Parte 11

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Se despertó a las cuatro y media de la mañana, ligeramente helado. Escuchaba la profunda respiración de Harry desde la cama, y sabía que Hermione estaba fuera haciendo la ronda. Tenía las piernas enredadas en la manta de ella, dejándole expuesto el torso desnudo, lo que explicaba el frío que tenía. Eso y la falta del calor corporal de Hermione ahora que se había ido.

Sonrió lentamente, recordando todo lo que habían dicho y hecho hacía apenas unas horas. A la mierda. No quería quedarse ahí solo.

Se levantó de la cama bostezando, se puso la camiseta y el jersey que tenía más cerca y cogió la manta, saliendo de la tienda. Hermione estaba sentada sobre una manta gruesa a un metro de distancia, con los hombros caídos ligeramente hacia delante y un tarro con llamas azules delante que conjuraba un ligero halo sobre su cabello salvaje.

—Hey.

Ella se volvió hacia el sonido de la voz, sorprendida pero con una sonrisa. Antes de que le pudiera responder, Ron se acercó y se dejó caer para sentarse a su lado, arrojando la manta que llevaba para abrirla; se inclinó hacia un lado, hacia ella. Hermione levantó las manos, sobresaltada, justo cuando él presionó la cabeza sobre su regazo, riendo mientras se ajustaba la manta y se acomodaba sobre ella.

—¿Qué haces?— le preguntó Hermione mirándole el perfil, aun riendo ligeramente.

—Dormir otras tres horas— le explicó moviendo la cabeza para ponerse cómodo.

—¿En mi regazo?

—Sí, he pensado que por qué no.

Sentía que lo estaba mirando mientras él enfocaba la vista de forma perezosa hacia la oscura línea de árboles en la distancia, sonriendo. Y entonces, las manos de Hermione estaban entre su pelo, y cerró los ojos, exhalando profundamente por la nariz.

—¿Qué te ha despertado? ¿Va todo bien?

—Genial— bostezó, levantando una mano para dejarla descansar sobre la rodilla de ella.

Hermione movió los dedos ligeramente por su cuero cabelludo, y a Ron se le relajó todo el cuerpo, haciendo caso omiso de algunas piedras y ramitas que se le estaban clavando a través del pijama. Tras unos minutos, Hermione dejó de mover las manos y las dejó descansando suavemente sobre su cabeza, pero sentía el leve temblor en el toque de ella mientras respiraba profundamente por la nariz.

—¿Estás bien?— le preguntó con la voz áspera, girando la cabeza ligeramente para intentar mirarla, pero apenas le veía la cara desde esa posición.

—Sí— le contestó con la voz ronca. Se aclaró la garganta y lo intentó de nuevo—. Sí, ¿por qué?

—Te tiemblan las manos.

—Oh. Estoy bien, solo estoy pensando.

Ron se giró completamente, empujando contra el regazo de Hermione para ponerse de espaldas, con la cabeza apoyada pesadamente contra el muslo de ella para mirarle el rostro sombrío. Ella apartó las manos de él y Ron supo que no estaba bien. Sin embargo, no le tuvo que pedir que le dijera más. Podía decir que Hermione sabía lo que le quería preguntar. A veces era divertido lo bien que se leían mutuamente cuando se trataba de todo menos de sus sentimientos hacia el otro. Casi sonrió ante el pensamiento, pero ella se pasó la lengua por los labios y habló de nuevo.

—Es solo que... quiero que todo esto termine, y no tengo ni idea de lo que deberíamos hacer a continuación.

Hermione movió la mano izquierda hasta la manta de Ron, tirando de un hilo suelto.

—Cuando estábamos en Hogwarts— continuó en voz baja—, al menos teníamos clases a las que poder ir, y podíamos hablar con otras personas para intentar obtener información... y la biblioteca. Merlín, echo de menos la biblioteca. He leído todo lo que tenemos aquí, de principio a fin. Debería haber traído más...

Pausa (Romione)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora