso me hace pensar en Bowie, mi pequeño gatito, me pregunto si Lilly lo está cuidando a pesar de odiar a los gatos, espero que sí. Y mi abuela, dios, espero que no esté muy preocupada y que siga tomándose su medicamento para la presión.

—Voy a llamar a unas personas de mantenimiento y hasta que vengan se suspende la mentada hidroterapia. —El rostro de Namjoon permanece serio y abrumado al posicionarse otra vez frente a nosotros.

Me encojo de hombros mirando como guarda su teléfono en el bolsillo. Se me ha ocurrido una idea, una terrible idea.

—¿Me prestarías tu teléfono para hacer una llamada?

Sus rasgados ojos se entrecierran y como lo sospeché, comienza a carcajearse en mi cara.

—Por favor, solo necesito avisarle a mi abuela que estoy bien. —Le explico sin éxito porque al terminar de reírse me ignora, dándose la vuelta para caminar lejos de mí. —¡Por favor, si quieres tú llámala y...!

—¿Crees que soy tu puto sirviente? —Cuestiona con enfado al darse la vuelta. —Me tiene sin cuidado si quieres avisarle a tu estúpida abuela si estas viva o no. Por mí, las dos se pueden ir al infierno.

Esto si no lo puedo tolerar. Acaba de insultar a mi abuelita en mi cara, y lo hizo sin ningún rastro de vergüenza.

—¡Estúpida tu madre, que trajo al mundo a una escoria como tú!

Inmediatamente siento un fuerte ardor sobre mi mejilla izquierda y cuando me doy cuenta, estoy tirada sobre el césped. Sobo la zona que fue golpeada por Namjoon mientras lo miro peor que con odio. Nunca nadie me había puesto una mano encima y me ha resultado lo más humillante del mundo. Mis ojos se llenan de lágrimas y siento que la mandíbula me va a reventar por la tensión que estoy conteniendo en la zona.

 Mis ojos se llenan de lágrimas y siento que la mandíbula me va a reventar por la tensión que estoy conteniendo en la zona

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