Capítulo 4: Propuesta con beneficios

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El viernes llegó en un abrir y cerrar de ojos. Ya había llorado bastante cada noche al recordar lo que me sucedió, e incluso volvía a tener pesadillas y despertaba creyendo que todo había sido un simple sueño.

Pero regresaba a la realidad cuando me daba cuenta que estaba en casa de mis padres. Por suerte papá no se puso en contra de que me quedara, más bien se alegró de volver a tenerme de vuelta, aunque me dijo el típico: te lo advertí.

Porque a él nunca le gustó Dante.

El divorcio se había llevado a cabo con éxito gracias a mi abogado, quien me ayudó a obtener por lo menos algo de dinero para cubrir los daños emocionales que  me había causado mi ex.

Dante ahora era mi ex esposo y se sentía un poco extraño. Al principio estuvo en desacuerdo al firmar el divorcio, pero no le quedó de otra más que hacerlo y dejarme libre, por más que me siguiera insistiendo en arreglar las cosas.

—¿Estás lista? Tu padre irá al trabajo y yo me iré con él para que me deje en el super mercado, te podemos pasar dejando en el edificio donde tendrás la entrevista —avisó mamá, mirando el reloj en su muñeca—. Ya casi son las ocho.

—Sí, estoy lista. ¿Me veo decente? Digo, intenté copiar la vestimenta de la recepcionista —alegué, dando media vuelta.

Se trataba de una falda de tubo que me llegaba hasta las rodillas, junto a una camisa azul marino de botones. En cierta parte me sentía incómoda por los tacones, no acostumbraba a usarlos.

—Te ves preciosa, mi niña —afirmó, comprimiendo una sonrisa.

—¡Ya nos vamos! —gritó papá desde afuera.

—Ya lo oyes, será mejor irnos antes de que se enoje —bromeó.

Asentí y salí junto a ella, encontrándome con un padre bastante estresado y hablando por teléfono, así que procedió a saludarme en lo que pudo para luego ignorarme el resto del camino al edificio.

El vehículo se detuvo, indicando que el resto dependía de mí. Tenía que escoger rehacer mi vida con ganas ya que tenía el apoyo de mis dos padres. En otras circunstancias ellos me hubiesen dejado de lado.

—Mucha suerte, Ximena —alentó mamá, enseñándome los dedos pulgares.

—Enamora al jefe y tendrás a los demás a tus pies —me animó papá a su manera.

—Trataré de seguir tu consejo, nos vemos más tarde —respondí con sarcasmo, bajándome y cerrando la puerta.

Me preparé mentalmente para entrar al lugar, de inmediato el frío del aire acondicionado me invadió y vi a la misma mujer de la última vez en la recepción. Una hermosa jovencita, le calculaba unos veinte años más o menos. Su cabello negro estaba atado en una cebolla.

Me miró y reconoció porque me saludó.

—Buenos días, vine por la entrevista —hablé.

—Lo sé, Ximena ¿No? El jefe te está esperando en su oficina. Déjame guiarte —argumentó, saliéndose de la recepción hasta quedar a mi lado.

—¿Por qué les interesé? —inquirí en cuanto nos subimos al ascensor.

—Bueno, creo que pronto lo descubrirás —me miró de reojo con una sonrisa.

El pitido del ascensor sonó indicándonos que habíamos llegado a nuestro destino. No tardamos mucho y otras personas, posiblemente eran trabajadores del lugar, esperaban afuera para entrar.

Seguí cada paso de la mujer hasta que se detuvo frente a una puerta de madera que tenía colgado un cartel bastante trabajado. Pero lo que me dejó con los ojos bien abiertos fue haber visto lo que tenía grabado.

Me casé con el hermano de mi exDonde viven las historias. Descúbrelo ahora