Eran las ocho y media de la noche. Había estado en videollamada con Angélica desde las siete y aún seguíamos, no tenía muy claro que sin ellos me lo pasaría bien, pero Joss tenía razón.
Tenía que hacer más amigos, conocer personas nuevas, así que con ese pensamiento en la cabeza, con mi mejor amiga tras la pantalla y con un sentimiento que había sentido hace muchos años en el pecho, me levanté y empezamos a elegir un vestido.
Hace varias semanas, Amely me había llevado a un centro comercial y me había dicho que podía comprarme lo que quisiera, no lo tenía muy claro aún, pero elegí tres vestidos, el rosa que se ajustaba a mi cuerpo como una segunda piel que llevé al muelle, un vestido azul de tirantes, que llegaba hasta el muslo y abertura en la pierna derecha y uno rojo, este último lo eligió Joss, decía que el rojo me quedaba bien, yo no puse mucha insistencia en decir que no, porque la realidad era que me sentaba genial. También elegí un pantalón de chándal negro y una sudadera.
Amely me había aconsejado no coger ropa negra para el día a día, pero yo no quería usar otra ropa, mi padre había muerto, no podía usar otra cosa. Para las fiestas... eso era distinto, supongo.
Angélica decía que si vas a una fiesta tenías que ser el alma de esta, ir espectacular y radiante. Por eso para las fiestas no me importa tanto el color.
Me pasé el vestido de color rojo por la cabeza y me miré al espejo, di media vuelta y sonreí. Estaba por agarrar los zapatos de tacón negro, cuando llamaron a la puerta. Joss asomó la cabeza con una sonrisita.
-Buenas... -me miró de arriba a abajo y sonrió orgulloso-. Estás genial, Ámbar.
Sonreí con timidez y agaché la cabeza mirándome los pies descalzos.
-¿A que sí? -gritó Angélica tras la pantalla, mi móvil descansaba sobre mi cama.
Joss sonrió de oreja a oreja cerrando la puerta a su espalda, se tiró a la cama con fuerza y agarró mi móvil entre sus manos. Saludó a mí mejor amiga con entusiasmo.
-Hola, Gigi -mi mejor amiga le saludó con un gesto de la mano y sonrió con timidez- ¿Puedo llamarte Gigi?
Era curioso ver a mi mejor amiga así. Tan tímida a la hora de hablar con un chico, sonrojándose cuando Joss le dijo que se veía guapísima incluso con aquél pijama de unicornios. Sonreí divertida mientras terminaba de peinarme. Mi mejor amiga contestó con un sí y empezaron a hablar de no sé qué.
Al terminar de arreglarme del todo, me senté junto a Joss y miré a mi mejor amiga con una sonrisa.
-Ya estoy lista -le pregunté a Joss la hora-. En diez minutos viene James.
Angélica alzó las cejas con sorpresa, se reacomodó en la cama y gritó:
-¿Quién es James y por qué no me has hablado de él?
Le conté quién era y varias cosas de él. No lo conocía mucho, pero ella dijo que este era un buen momento para hacerlo, Joss, claro, estuvo de acuerdo.
-Es un tío genial, ya verás. Te hace reír y esas cosas, a veces es un poco pesado pero te acostumbras. Tiene un perro que se llama bigotes, no me preguntes por qué. Tiene un coche de esos caros ¿Te lo puedes creer? No sé cuál es, no me interesa ¿Sabes? Pero es un buen tío, a veces. Cómo no te trate bien voy y...
-Alto -dije con diversión mientras alzaba una mano en su dirección. Mi primo se calló de inmediato sonriendo como un angelito.
A veces llegaba a dolerme la cabeza de tanto que hablaba o simplemente de los diez temas que metía en una misma conversación. Colgué el teléfono asegurándoles que los llamaría a cualquiera de los dos si algo pasaba.
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Hasta que las estrellas se apaguen (próximamente en físico)
Roman d'amour« los ojos siempre le pertenecen a la persona que los hace brillar » Un accidente. Una pérdida. Y un alma rota. Tras aquella horrible noche de lluvia, Ámbar sufrió un accidente junto a su padre. Aquél accidente le dejará una marca permanente en su c...