Sentada en la noria, me di cuenta de cómo temblaba Apolo en mis brazos. Nos separamos después de varios segundos, no supe formular palabra alguna cuando por fin, aunque sin darle muchas explicaciones, cerramos el tema de la otra noche.
-No te preocupes, cenicienta... -contestó con voz temblorosa, pese a los nervios, sonrió de lado.
Yo también sonreí. Mi sonrisa no me llegaba a los ojos, tampoco la de él. Nos acomodamos en nuestros lugares con la vista hacia el frente. Giré mi cabeza y miré hacia la ciudad que se dibujaba a nuestros pies. El atardecer empezaba a caer sobre el cielo.
Era precioso. En todos los tonos de naranjas posibles. Miré a Apolo de reojo, el color marrón de sus ojos se veía más claro por la luz. En ese momento, como si notase mi mirada sobre él, giró su cabeza hacía mí y me pilló mirándolo. Y posiblemente, sin darse cuenta, fue destensando todo su cuerpo conforme su mirada viajaba por todo mi rostro sin dejar un tramo de piel sin contemplar.
Bajamos de la noria una vez paró. Apolo soltó un suspiro largo cuando sus pies tocaron el suelo, dejamos atrás aquella atracción y volvimos con nuestros amigos.
-¿Estás bien? -pregunté en un susurro antes de sentarnos. Apolo me miró de reojo y sonrió de lado.
-Sí -susurró de la misma forma que yo.
Me miró una última vez antes de sentarse en el muelle junto a Joss, unos segundos después, lo imité sentándome a su lado, con timidez.
Me quedé en silencio observando las estrellas que empezaban a dibujarse en el cielo conforme este se hacía más noche. Noté un leve roce en la rodilla, miré de reojo y vi a Apolo rozar su rodilla contra la mía. No sé si fue en gesto accidental o intencionado. Después de varios segundos, dejé de sentirlo. Y sentí frío a pesar de que el calor del verano aún seguía en el aire.
No sé cuánto tiempo estuvimos ahí, cuando nos levantamos para volver a casa, ya casi nadie quedaba en la calle.
Joss, Lucas y Benjamín empezaron a cantar una canción en inglés a todo pulmón y con bastante sentimientos, Apolo miraba al cielo pidiendo paciencia y yo los miraba con una sonrisa enorme en mi rostro.
Miré la hora en mi teléfono. Habíamos estado cerca de cinco horas fuera de casa. Me abracé a mí misma cuando una ráfaga de viento hizo que temblara de frío.
Sentí una chaqueta colocarse sobre mis hombros con cuidado, al principio pensé que sería Joss que había dejado de cantar y se colocó a nuestro lado, sin embargo, cuando giré mi cabeza y vi esa sonrisa, supe de inmediato que no era él.
-Gracias -le agradecí en un susurro.
Él negó con la cabeza, con una sonrisa de medio lado dibujada en su rostro. Su brazo quedó apoyado en mi hombro, ocasionando que nos quedáramos abrazados. Tragué saliva ante el acercamiento. Mi cuerpo reaccionó de inmediato, me tensé de pies a cabeza y cerré los ojos con fuerza intentando que Apolo no se diera cuenta. Lo hizo, claro que lo hizo y se apartó con cuidado escondiendo sus manos en los bolsillos de su pantalón. Lo miré de reojo.
-Lo si...
-No importa -me interrumpió antes de decir nada. Respiré hondo y asentí con lentitud.
Giré mi cabeza hacia él y lo miré fijamente. La nuez de su garganta subía y bajaba conforme tragaba saliva con fuerza. En ese momento, su mirada bajó y me pilló mirándolo.
-¿Seguro que... -volvió a interrumpirme.
-No, seguro que no importa.
Rodé los ojos y volví a mirar al frente. No supe en qué momento los chicos caminaron más rápido para dejarnos más... privacidad, supuse.
-¿Puedes dejar de interrumpirme y...
-No te estoy interrumpiendo, eres tú que...
-No importa.
