Capítulo 22

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Habían pasado tres semanas, así que hoy era el día de reyes, donde se daban los regalos. Joss y yo nos levantamos a las vez, nos sonreímos cuando nuestras miradas se cruzaron en el pasillo, me pasó un brazo por los hombros y nos encaminamos hacia el salón, dónde Amely se encontraba sentada en el sofá, esperándonos.

Nos colocamos uno a cada lado de ella y Joss le tendió el regalo diciendo que era de los dos. Ella sonrió con los ojos llenos de lágrimas mientras abría la pequeña caja y sacaba el colgante. Era precioso. En cuanto lo vimos, pensamos en ella. También pensé en él.

Joss sacó de su espalda un regalo envuelto para mí, sonreí con timidez y lo agarré mientras le agradecía. Yo también le tendí el suyo. No era gran cosa, pero era algo que sabía que le gustaba y lo disfrutaría.

A él le gustaba cocinar, y por consiguiente, comer. Así que le regalé un paquete de seis huevos de chocolate.

No sabía si era un buen regalo, al fin y al cabo, no es algo que pueda guardar como un tesoro, eso es lo bonito de los regalos. Que aunque haya pasado mucho tiempo, aún lo tienes como tú tesoro más preciado, y quizá así sea.

Pero esos pensamientos negativos se marcharon tan rápido en cuanto vi su enorme sonrisa. No le cabía en la cara. Sacó un huevo de chocolate y lo abrió. Tardó exactamente cinco segundos en comérselo. Oí resoplar a Amely a mi lado. Su hijo la miró de reojo con la comisura de su boca manchada de chocolate, yo intentaba no reír a carcajadas.

—Pareces un niño pequeño —volvió a bufar mientras negaba con la cabeza, Joss sonrió como un niño pequeño cuando hace alguna trastada.

Bajé mi mirada hacia el regalo de Joss y lo abrí con manos temblorosas. Era un libro. Alcé mi mirada mientras le dedicaba una sonrisa de medio lado a Joss, él negó con la cabeza restándole importancia.

Era un libro que quería desde hace muchísimo tiempo. Fabricante de lágrimas. Había visto la película con Joss en cuanto salió, me gustó, pero siempre dicen que el libro es mil veces mejor que la película y razón no les faltaba. Me levanté y abracé a Joss con fuerza.

Para cuando Amely ya nos dió nuestros regalos (otro libro para mí, por cierto) Apolo y Enzo habían venido a casa a darle un pequeño obsequio a Joss, y para mí. Un regalo de ambos, aunque sabía que lo había elegido Apolo en cuanto me tendió la caja de terciopelo azul.

Les sonreí mientras la abría, en su interior descansaban dos colgantes. Solté una risita baja mirando a Apolo de reojo. Él tenía una sonrisa burlona en su rostro. Saqué primero el colgante de una corona mirándolo con detenimiento. Después, agarré el otro con manos temblorosas y lo alcé hasta la altura de mis ojos, dejando que se balancee de un lado a otro. La palabra cenicienta con algunos brillos seguía meciéndose hasta que paró frente a mis ojos.

—¿Te gusta, cenicienta?

Me mordí el labio inferior, miré a Apolo y asentí mientras se formaba una sonrisa tímida en mis labios. Le tendió la mano a su hermano, Enzo sacó un envoltorio del mismo tamaño que el de Joss, pero un poco más grueso de su espalda ¿Pero donde lo metían? Qué envidia.

Me tendió el paquete con una sonrisa tímida, lo agarré sonriendo con la boca cerrada y empecé a abrirlo con entusiasmo pero con un poco de vergüenza. Era un reino de carne y fuego, el segundo libro de de sangre y cenizas. Les sonreí a ambos y por instinto me levanté y los abracé con fuerza mientras les agradecía miles de veces. Apolo soltó una risita baja en mi oreja que hizo que mis pelos se erizaran de inmediato. Me separé carraspeando y me senté en mi lugar de nuevo, sintiendo mis mejillas arder.

Eran las siete de la tarde, seguíamos en el muelle, uno al lado del otro. Sin decir nada en este silencio. Quizá diciéndolo todo. Nuestras rodillas se rozaban levemente pero eso era suficiente para mandar chispas por todo mi cuerpo.

Hasta que las estrellas se apaguen (próximamente en físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora