Parte 19

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A Ron se le desenfocaron los ojos cuando fijó la mirada en un pergamino largo y aburrido, lleno de fechas y lugares. Habían decidido quedarse allí unos días, especialmente después de que Hermione hubiera descubierto una parcela repleta de setas que además estaba a varios pasos de un arbusto con bayas. Se habían ido más hacia el sur y había valido la pena porque el clima más cálido se prestaba a los cultivos silvestres tempranos.

Pensando en lo que podrían preparar para la cena, Ron decidió que era una excusa lo suficientemente buena como para dejar de lado el monótono estudio y estirar las piernas.

—¿Dónde está la cesta que has usado esta mañana para las setas?— bostezó en la dirección de Harry—. Creo que voy a volver a por más bayas de las que ha dicho Hermione que podemos comer, antes de que oscurezca.

—Está debajo del fregadero— le respondió Harry desde el extremo opuesto del sofá—. ¿Quieres compañía?

—Nah, deberías quedarte para que Hermione no se preocupe cuando salga de la ducha.

—Sí, es verdad— dijo Harry resignado. Se estaban volviendo locos ahí encerrados. Al menos el descubrimiento de más comida que poder escarbar les ofrecía una variedad en las tareas que tenían al aire libre.

—No tardo— agregó Ron levantándose para coger la cesta de la cocina.

Había algo acerca del movimiento físico repetitivo que era útil para despejar la mente. Con la cesta medio llena de bayas azules, Ron había logrado dejar atrás la mayoría de los pensamientos aprensivos que tenía sobre la falta de progreso...

Hasta que se rompió una ramita y tiró la cesta al suelo, dándose la vuelta con la varita empuñada en menos de un segundo.

—¡Ron!— Hermione se quedó sin aliento, retrocediendo un paso con los ojos bien abiertos.

—¡Joder! ¡Lo siento!

Bajó la mano de la varita, un poco temblorosa, y se miraron el uno al otro durante un fuerte latido de corazón.

—Bueno— jadeó ella, el pecho le latía agitado, y Ron se estaba distrayendo con el hecho—, vas a ser un Auror fantástico si todavía lo quieres ser.

Ron se rio, se metió la varita en el bolsillo trasero del pantalón y se pasó la mano por el desgreñado pelo.

—Siento haberte sobresaltado— agregó ella mirando hacia la cesta de bayas desparramadas en el suelo entre ellos—. Harry me ha dicho dónde estabas, pero no te veía desde la tienda.

—Sí. Caray— suspiró Ron con el ritmo cardíaco aún elevado por la llegada sorpresa de Hermione—. No llevo aquí mucho rato.

—¿Necesitas ayuda?

No pudo evitar notar que el pecho de Hermione todavía se movía de forma un poco dramática. Dudó si responderle cuando ella dio un pequeño paso hacia delante, y no estaba completamente seguro de que estuvieran hablando de la cena que estaba recogiendo...

Hermione se movió de nuevo; otro paso hacia delante, los ojos fijos en la cara de Ron, los zapatos aplastando las bayas y extendiendo su jugo sobre la hierba helada.

Ron tragó saliva y, de forma automática, dio un paso propio para disminuir el espacio entre ellos, destrozando lo que acababa de recolectar con sus grandes tenis. Hermione entreabrió los labios. Estaban tan cerca en ese momento, que sentiría el aliento de ella en la clavícula si no fuera por las capas de jerséis que llevaba encima.

Hermione inhaló para hablar, pero no le salió ninguna palabra de la boca. Elevó las manos hasta el pecho de Ron, tan cerca... más cerca, hasta que, finalmente, las palmas descansaron contra él muy ligeras. Ron soltó una respiración agitada, y la agarró por la cintura, haciendo que ella abriera más los ojos; un pequeño y airado gemido flotó entre los labios de Hermione y el flequillo de Ron cayó hacia adelante cuando inclinó la cabeza hacia la de ella.

Pausa (Romione)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora