SIETE

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-¡¡Lucerys!!

No se detiene aunque le ha gritado tres veces, ¿por qué lo haría? Va a ir a patinar al parque, es una caminata de diez minutos si lo hace con pereza. Va prestando atención al celular porque su vecindario es tranquilo, sin tráfico, así que nadie lo atropellará. Manda mensajes a sus amigos, ninguno de los dos está libre ese día, quedaron de verse mañana, ir en el Jeep de Dalton hasta un lugar por la carretera donde pueden holgazanear sin que nadie los moleste.

A su mamá no le gusta que vaya, dice que ahí los adolescentes beben y fuman. Lucerys se ríe, no, claro que no mamá, le dice cada vez que lo regaña. 

-Lucerys.

Escucha su voz detrás, muy cerca, pero sigue sin hacer caso. Después de su cumpleaños Aemond lo evitó como la peste y todo lo bueno que había pensando, esa mínima esperanza, chiquitita y estúpida, se había roto como antes. Debió aprender en los años anteriores, Aemond no siente lo mismo e ignorarlo le es muy sencillo.

-¿Acaso no escuchas?

Lo toma del brazo, lo detiene, Lucerys finge que está escuchando música, tiene los audifonos puestos y Aemond pone los ojos en blanco al verlo en sus oídos. 

-¿Necesitas algo, tío?

Dice "tío" con enfasis, que quede claro lo que son, lo que serán. No puede ser el raro de entre sus hermanos. Jace se fue con la misteriosa Sara, sea quién sea, y Joffrey trata a Daeron como si fuera otro hermano. Así es lo correcto, no lo que él siente y anhela. Es su tío y es todo, no hay más y Aemond está de acuerdo.

Sólo ha estado jugando con él.

-¿A dónde vas?

La pregunta es idiota, Lucerys va cargando los patines sobre el hombro. Aemond se da cuenta, ha quedado mal, muy mal y eso transforma la expresión confundida al escuchar aquello en una sonrisa complacida porque su tío no pudo decir nada mejor.

-Al parque, ¿vienes?

Lucerys pregunta antes de pensarlo, claro que no querría ir, ¿por qué desearía acompañarlo? Pero Aemond parece tampoco entender qué hace ahí, por qué salió de su casa al verlo caminar enfrente, por qué es hoy el día en que ha decidido dejar de fingir que no existe. 

-Está bien.

No lo esperaba, claro que no. Se encoge de hombros y camina de nuevo, Aemond va a su lado, silencioso. Le entrega el audifono que se quitó, esta vez si pone música, pero olvida lo que había estado escuchando antes. Es una banda sonora, de la serie que últimamente se convirtió en su obsesión.

-¿Es un musical?

-Algo así. 

Sólo se dicen eso, llegan  al parque, se siente en una banca. Lucerys se pone los patines, deja sus tenis en la mochila, normalmente se la pondría de nuevo en la espalda y patinaría así, pero ahí está Aemond  quien no puede hacer otra cosa más que verlo. 

-Cuídalo, ¿vale?

Aemond asiente, Lucerys siente su mirada pesada encima y se siente levemente nervioso, pero trata de concentrarse en lo que hará, tomar las rampas, saltan por los obstaculos y hacerlo cada vez más rápido. Además piensa en lo que escucha, en la letra de las canciones que para ese momento ya se sabe de memoria. No piensa en que no le quita los ojos de encima, que lo ve con atención en lugar de sacar su celular y perderse en la pantalla.

"Tengo apetito por el juego

Tengo apetito y deseo"

Sonríe al saber lo que dice después la canción, mira a Aemond y es obvio que aprieta los labios aunque lo esté mirando desde lejos. Sale de la rampa y se acerca a la banca.

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