Capitulo XXII. Doce meses juntas

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Yulia se sentó en el sofá y sonrió al ver a Isis olisquear al cachorro de gran danés blanco y negro, que ya medía cinco veces su tamaño. El cachorro meneaba la cola frenéticamente mientras olfateaba a Isis y adoptaba una postura que Lena denominaba «vamos a jugar». Yulia miró a su compañera, que contemplaba la escena encantada de la vida.

—Cuando me enrollé contigo no sabía que me apuntaba a un orfanato de cachorros —comento Yulia, divertida.

Rió cuando Isis le dio en la nariz al cachorro con su enorme zarpa y este retrocedió bamboleándose y buscó refugio en el regazo de Lena. Con 23 kilos, todavía era un bebé, pero aun así era demasiado grande para encogerse de miedo encima de Lena como un ratoncito.

—No es un orfanato —rió Lena. El perro empezó a lamerle la cara—. Solo somos madres de acogida.

Lena se veía muy feliz interaccionando con su querida gata y el cachorro sin hogar al que acababa de diagnosticar una displasia de codo. Un año antes, Yulia no se habría podido imaginar que se enamoraría tan fácil y rápidamente de alguien como Lena. Era la persona con el corazón más grande que Yulia había conocido, especialmente en lo que respectaba a los animales. Yulia también se había convertido en una amante de los animales, porque el entusiasmo de Lena era más que contagioso.

A Lena también le gustaban los niños y, aunque a Yulia siempre le habían intimidado, empezaba a fijarse cada vez más en las mujeres que llevaban en brazos a sus criaturitas pelonas de pequeñas manitas y se preguntaba si el futuro le depararía más sorpresas. Tenía que admitir que la idea de formar una familia con Lena le parecía muy atractiva. Además, su madre estaría encantada.

—Eres una madre de acogida maravillosa —murmuró Yulia. Cuando la pelirroja le sonrió con ternura, ella le devolvió la sonrisa—. Al menos a Hamlet se lo pareces.
—Isis no está tan segura. Nunca le ha gustado compartirme.

Yulia se arrellanó en el sofá con un suspiro de satisfacción. Estaba bastante convencida de que aquel era el momento más feliz de su vida. No es que no hubiera disfrutado incontables momentos de felicidad, incluso de gozo, desde la noche en el ascensor con Lena. Y tampoco era que aquel momento en particular fuera específicamente más feliz que los demás. Sencillamente, desde que había conocido a Lena cada día era mejor que el anterior y cada momento que pasaban juntas la llenaba de esperanza y emoción por el futuro. El día siguiente sería más feliz que el anterior y estaría todavía más enamorada.

Después de todo lo que habían pasado juntas, confiaba en Lena más que en nadie en el mundo y sabía que esta sentía lo mismo, lo cual era el mejor regalo que le habían hecho nunca. Aun así, Yulia quería algo más.
Observó a Isis frotarse en los pies de Lena con cautela, moviendo la cola en gesto de irritación.

Maulló cuando Hamlet se acurrucó en el regazo de Lena. Con una sonrisa, Yulia dijo:
—Me alegro de que Isis haya aprendido a compartirte conmigo.
—Sí, dice que ya eres de la familia.

Yulia sintió una inesperada oleada de profunda emoción al oír aquellas palabras. Sí que sentía que eran una familia, y era sorprendente lo mucho que había llegado a depender de la idea de compartir la vida con alguien. Ahora que sabía lo maravilloso que era confiar en otra persona, se maravillaba de todo lo que se había perdido durante los años que había pasado sola. Podría parecer deprimente, pero en el fondo era lo que la había llevado hasta Lena, y no podía imaginarse queriendo estar con nadie más.

La posibilidad de formar una familia con Lena algún día la hizo pensar en sus padres y en su hermano. Hubo un tiempo en el que había estado muy unida a ellos, y todos los cambios que había experimentado en su vida recientemente le habían provocado ganas de arreglar parte del daño que le había hecho a su relación al aislarse de ellos después de la universidad. Parte de su renovado deseo de volver a estrechar lazos era saber lo importante que era la familia para Lena y ver lo feliz que la hacía cuando Yulia daba algún paso en esa dirección. Además, si algún día hacían una locura como tener hijos, aquellos niños merecerían disfrutar de sus abuelos.

13 Horas (t.A.T.u.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora