Capítulo XVII- Tres meses después

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La mañana de su vigesimosexto cumpleaños, Lena despertó con la sensación de una mano suave que se deslizaba por el interior de sus muslos. Aún medio dormida, gimió cuando unos dedos cálidos resbalaron sobre la humedad que, sorprendentemente, le empapaba la entrepierna tan temprano. O acababa de tener un sueño de los que hacen época o Yulia llevaba un rato jugando con ella.
Lena decidió hacerse la dormida y ver qué pasaba.
Las yemas de los dedos de Yulia avanzaron lentamente sobre su abdomen y le rozaron la barriga antes de bajar a jugar con los húmedos rizos que cubrían su sexo. Le dio un tironcito y Lena dejó escapar un gemido desde el fondo de la garganta.
—¿Estás despierta, tesoro?
Lena mantuvo los ojos cerrados, porque tenía muchas ganas de saber hasta dónde pensaba llegar Yulia. Arqueó la espalda ligeramente y abrió los muslos para su amante. Después farfulló algo, en tono soñoliento, y giró la cara hacia el otro lado.
—Aún no, ¿eh? —susurró Yulia.
Le pasó las uñas sobre los pliegues externos y luego trazó suaves formas con la yema de los dedos sobre los resbaladizos labios de su sexo.
—Voy a tener que esforzarme más, pues.
«Sí.» Lena abrió las piernas un poco más. «Esfuérzate más.»
Lena gimió cuando Yulia apartó el viejo edredón de su madre y la dejó destapada, desnuda. Los pezones se le pusieron duros bajo el aire frío y la ardiente mirada de Yulia. No necesitaba abrir los ojos para saber que su amante se la estaba comiendo con la mirada. Excitada, Lena inspiró por la nariz cuando notó que Yulia le acercaba un dedo a su entrada, sin llegar a metérselo.
—Me pregunto qué haría falta para que mi niña se despierte... —canturreó Yulia.
Lena sospechó que Yulia le hablaba a ella y se esforzó por no sonreír.
«Me pregunto qué harás para averiguarlo.»
La cama se hundió cuando Yulia cambió de posición y Lena, que permanecía tumbada de espaldas, se puso en tensión, expectante. De repente, una lengua suave y húmeda le recorrió el camino que le iba del ombligo a los rizos púbicos. Lena gimió y se abrió de piernas. Ya no podía fingir que el deseo no la dominaba.
—Seguro que con esto se despierta —musitó Yulia.
Y a continuación, guardó silencio.
Lena abrió los ojos de golpe cuando Yulia le pasó la lengua por su centro y lamió la humedad producida por su cuerpo dormido. No pudo reprimir un suspiro entrecortado y le enredó los dedos a Yulia en la desordenada melena.
La pelinegra interrumpió sus atenciones y miró a Lena a los ojos, con una sonrisa de satisfacción. Estaba desnuda y tumbada boca abajo entre las piernas de Lena.
—Buenos días, cumpleañera.
—Buenos días.
Yulia la abrió con cuidado y le lamió el coño de arriba abajo. Le hizo cosquillas en el clítoris con la punta de la lengua y a continuación se apartó con una sonrisa de oreja a oreja.
—Te he traído el desayuno a la cama.
Lena echó un vistazo a la bandeja que había en la mesita, junto al armario de roble. Saber que Yulia, la ejecutiva líder de ventas, se había metido en la cocina por ella la hizo sentir de lo más especial.
—¿El desayuno? ¿Para mí?
Yulia le dio un lametón cariñoso, de punta a punta.
—Todo para ti, tesoro. —Aspiró y hociqueó entre los húmedos pliegues de Lena.—Pero antes quiero comer yo.
Lena le acarició la cabeza y la mantuvo bien cerca.
—¿Y el mío se enfriará?
Yulia le chupó el clítoris en un beso caliente y húmedo y se tomó su tiempo para contestar. Cuando finalmente se apartó, se relamió y repuso:
—Es fruta y cereales sin leche. Con zumo de naranja.
Puede que no se hubiera dejado la piel en la cocina, pero sin duda alguna había sido previsora. Lena urgió a Yulia a continuar con su tarea con una sonrisa lánguida.
—Perfecto.
Yulia besó y chupó a Lena hasta que esta empezó a sacudir las caderas contra su rostro. Yulia se apartó con una carcajada suave.
—No te vas a correr tan rápido, ¿verdad?
Lena echó un ojo al despertador de la mesilla de noche.
—Tienes que irte a trabajar en media hora.
La pelinegra negó con la cabeza y gateó sobre Lena para llegar a la brillante pantalla del reloj digital y volverlo hacia la pared.
—Hoy no —murmuró.
Le dio un largo beso en los labios.
—Hoy es un día para nosotras.
«Guau.»
Lena agarró a Yulia de los hombros y le sonrió. El estómago le cosquilleó de placer al saborear su propia esencia en los labios de Yulia.
—¿Te has cogido el día libre?
Yulia le metió el muslo entre las piernas.
—Así es. Quería estar contigo.
La pelirroja no habría sido capaz de borrar la sonrisa boba de su rostro, ni que lo hubiera intentado.
—¿De verdad?
—Ya te dije que tú eres más importante que la gestión de proyectos.
Lena le dio un fuerte abrazo.
—Y tú eres la persona más dulce, adorable y mimosa que...
—¿Soy como un osito de peluche? —la interrumpió Yulia. Se apartó y miró a Lena con cara de disgusto—. ¿Como un cachorrito?
—No. Eres la mujer más sexy, preciosa y maravillosa que he conocido nunca.
—Lo has arreglado bien —le dijo Yulia con un guiño. Entonces le susurró al oído—. Ahora dime lo que quieres.
—¿Para mi cumpleaños?
—Para ahora mismo —la corrigió Yulia. Rotó las caderas y se frotó con Lena—. De mí. —Le pasó los dedos por la barbilla y la garganta—. ¿Qué es lo que quieres, nena?
Lena no tardó en decidirse.
—Quiero que me folles.
Se diría que era Yulia a la que le había hecho un regalo, porque cuando sonrió se le iluminó el rostro.
—Sí.
Lena se abrió de piernas por completo.
—Quiero sentir cómo me follas, cariño. Me encanta sentirte dentro.
Yulia se estremeció al oír aquellas palabras, como siempre. Y también como siempre, Lena se sintió poderosa al verlo. Mientras la besaba de nuevo, Yulia le metió un dedo y le arrancó un gemido gutural. La pelinegra despegó los labios de los de Lena y murmuró:
—¿Más?
La pelirroja asintió y cerró los ojos.
—Más.
Estaba empapada y se moría por tener a Yulia dentro.
—Necesito sentirme llena.
Yulia le sacó el dedo a Lena y la penetró con tres. Con el rostro apoyado en su hombro, empezó a hablarle al oído en voz baja.
—Me he despertado pensando en meterte los dedos por el coño... así.
Lena la abrazó más fuerte.
—Yul, eres tan buena...
Yulia sonrió contra su garganta.
—¿Más fuerte?
Lena asintió y sacudió las caderas para seguir los movimientos de Yulia.
—Más fuerte —respiró por la boca—. Fóllame más fuerte.
Yulia la embestía con tanta fuerza que, con cada penetración, le daba en el trasero con el dorso de la mano. Entonces, sin previo aviso, Yulia se abalanzó sobre ella y le dio un beso de los que quitan el sentido. Cuando se separaron con un gemido compartido, Yulia susurró:
—Eres tan preciosa, Lena...
La profunda emoción que la embargaba se reflejaba en su voz. Con los dedos, le frotó cierto punto que hizo que Lena se retorciera de placer.
—Te... te amo.
Lena se quedó helada, quieta bajo la mano de Yulia, y contuvo la respiración mientras le sostenía la mirada.
—¿Que me...?
Yulia también se quedó quieta, con la mano hundida en el interior de Lena, y la miró con ternura. Estaban la una encima de la otra, piel sobre piel, y ambas tenían la respiración desbocada mientras se miraban a los ojos.
—Te amo. Te amo mucho.
Lena parpadeó, con los ojos anegados en lágrimas. Cuando la expresión de Yulia empezó a dar muestras de pánico, Lena le apretó los hombros con firmeza y hundió la nariz en el cabello de Yulia para aspirar su aroma, mientras se concentraba en la sensación de aquellos dedos firmes que la abrían por entero.
—Yo también te amo.
Las primeras lágrimas ardientes le rodaron mejillas abajo. Era como si hubiera esperado a pronunciar aquellas palabras toda la vida.
—Te amo, Yulia.
Yulia dejó escapar un sonido lastimero y le puso la mano en la nuca para darle un fuerte y emocionado apretón.
—Y ni siquiera es mi cumpleaños —le sonrió, llorosa.
Aturdida, Lena cabeceó, rió y agitó las caderas sobre el colchón.
—Haz que me corra, tesoro. Quiero correrme en tus dedos.

13 Horas (t.A.T.u.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora