Capítulo I - Hora cero

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Aproximadamente a las siete de la tarde de su vigésimo octavo cumpleaños, durante una noche del viernes dentro de su tranquila oficina, Julia Volkova se encontró con el par más perfecto de pechos femeninos desnudos que ella había visto alguna vez. Considerando que su exposición verídica a pechos femeninos desnudos, hasta aquel momento, había estado limitada con el vistazo raro en el vestuario en el gimnasio y, cuando ella tenía doce años, un vislumbre, bastante incómodo de su abuela vistiéndose en su dormitorio con la puerta entornada, esto no decía quizás mucho. Los pechos antes mencionados venían unidos a una stripper media desnuda que aterrizó en su regazo y comenzó a girar al compás de una espantosa, baja y pesada música que salía desde un iPod ahora posado en el escritorio de Julia. No se podía mover con el peso de la mujer sobre sus muslos, sin saber qué hacer con sus manos, Julia sólo podía sentarse y mirar los pechos de color de rosa erectos que se balanceaban delante de su cara. Eran perfectos, y durante un momento loco olvidó la oferta que supuestamente redactaba, y consideró alcanzarlos con sus manos.

Pero ella no era del tipo irresponsable, y ciertamente no era el tipo de mujer que se acercaba a tantear a strippers. Humillada por su impulso, sintió que el calor de la cólera se levantaba por su cuerpo. Creía que su oferta era mucho más importante que cualquier emoción barata que esta mujer ofrecía.

-¿Qué diablos crees que estás haciendo?- Espetó -Ponte de pie y apaga esa música. Ahora- La stripper de cabello rojizo sonrió, balanceándose contra su cuerpo.
-Soy tu regalo de cumpleaños- Ella se agachó y tomó la mano de Julia para ponerla a descansar en uno de sus pechos perfectos -Disfruta de mí- Susurró con pasión en su oreja.

Los dedos de Julia se rizaron automáticamente con la sensación del empuje del pezón erguido en el centro de su palma. Exhalando por su nariz, repitió.

-Apaga la música. No me hagas repetirlo otra vez- La stripper la contempló, todavía sentada a horcajadas sobre sus muslos. Ella levantó una ceja elegante.
-No pareces totalmente desinteresada- Julia apartó su cara para no enrojecer de vergüenza.
-Sólo quítate de mi regazo y ponte tu camisa, por Dios- Su tono fue más áspero de lo que había querido. Estar tan cerca de tanta piel desnuda la hizo preocuparse, y ella estaba decidida a mantener el control.

Alguien fue el responsable de esto, algún idiota compañero de trabajo que iba a vivir para lamentar esta maniobra. Afortunadamente, la stripper parecía entender que no estaba bromeando. Se puso de pie y se apartó de la silla. Al inclinarse para pescar su camiseta de la mochila que ella había dejado caer en el suelo, Julia trató de no dejar a su mirada fija extraviarse al trasero de la mujer. Falló miserablemente. La stripper sonrió abiertamente sobre su hombro cuando se enderezó.

-¿Ves algo que te gusta?
-Me pregunto cómo entraste aquí, sin ser arrestada por colarte- Disparó de nuevo Julia a su visitante no deseada, que vestía con una ajustada camiseta y jeans rasgados, bajos -Si pareces un maleante. ¿Es el traje de pacotilla una cosa de strippers o simplemente tu propia preferencia personal? - En verdad, la joven se veía preciosa. La más mínima insinuación de ropa interior negra se elevó por encima de la cintura de sus pantalones vaqueros. En su mano tenía el sujetador negro de encaje que ella había dejado de lado cuando cayó en el regazo de Julia. Sus pezones se marcaban contra el algodón de su camiseta.
-Scott estaba en lo cierto- Dijo -Realmente tienes que soltarte- Y de repente todo tuvo sentido
-Scott hizo esto- Dijo Julia sin humor -Por supuesto
-Por supuesto. Pero él no me advirtió que serías tal perra. ¿Cuál es tu problema? ¿Tienes miedo de las mujeres desnudas o algo así?- Julia observó a la mujer con frialdad.
-Tal vez tengo miedo de lo que pueda coger contigo retorciéndote en mi regazo- Los ojos de la stripper destellaron.
-Jódete. Me marcho. Feliz cumpleaños, vete al infierno

Ella agarró rápidamente su iPod del escritorio de Julia, llevó al hombro su mochila, y a mitad dio vuelta para salir con paso majestuoso de la oficina. Julia se levantó y la agarró por el codo.

13 Horas (t.A.T.u.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora