Parte 18

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Empezó con una mirada en el desayuno, los ojos de Hermione bajaron hacia sus labios. A través de la mesa, Ron estiró la pierna en la dirección de ella, deslizándole los pies descalzos por debajo del pijama, contra la espinilla.

Una lluvia fina irrumpió entre el monótono cielo gris, y ambos compartieron el sofá durante toda la mañana, volviendo a la pila de libros y notas. Los dedos de Ron saltaron sobre los de Hermione cuando alcanzó un rollo de pergamino. Hermione se inclinó sobre él para coger una pluma, y le rozó la parte alta de los muslos, cubiertos por los vaqueros, con el pelo. Ella se mordió el labio inferior, y él no tenía ni idea de cómo se suponía que iba a aguantar hasta el amanecer del día siguiente.

Casi no se quiso ni levantar para comer, pero después de un rato, el estómago le empezó a sonar y pensó que quizás se preparaba algo de comer porque así tendría una mejor oportunidad para centrarse en el aburrido libro que tenía abierto sobre el regazo. Se estiró, vio los ojos de Hermione fijados en él y se aclaró la garganta.

—¿Tienes hambre?

Ella frunció la nariz y negó con la cabeza.

—Estoy bien.

—No puede ser. Casi no hemos desayunado y eso ha sido hace horas.

Ella suspiró, cerrando los ojos un momento.

—Es difícil que se te despierte el apetito cuando lo único que comemos son patatas fritas y todo lo que podemos encontrar— respondió apagada.

—Creo que todavía nos quedan algunos huevos, un poco de queso y media barra de pan del mercado, y esas manzanas que te gustaron...

—Adelántate tú— suspiró Hermione, volviendo a lo que estaba haciendo.

Hacía un momento, se había sentido agradablemente distraído por la presencia de ella, notando que sentía lo mismo. Pero ahora... No tenía ni idea de lo que había impulsado el cambio de humor de Hermione, pero de pronto parecía resignada y tensa. Además, sabía que era muy malo en eso de hablar sobre ese tipo de situaciones, aunque... era verdad que últimamente había tenido algo más de éxito en la práctica. De algún modo había pasado de ser un imbécil que había vuelto después de haberlos abandonado, a ser alguien que dormía en la cama de Hermione todas las noches... aunque no es que pudiera poner por escrito cómo diablos había sucedido.

No se iba a volver a cuestionar su suerte. En su lugar, se escondió en la cocina durante más tiempo del necesario, despejándose de pensamientos que eran inútiles. Lo cierto es que era difícil mantener una esperanza constante en la misión, jodido día tras día. Pero, al menos podía seguir repasando lentamente las notas de Hermione, esa pila de textos interminables que ella se había llevado consigo, los mapas, la radio...

La radio. Durante las últimas noches se había olvidado de sintonizar Pottervigilancia, y de pronto le parecía un descuido increíble. Decidió que esa noche lo iba a intentar de verdad, y eso le dio algo para mirar hacia delante. Si lo pudiera encontrar y escuchar algo –cualquier cosa– simplemente una cosa pequeña que los hiciese sentir que se estaban moviendo, en cualquier dirección...

Al final volvió al sofá con un plato lleno de un más que decente intento de huevos revueltos, un gran trozo de pan y dos manzanas, con la esperanza de convencer a Hermione de que al menos se comiese una de ellas. Se sentó a su lado, un poco más lejos de lo que había estado antes, observando con cautela como ella fruncía las cejas mientras buscada un nuevo pergamino con brusquedad. Abrió la boca, listo para preguntarle en qué estaba trabajando, pero se lo pensó mejor cuando la vio chasquear la lengua y pasar la página del libro que tenía más cerca con fuerza, casi rasgándola.

Pausa (Romione)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora