Antonym of love

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Ni siquiera había querido cenar, había dejado la comida servida y cuando vinieron a buscarme les ordene llevarse la comida, sentía hambre, pero también me sentía muy mal, aunque el sentimiento de culpa era peor.

Al día siguiente me desperté y frote mis ojos, sentándome, gire la cabeza y Once-ler se encontraba parado al lado de la cama con el torso semidesnudo y el pantalón desabrochado mientras acomodaba las mangas de la camisa.

Aunque era bastante delgado también era de que admitir que... Era bastante sexy.

- Buenos días, cariño, ¿Dormiste bien? - Giro su cabeza hacia mí y sonrió, como si nada.

- Buenos días... Si, gracias por preguntar. ¿Tu dormiste aquí? Realmente no sentí cuando llegaste.

- No dormí aquí, me quedé dormido mientras revisaba papeles en la oficina, pero vine a bañarme y enseguida debo de salir de nuevo, tengo una reunión.

- Ya veo... Aun sigues teniendo problemas con el cuello de la camisa, déjame ayudarte.

Me levante, me puse las pantuflas y me acerque a él, acerque mis manos a su cuello y, en silencio, acepto mi ayuda.

No me atrevía a mirarle a los ojos, tampoco quería.

- ____... Quería hablar contigo sobre-

- ¿Señor Once-ler? Lo buscan en su oficina, los hice pasar ya que es un socio suyo, no quería molestarlo, pero dice que es urgente.

Toco a la puerta hablando detrás de ella, me aleje y mire hacia el balcón, necesitaba darme un respiro.

- Dile que enseguida voy, no tardo. Gracias por avisarme.

Me acerque al balcón y empuje las puertas, recibiendo el aire fresco en mi rostro. Ni siquiera tenía que mirar para saber que él ya no estaba, era obvio que no iba a estar.

Sali de la habitación luego de ducharme y me dirigí hacia el comedor, para desayunar.

- Buenos días, señorita ____. ¿Qué quiere para desayunar?

- Tú sabes que no soy exigente, cualquier cosa esta bien.

Sonreí amablemente, intentando hacerla sentir cómoda.

- Entonces enseguida regreso, no tardo- Sonrió y se dirigió a la cocina, dejándome sola.

El comedor era una sala gigante llena de adornos y cosas lujosas, y una gran mesa para 16 personas, pero solo estaba yo.

No solía hablar con nadie más que la chef, la maquillista, y algunos empleados más.

Mire a mi alrededor, a las paredes llenas de cuadros, y mi mirada se detuvo en un cuadro en especial.

Éramos Once-ler y yo, nos veíamos felices. Otra vez miré a mi alrededor y volví a cuestionarme que era lo que estaba haciendo mal, si me esmeraba por complacerlo y hacerlo feliz.

Me espante cuando llegaron con mi desayuno, no la había escuchado llegar.

- Perdón por asustarla, pero aquí esta su desayuno, que le aproveche.

Ladeo la cabeza y sonriendo se iba a dar la vuelta, hasta que la detuve.

- ¿Podrías hacerme un favor?

- Si claro, para eso estamos señorita.

- ¿Podrías venir y desayunar conmigo? No quiero estar sola hoy- Solté bajando el volumen de mi voz hasta ser casi imperceptible, pero sabía que me había escuchado.

La mire e hizo una mueca, no de asco, sino más bien de tristeza.

- Claro, mi señora, con gusto le hago compañía.

Cafuné - OncelerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora