CUATRO

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Lucerys se tiene que encargar de los trastes de la comida si es que quiere que su mamá lo deje salir. Es sólo ir al cine con uno de sus amigos y nada más. 

-Te faltaron estos.

Aemond dejó unos platos y vasos en el fregadero, Lucerys puso los ojos en blanco porque estaba a punto de acabar y el mayor llega con más. 

-Sí, gracias.

Terminó con los platos justo a tiempo, su amigo debería estar por llegar, así que corrió escaleras arriba para cambiar la ropa. Se iría así, pero el punto es que como no solía lavar trastes, se había mojado la playera y el pantalón, así que una cambio rápido era lo mejor.

Estaba cerrando la puerta de su habitación cuando el timbre de la puerta sonó.

-Mierda.

Lucerys no quería que nadie más le abriera la puerta a su amigo, porque esta  vez no era Dalton, quien ni de chiste tocaría la puerta, estaría gritando y tocando el claxón como el otro día, esta vez era su amigo más lindo y dulce y no quería que nadie lo interrogara como si fueran a hacer alguna cosa extraña en el cine.

Se apresura, saca una playera cualquiera sin realmente fijarse en lo que se ponía, luego un pantalón negro y sus inseparables tenis. Ni siquiera se tomó el tiempo de mirarse al espejo. Bajó de dos en dos los escalones, irrumpe en la sala y las palabras mueren en su boca.

Aemond estaba sentado en una de los sofás, los piernas cruzadas, su barbilla sostenida por su mano, el dedo índice sobre sus labios. 

Frente a él, Qyle Martell, un chico de grandes ojos azules y expresión de venadito siendo acechado por un depredador. Es un dulce hecho persona, le gustan los video juegos y las películas de terror y las palomitas con caramelo. 

-Hey - dice saliendo del hechizo de ver a su tío en esa actitud agresiva - vamos o llegaremos tarde.

Qyle también sale del hechizo, pasa saliva y se levanta mirando ahora a Lucerys. - OK, vamos.

-Creí que iban al cine, eso dijo este niño.

Aemond se mueve más rápido, se cruza en su camino a la puerta. 

-Aja, vamos al cine...

-¿De verdad?

Lucerys mira a su tío, se comienza a molestar. De por sí era problemático vivir al lado de alguien que jamás le haría caso, ahora, desde la semana pasada, todos estaban viviendo en la casa de Lucerys. Aemond compartiendo uno de las habitaciones de huespedes con Daeron y todo porque Alicent encontró una cucaracha. Así que ya llevaban tres fumigaciones de la casa y ella aun no quedaba conforme. Por eso Aemond estaba ahi "robando" sus calzones y ahora aterrorizando a Qyle. 

Habría sido un sueño compartir casa con Aemond si hubiera pasado el año pasado, habría estado fantaseadon con toparselo en el baño, saliendo de la ducha. Pero ahora simplemente no le interesaba y le irritaba. Más si se confirmaba que era el ladrón de calzones.

-Sí, claro, vamos a ver la precuela de A Quiet Place...

-No le des explicaciones - le dice Lucerys a Qyle al mismo tiempo que toma su mano para jalarlo hasta la puerta. 

-Esa película no es para niños.

Aemond dice y Lucerys casi tiene que soltar la carcajada, pero aguantó, porque sabía que la burla no era algo que su tío apreciara.

-Para niños no, es PG-13 y te puedo jurar que ninguno de los dos tenemos doce años.

Lucerys se pone las manos en la cadera para acentuar su punto, pero es cuando se da cuenta de que lo que sea que se puso se levanta si se le ocurre alzar o mover los brazos. La mirada de Aemond se desvía de sus ojos a su cintura.

¿Por qué?

-Tienes dieciseis, cumples diecisiete la próxima semana y aún así, no puedes ir a ver esa película solo.

-No va solo - intenta decir el dulce venadito de Qyle.


Aemond los sigue, parece un espectro o una maldición en una película de terror. El cine estaba  veinte minutos caminando, es algo bastante común que lo hagan para ahorrarse tener que tomar un taxi. Pero ahora lo hicieron en diez minutos, caminando aprisa por la sensacion de opresión que tenían ambos al saber a Aemond detrás de ellos.

Pagaron dos boletos, Aemond compró uno justo detrás de ellos. Compraron un combo para los dos, Aemond sólo una enorme cubeta de palomitas. Eso le causó extrañeza a Lucerys pero una vez dentro de la sala se dio cuenta de que cada movimiento de Qyle hacia él, para decirle algo o pedirle que le pase los nachos o lo que fuera provocaba que Aemond les aventara palomitas.

Qyle lo mira sorprendido, es obvio que no esperaba ese comportamiento por parte de Aemond. Lucerys había hablado de Aemond con sus amigos, así que ellos sabían que lo ignoraba y que era frío y algo grosero. Aventarles palomitas no era lo esperado, definitivamente no.

Cuando salen del cine es ya de noche y regresarán caminando de la misma manera hasta la casa de Lucerys, de ahí, la casa de Qyle está muy cercana. Aemond no terminó la cubeta de palomitas, así que al salir y seguirlos, como era obvio que sucedería, iba comiendo y aventando algunas cuando Qyle se acercaba a decirle lo que fuera a Lucerys. Pero el punto más importante es que tan sólo salir a la fresca noche, Aemond le tiró encima su chamarra.

-Te vas a congelar.

Lucerys se queda sin palabras, pero como Qyle va hablando de su mega crush, razón por la cual iban a ver la película pues sólo le dedicó una mirada extraña y ya, tuvo que hacer caso de Qyle y seguir caminando.

En realidad Lucerys no tenía frío, pero la chamarra olía bonito.


Qyle se despide en la banqueta, no se acerca a la puerta y en realidad parece aliviado de alejarse de Aemond. Lucerys deja la puerta abierta y detrás de él entra su maldición, esperaba que fuera todo y ya no lo siguiera a todos lados.

-Buenas noches - le dice a punto de salir corriendo escaleras arriba.

-Espera.

Aemond se acerca, lo toma de los hombros para deslizar su chamarra y podersela quitar. Claro, su tío no le iba a decir algo sencillo como "oye, no te olvides de regresarme la chamarra," era mejor quitarsela de encima de esa manera.

Decidió no pensarlo más, sólo era Aemond siendo Aemond.

Hasta que llegó ese delicado toque a su cintura que le dió con la punta de sus dedos.


El mayor se giró, subió las escaleras y listo. Lucerys escuchó la puerta de la habitación cerrarse.

Mientras él estaba en shock por un simple toque.


-Lucerys, qué bueno que ya llegaste...

Su mamá, desde la cocina lo llama y él sale del estupor. Cuando llega su madre está revisando los platos lavados y los echa de nuevo al fregadero. 

-Debes de tallar, Lucerys, tallar, no acariciar los platos - le regaña y él acepta que lo hizo mal sólo con tibias palabras como "sí, mamá," "está bien mamá." - Hazlo de nuevo.

-Vale.


-¿Está bien? - pregunta Alicent al ver como Lucerys esta suspirando mientras talla con fuerza los platos.

-No lo creo, pero por lo menos ahora si lo está tallando como debe. 



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