Capítulo 42: El robo

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—Olivia, primero tienes que tranquilizarte y explicarnos lo que sucedió con calma, si hablas muy rápido no te vamos a entender —habló Eric, tomando a la muchacha de los hombros.

Olivia contrajo el entrecejo y miró a su jefe con impotencia y tristeza al mismo tiempo, pero hizo caso a sus palabras y respiró hondo hasta buscar la calma, aunque era obvio que le costaba si su celular tenía cosas importantes como el de la mayoría.

—De acuerdo —suspiró, con pesadez—. No encuentro mi celular.

—¿Y por qué crees que te lo robaron? —cuestionó el castaño, ya soltando el agarre que tenía sobre ella.

—Espera —intervino, caminó hacia la puerta para cerrarla y asegurarse de que nadie estuviera escuchando—. ¿Puedo sentarme? —preguntó, las arrugas en su frente eran presentes.

—Por supuesto —dijo Eric, señalándole su propia silla, la del escritorio—. Cuéntanos con calma cada detalle y por qué crees que te robaron. Luego verificamos las cámaras.

Yo aproveché en tomar dos sillas de de plástico que estaban en el pequeño almacén de la oficina, para colocarlas frente al escritorio y que pudiéramos estar frente a Olivia para verla mejor, ya que el sillón que solía estar ahí fue trasladado a otro lado.

—Sé que todavía no llevo un año en esta empresa, pero sabes que yo no soy una mujer mentirosa, Eric, y cuando creo algo, es porque de verdad tengo razón —dictaminó, con una mirada penetrante—. Dejé mi celular dentro del bolso hoy, el cual se quedó en mi casillero, es imposible que alguien haya obtenido la combinación —enfatizó.

Y tenía razón. Había un cuarto especial en donde solíamos dejar nuestras pertenencias, sobre todo las mochilas, bolsos, carteras, o cualquier objeto similar. Eran puros casilleros escolares con combinaciones que solo tres personas sabían: el dueño, el jefe y su más grande colega; Jeanniel.

Pero era imposible que Jeanniel o Eric pudieran haberle quitado el celular a Olivia. El jefe, quedaba descartado totalmente porque no tenía la necesidad de hacer eso, y Jeanniel tampoco lo creía capaz, ya que tenía entendido que empezó a trabajar para Eric desde el inicio.

¿Por qué hacerle eso a Olivia? Si ambos se llevaban de maravilla.

No, había gato encerrado.

Puse mi mano en el mentón, de manera pensativa porque no encontraba juntar las piezas. Tal vez, Olivia solo había olvidado dónde dejó el celular.

—¿Y no crees que pudiste haberlo dejado en otro lado? —inquirí, metiéndome en la conversación—. No estoy dudando, pero a veces me sucede que creo dejar un objeto en un lugar, pero en realidad se encuentra en otro. ¿Y si lo olvidaste en casa? —aporté.

—Ximena, sé que piensas que estoy loca por hacer una acusación tan grande, pero cuando llegué al edificio, mi vecino me llamó y cogí el celular, es imposible que esté en mi casa —respondió, con bases—. Lo que quiero es que me ayuden a averiguar su paradero, por más estúpido que suene... ¿No puedes simplemente revisar las cámaras de una vez, Eric? —rogó, con aflicción.

—Tienes razón, hay que revisar las cámaras de seguridad, pero antes me gustaría saber un poco más del contexto. ¿Con quiénes te has encontrado hoy? ¿Algo sospechoso que quieras decir? —interrogó Eric, montando una pierna sobre la otra.

Olivia se quedó pensando por un momento, se mordió el labio y luego pareció que una chispa se encendió.

—Llegué con normalidad, firmé mi asistencia con Agatha, me encontré con Jeanniel, fui a dejar mis cosas en el casillero —enfatizó la última palabra—. Olvidé que no saqué el celular, y así me fui a la oficina. Empecé mi jornada laboral, hasta que necesité pasar unos documentos de mi dispositivo a la computadora y me di cuenta que no lo tenía encima. Regresé a los casilleros para buscarlo y ¡Oh, qué sorpresa! No estaba en mi bolso —soltó.

Me casé con el hermano de mi exDonde viven las historias. Descúbrelo ahora