Seguíamos en la tienda mirando cada vinilo con atención, había muchos artistas. Pero solo una me importaba. Olivia Rodrigo. Seguí buscando por la mesa pasando las fundas de distintos cantantes, la lluvia seguía fuera y de vez en cuando cerraba los ojos con fuerza imaginando estar en otro lugar muy distinto a este. Con otra persona muy distinta a la que estaba. Con un tiempo similar al de ahí fuera.
No supe en qué momento Apolo se separó de mí, cuando quise darme cuenta, volvió con un disco en su mano y una sonrisa enorme en su rostro. Oculté una sonrisa al ver sus facciones, parecía un niño pequeño en un parque de juegos.
—¿Qué te parece si ponemos una canción? —señaló a la mujer de detrás del mostrador con la cabeza al ver mi cara de desconcierto—, hay un tocadiscos superprecioso y superantiguo ahí atrás y la mujer dice que podemos poner la música que queramos ¿Pongo algo de música, cenicienta?
Asentí con una sonrisa. Intenté ver el nombre del disco, pero Apolo fue más rápido y lo escondió bajo su camisa al ver que me ponía de puntillas, con una sonrisa aún más grande, dió media vuelta y se dirigió al tocadiscos azul grisáceo, era precioso.
Colocó el disco en su lugar y bajó la aguja a la zona donde se debía poner, supuse. Yo no tenía ni idea de cómo se usaban esas cosas. Lo poco que sabía era por Angélica, a ella le fascinaba escuchar música en tocadiscos, algunas veces (por no decir muchas) escuchamos mis discos de Olivia Rodrigo.
Los primeros acordes de I wanna be yours empezó a sonar por toda la tienda, antes de que Apolo se diese la vuelta y me pillase con las mejillas más rojas de las que las he tenido en toda mi vida, me giré y seguí buscando a mi queridísima Olivia Rodrigo.
Supe que llegó a mi lado de nuevo por el calor que desprendía su cuerpo, se colocó detrás de mí y empezó a ver qué buscaba. Supuse que no lo descifró, porque preguntó:
—¿Qué buscas?
Giré mi cabeza hacia él y sonreí de lado.
—Busco a Olivia Rodrigo ¿me ayudas a buscarla, por favor?
Se separó de mi, di la vuelta sobre mis talones al ver que se quedaba callado, tenía las cejas disparadas hacia arriba y me miraba como si me hubiese salido tres cabezas. Abrí la boca para preguntarle qué le pasaba, pero no me dió tiempo cuando dijo con una sonrisa canalla:
—La duda ofende, cenicienta.
Y sin dejarme decir nada, se dió la vuelta y empezó a buscar por las otras mesas llenas de discos. Volví a girarme y seguí a lo mío. Unos pocos minutos después, oí sus pasos acercándose. Me sobresalté cuando la portada del disco de SOUR se puso en mi campo de visión.
Sonreí de lado girando mi cuerpo hacia a Apolo, él sonreía de oreja a oreja, como un niño pequeño. Agarré la funda del disco entre mis manos y lo miré detalladamente. Era precioso. Era el único disco que me faltaba de ella.
—Gracias —alcé la cabeza hacia esos ojos marrones brillantes.
Apolo hizo un gesto con la mano restándole importancia y me indicó con la cabeza para ir a la caja, al ver que fruncía el ceño y no me movía, me agarró con suavidad por la muñeca y me llevó casi a rastras hacia donde estaba la mujer, dejó el disco en el mostrador, la mujer nos sonrió y empezó a guardarlo en una bolsa.
Hice el ademán de sacar la cartera, pero Apolo pareció verme las intenciones, ya que alzó demasiado deprisa su mano hacia quedar casi a un palmo de mi rostro. Me sobresalté dejando de hacer lo que hacía.
—Pero ¿qué haces?
Él no dijo nada. Sacó un billete de 20€ del bolsillo y se lo tendió a la mujer, que esperaba pacientemente. Salimos de la tienda cuando por fin dejó de llover y empezamos a caminar a su casa. Por el camino le pregunté por su hermano mayor, lo único que contestó fue que él no estaba ahí, que estaba trabajando. No era eso lo que quería saber, pero bueno, no insistí, tampoco hice el intento de hacerlo cuando me agarró la mano y la entrelazó con la suya porque todas mis neuronas salieron pitando de mi cerebro sin dejarme opción de hacer o decir nada.
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Hasta que las estrellas se apaguen (próximamente en físico)
Romance« los ojos siempre le pertenecen a la persona que los hace brillar » Un accidente. Una pérdida. Y un alma rota. Tras aquella horrible noche de lluvia, Ámbar sufrió un accidente junto a su padre. Aquél accidente le dejará una marca permanente en su c...