Capitulo 13: Enfrentamiento.

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Jung Hoseok.

A primera hora del día me trasladé con Havok a la casa de seguridad donde tengo encerrado a Aidan, aquí mismo, en Pasadena

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A primera hora del día me trasladé con Havok a la casa de seguridad donde tengo encerrado a Aidan, aquí mismo, en Pasadena. Cuando abro la puerta me encuentro con un vejestorio de hombre. Mas delgado, con mas barba y con evidentes ganas de salir de aquí.

—Ho... Hoseok, gracias a dios... —se levanta con dificultad— pensé que ya no vendría nadie, tus hombres no me han traído comida ni agua en días, no he visto la luz del sol en meses y... y...

—¡Ya, ya, Aidan! —hago una mueca de inconformidad— son las ocho de la mañana, es muy temprano para escuchar tantas quejas. —Acomodo mi arma en la funda incrustada en mi pantalón.

El viejo se me acerca cauteloso. —Te suplico que me saques de aquí... ya no lo soporto, este encierro es el mismo infierno. ¡Ten piedad!

Ruedo los ojos y le hago una señal a Havok para que cierre la puerta y nos deje a solas. Este obedece.

—Claro, de hecho a eso vine. A sacarte de aquí.

Sus ojos brillan con intensidad como si acabara de darle otros cincuenta mil dólares. —¿En... en serio?

—Si, Aidan, hablo en serio. A cambio claro, necesito que me respondas dos sencillas preguntas.

Afirma expectante. —¡Claro! ¿Qué quieres saber?

Sonrío de lado. —¿Por qué carajos no me habías dicho que tenías otro hijo?

Parece que la felicidad del principio se le ha escapado pues ahora adopta una expresión amarga clavando la mirada en sus sucios zapatos.

—Estoy esperando, Aidan. —Muevo mi pie en señal de impaciencia.

—Yo... yo no lo mencioné porque... no pensé que... que fuera necesario.

Resoplo y me sobo el puente de la nariz. —Lo que menos se te da es pensar, Aidan. —comento exasperado— Como sea, necesito su ubicación, ¿dónde está? —Silencio. No hay más que silencio durante varios segundos— ¡Carajo, no me saques de mis casillas!

—Yo no puedo decirte dónde está...

Saco mi arma y hago tronar mi cuello dos veces. —¡Por supuesto que puedes hacerlo, deja de tocarme los huevos porque voy a dispararte!

El viejo hace algo que no me imaginé nunca. Llorar, llorar de verdad. —¡Yo no puedo decírtelo porque mi hijo, mi pequeño Cris esta muerto!

Bajo mi arma poco a poco, analizando lo que acabo de escuchar. Si de algo estoy seguro, es que esta vez Aidan no me esta mintiendo. Además, eso explicaría el por qué Dae nunca lo menciona y evita a toda costa hablar de su hermano.

—¿Muerto? —entrecierro los ojos— ¿Cuándo? ¿Por qué?

Aidan planta su trasero en el piso abrazando sus piernas. —Por culpa de Dae. Ella mató a su hermano.

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