DIEZ

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Lucerys se pasó la noche mirando el techo, recordando los besos de Cregan y ese beso de Aemond.

Ese beso de Aemond.

Cada vez que lo recordaba sentía que se ponía otra vez en vergüenza, esa forma de reaccionar ante el contacto de sus labios no fue nada normal. Le pasó los brazos por el cuello, se abrazó a él evidenciando que necesitaba más contacto y lo dejó dominar su boca.

¿Con qué derecho le permitía aquello?

Se rindió cuando por fin amaneció, no iba a poder dormir nada ahora así que prefirió levantarse. De nuevo, sin gran cuidado, se pone sus pantalones abombados, los que más usa y  una playera cualquiera. Bajó a la cocina, dispuesto a beber café y se encuentra con la triste realidad de que no hay leche y sin leche a él no le gusta el café. Sale de su casa en dirección al Starbucks y se va mandando mensajes con Dalton, la única persona en el mundo que se despierta temprano para hacer una rutina de ejercicio en forma.

Cuando sale de la cafetería con su excesivamente calórica bebida lo encuentra afuera, el Jeep estacionado y él esperándolo.

—No tenias que venir.

—Claro que sí, a esta hora tu cerebro no funciona, hay que asegurarse de que regreses a casa.

Se sube al Jeep y termina contándole todo a Dalton porque si bien sabía algo de su tonto enamoramiento con Aemond, nunca pensó decirle su situación con tantos detalles.

Le cuenta de los días previos, del día de su cumpleaños y del día del parque, de cuando se quemó la piel por el sol y cuando jura que le robó los calzones todos manchados. Le contó de más, tal vez, pero necesitaba sacarlo de su sistema.

—No mames.

Sí, Lucerys estaba de acuerdo, no mames era un buen resumen.

-Pero eso no es todo.

-¿No? - Lucerys niega con la cabeza y esta vez le toca escucharlo hablar de Cregan, de cómo lo encontró tan cambiado a la última vez que lo vio, de lo que sintió al verlo así, de lo que pasó en el cine, de los besos, de lo que sintió al ser tocado de esa manera.

—El Cregan de Jace...

—¿Verdad? - Lucerys hace aspavientos con las manos, dejando de beber su café para enfatizar las palabras de Dalton. - Dice que no le gusta, pero aún así, se puso a darse de besos conmigo. Y sólo soy yo,  ¡¡yo!! Yo, o sea, soy solo yo.

—Estás bonito, tu naricita de bolita y los cachetitos de bebé.

Lucerys le da un golpe en el pecho a Dalton, allí había coqueteo, alguna vez fue más intenso, pero al final era más su amigo que otra cosa. Le gustaba Dalton, pero le gustaba más que no fuera complicado en su vida y más bien una buena constante.

—¿Qué quieres? Aemond es un pendejo, pero es tu tío, de otra forma ya te lo habrías cogido.

—Noooooo

—Ay, claro que si, por lo menos una buena manoseada encuerados.

—¡Nooooo!

Dalton se ríe con ganas y mira al chico de una forma que hace muy evidente que no le cree nada de nada.

—Pues entonces dale con Cregan, igual es más viejo, pero por lo menos no son familia y mínimo no tendrás que mantenerlo como secreto.

Lucerys suspira, precisamente aquello era uno de los puntos más importantes. Lo mucho que le gustaba su tío, pero lo incorrecto que se sentía cualquier cosa con él, hasta mirarlo con más intensidad de lo que un sobrino debería.  

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