Esta vez fui yo quien lo interrumpió, con una sonrisa de victoria y viendo su cara de sorpresa, me encaminé hacia mi primo y mis amigos. Apolo se quedó atrás, miré por encima de mi hombro, seguía con los ojos abiertos y las cejas disparadas hacia arriba.
En el momento que salió de su estupefacción, sonrió de lado mientras negaba con la cabeza y llegó hacia nosotros casi corriendo. Se colocó a mi lado mirándome de reojo. Alcé mi cabeza y le sonreí con inocencia.
-Touché, cenicienta -susurró, inclinándose hacia mí.
Volví a mirar la hora en mi móvil, eran pasadas las nueve de la noche. La casa de Lucas, era la que quedaba más cerca.
-Oye, rubia -habló Benjamín-. ¿Cómo es Berlín? ¿Es bonito?
Abrí la boca para responder a su pregunta, sin embargo, Apolo habló primero, interrumpiéndome.
-Tiene nombre ¿sabes? -tenía el ceño fruncido mirando a su amigo-. Se llama Ámbar, por si no te había quedado claro todavía.
Benjamín bufó con burla mientras rodaba los ojos con exageración.
-Uy, perdona -alzó las manos en señal de rendición-, no me acordaba que tu novia tiene sentimientos y si no la llamo por su nombre, llora como una desquiciada, perdona Ámbar, qué mal amigo soy...
Benjamín cerró los ojos y negó con la cabeza repetidas veces, mientras yo intentaba ocultar una sonrisa al ver a Apolo mirándolo con mala cara.
-No te preocupes -dije en un susurro-, creo que podré soportarlo. Y no es mi novio.
Eso último lo dije aún más bajo, pero me oyeron todos. Sentí la mirada de Apolo mirándome, alcé mi cabeza hacia Benjamín y sonreí. Él sonrió de lado a lado y asintió una sola vez.
-Es precioso-hablé después de unos segundos en silencio, contestando a su pregunta-. Cuando nieva parece un cuento y se pone todo blanco. Una vez Angélica y yo salimos a jugar a la nieve sin gorro ni guantes...
Sonreí de lado, recordando aquel momento. Por aquél entonces teníamos siete años.
-Os resfriasteis -fue Joss quién habló, fue más una afirmación que una pregunta.
Asentí mirándolo con una sonrisa de medio lado.
-Sí. Sus padres y el mío nos echaron la bronca del siglo, claro. También hay algunos turistas por ahí perdidos. En navidad se coloca un árbol gigante y puestos de cosas navideñas.
Mi voz se tornó triste. Tragué saliva. Benjamín hizo un gesto con la mano para que siguiese hablando.
-Mi mejor amiga y yo también solíamos ir a esos puestos y comprábamos cosas sin sentido para mi... padre... también para los suyos. Es increíble. Tendríais que ir alguna vez. Os encantará, estoy segura.
Terminé de hablar y miré a Apolo de reojo, seguía sintiendo su mirada en mí. Tenía los ojos llorosos y al notar que me daba cuenta, parpadeó varias veces carraspeando con fuerza y aquellas lágrimas que no llegaron a salir, desaparecieron de inmediato de sus ojos.
-Pues sí -me giré hacia Lucas-, me encantaría ir algún día.
-Estáis invitados todos a... -fruncí el ceño, no podía decirles que estaban invitados a mi casa, porque no tenía. Ya no-, a casa de mi mejor amiga. A ella no le importará acoger a cuatro chicos con las hormonas revolucionadas, estoy segura.
Los chicos me miraron de inmediato con las cejas hacia arriba, menos Apolo que tenía una sonrisa de boca cerrada, su rostro aún reflejaba la tristeza.
-¡Oye! -gritaron mis dos amigos y mi primo al mismo tiempo, ofendidos.
Solté una risita baja mientras ellos seguían protestando y seguimos caminando hacia casa de uno de mis amigos.
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Hasta que las estrellas se apaguen (próximamente en físico)
Romance« los ojos siempre le pertenecen a la persona que los hace brillar » Un accidente. Una pérdida. Y un alma rota. Tras aquella horrible noche de lluvia, Ámbar sufrió un accidente junto a su padre. Aquél accidente le dejará una marca permanente en su c...