SEIS

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Se levantó temprano y encontró una pequeña cajita de regalo.

-Oh por los dioses, que sea una tarjeta de regalo de Apple.

Murmura para sí mismo mientras se pelea con un moño muy bien hecho. ¿A quién se le había ocurrido eso? Saca del cajón de su escritorio unas tijeras y apunto esta de cortar el listón cuando se da cuenta de que tiene pequeños capibaras en toda su extensión. Está precioso. 

Deja las tijeras de lado y sigue pelando para abrirlo hasta que lo logra y puede quitar la tapita para ver el contenido. 

-¿Qué? ¿De verdad?

Saca el anillo de plata, cree que lo es por el color, y se lo pone en el dedo anular de la mano izquierda, no pensó en ningún otro significado, sólo lo hizo para probarlo y cuando le agradó la sensación en su dedo, lo dejó ahí.

Nunca antes había usado un anillo, no era lo suyo, pero cuando baja a desayunar lo está mirando y cuando le toca lavar los trastes no se lo quita, espera que no se manche o se arruine.


-No has preguntado qué haremos para tu cumpleaños.

Su madre lo mira secarse las manos, levanta una ceja al notarlo.

-¿De dónde sacaste eso?

-Ah... es un regalo, ¿no has sido tú?

Lucerys le cuenta a su madre sobre la cajita, el anillo, el que se le hace un regalo de lo más raro porque a él no le gustan esas cosas. Rhaenyra toma su mano, lo hace girar sobre su dedo.

-Pues yo no fui, mi regalo te lo daré en la reunión, un linda comida en un de eso lugares tan de moda...

-Ay no, ¿a dónde vamos?

-Joff y Daeron dijeron que es un lugar donde se puede comer y hay videojuegos y se renta por horas...

Lucerys se anima, pensó lo peor porque su mamá no sabe lo que está de moda.

-¿Puedo invitar a Dalton y a Qyle?

-Ya están invitados.



Sus padres junto con Alicent y su abuelo están cantando karaoke, es ridículo porque todos cantan terrible, pero ellos pueden ignorarlos porque están en una partida de gotcha. Joff y Daeron hicieron equipo con Aemond y Lucerys con sus amigos. Dalton parece que se lo toma demasiado en serio y cuando Qyle cae ante un disparo en la cabeza le grita como si fuera un general del ejército. 

Dalton, en venganza, les dispara a los dos niños y ellos se van haciendo berrinche pero dispuestos a vengarse en la siguiente ronda.

-Tenemos que vencer a Aemond.

-Está en desventaja, lo acorralaremos. 

Toman caminos distintos entre el laberinto, hay una mala iluminación y hielo seco que no lo deja ver casi nada. Sólo escucha el grito frustado de Dalton y sabe que ha caido. Ahora Aemond va en su contra y sabe que está en problemas, es capaz de dispararle entre los ojos aunque esté prohibido.

Trata de escuchar con cuidado, fijarse en las sombras. Intenta pensar como su tío, pero es bastante difícil porque no tiene idea de lo que pasa por su cabeza.

Va dando vuelta por las esquinas con todo el cuidado hasta que sin esperarlo, una mano lo toma por detrás y lo sujeta por la cintura. Es casi un abrazo íntimo. 

Lo es.

-Oye, ¿qué haces?

Lucerys se queja, están en una zona muy oscura al final de un túnel, nadie puede verlos cuando están ahí.

-Veo que lo estás usando.

-¿Qué? ¿Es tu regalo?

-Es obvio.

No lo es, piensa Lucerys, porque Aemond jamás le ha dado un regalo. ¿Y por qué demonios lo está sujentando así en la oscuridad? 

-Por cierto, gané.


Lucerys sale del campo de gotcha con el trasero cubierto de pintura verde, seguido por su tío quien no dejaba de presumir el hecho de haber gando un jueguito de niños. 

-Vamos otra vez - dice Dalton.

-No, no quiero - rechaza Lucerys yendo mejor a la zona de arcade. Sus amigos lo siguen y su hermano y Daeron también después de un rato. Se entretienen en las máquinitas por casi una hora hasta que el sonido del boliche distrae a Qyle.

-Oye tu tío sabe jugar bien.

Lucerys voltea y Aemond lleva una puntuación perfecta, tirando todos los bolos cada vez. Pero eso es algo que no sólo él domina, porque su abuelo los llevaban de niños a jugar y todos habían aprendido muy bien.

-Le voy a ganar a ese tarado.


Al final es un duelo entre los dos, sus padres han dejado el karaoke  para celebrar cada chuza de Lucerys, mientras que Alicent con Viserys están apoyando a Aemond. Aemond tira primero y luego Lucerys, ninguno es mejor que el otro y arrancan gritos hasta de los desconocidos que también han dejado de prestar atención a sus juegos para fijarse en el de ellos.

-No sabía que Lucerys fuera tan perfeccionista.

-Está jugando contra Aemond, obviamente que va a ser así - le responde Qyle a Dalton casi en secreto.

-Ay ese qué, está todo feo y además es su tío - dice Dalton y Qyle se ríe como si fuera la mejor broma. -Yo podría derribarle sus pinos de mucha mejor manera.

-¿Vas a jugar con sus bolitas?

-Cállense - Lucerys regresa a su lado, muy concentrado en lo que va a ser el último tiro de ambos. Ve a su tío tomar la bola, la sujeta con técnica, le gusta como sus dedos y gran mano se adaptan al peso. Sus manos, Lucerys se distrae viendo sus manos. Sacude la cabeza para evitar que una tontería así le juegue en contra.

Aemond se encamina, acelera un poco, mueve el brazo hacia atrás y suelta la bola con un movimiento fluido y elegante. 

Falla al tirar un pino. Maldice antes de dar media vuelta y echarle una mirada que podría calificarse como asesina.

-No falles - le dice Dalton.

-Restriegale tu bola en la cara.

-En serio, cállense - les responde a sus amigos. Parece que aquello es una competencia, el campeonato mundial de bolos o un juego por un millón de dólares.

Hace lo mismo que Aemond, sujeta su bola, la acaricia un poco mientras mira los pinos que tiene que tirar, camina un par de pasos, acelera, echa su brazo para atrás y luego hacia adelante y la bola sale a toda velocidad con una fuerza controlada. 

Tira todos los pinos.


-Pensé que nunca nadie la ganaría a Aemond - dice Viserys muy contento.

-Es que Aemond se dejó ganar, porque es cumpleaños de Lucerys - explica Alicent.

-Yo no me dejo ganar, madre - aclara Aemond cuando la escucha.

-¡¡Claro que no!! Te gané porque soy increible.

Lucerys celebra, se va al karaoke acompañado de sus amigos, los brazos de Dalton en su cintura y casi caminan como estampas y Qyle tomando su mano para dirigirlo hasta la cabina que ocuparán. 


En la casa parten un pastel de chocolate, le cantan feliz cumpleaños y Lucerys no puede evitar pedir un deseo.


"Ojalá me volviera a abrazar así."



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