Hans se aproximaba al centro de la isla con determinación, avanzando por pasillos oscuros y claustrofóbicos que resonaban con el eco de sus propios pasos. Los soldados enemigos fracasaron en detener su avance, pero logró infiltrarse en las oscuras instalaciones controladas por la CSG, donde el imperio había erigido su base de defensa principal. El aire estaba cargado de tensión y el olor a metal y humedad impregnaba el ambiente opresivo que pesaba sobre los hombros de Hans mientras continuaba su peligroso camino.
Mientras surcaba los pasillos sombríos, detuvo su marcha al escuchar la conversación de varios soldados. Las voces resonaban en el silencio sepulcral del lugar, y Hans se detuvo, agazapado en la penumbra, escuchando atentamente cada palabra pronunciada por sus enemigos.
— Si soy honesto, jamás pensé que la CSG fuera a contraatacar —señaló uno de ellos con voz temblorosa, el eco de sus palabras reverberaban en los muros de concreto.
— No hay que preocuparse por eso —respondió su compañero con una confianza fingida—. Nosotros tenemos ganada esta batalla, pase lo que pase. Pero su tono de voz no lograba ocultar la inquietud que se reflejaba en sus ojos, brillando con un miedo apenas contenido.
De repente, un disparo rompió el tenso silencio, el sonido atronador resonando en el aire y haciendo que Hans se agachara instintivamente. Un soldado había intentado matar a Hans, pero su intento fallido solo sirvió para avivar la ira del capitán.
— ¡¿Cómo?! ¿Cómo hiciste eso? —gritó el soldado al ver que la herida de Hans desaparecía misteriosamente, su voz estaba llena de incredulidad y temor.
Con ferocidad, Hans tomó al soldado con sus manos y lo zarandeó violentamente contra los muros del pasillo una y otra vez, el sonido sordo de los golpes resonando en el aire tenso como un trueno lejano.
— ¡Suéltalo o te disparo! —ordenó otro soldado con su mano temblando mientras sostenía su arma.
Hans dejó caer el cuerpo sin vida cuando vio a los soldados apuntándole, su mirada fría y vacía reflejaban una seriedad implacable.
— ¡¿Cómo llegaste hasta aquí?! —exclamó uno de ellos, claramente atemorizado, su voz temblorosa y sus manos sudorosas mientras sostenía su arma con fuerza.
— Busco al capitán Velázquez, díganme dónde está —respondió Hans con una mirada gélida y vacía, mientras su voz cortante se intensificaba aún más.
— ¿No me escuchaste? ¿Qué haces aquí? ¡¿Cómo evadiste la seguridad del edificio?! —gritó el hombre, con la desesperación reflejada en su voz, su rostro contorsionado por el miedo y la rabia.
— Tú fuiste quien no escuchó lo que dije. ¡¿Dónde está Velázquez?!
Hans, harto de la impaciencia y la falta de cooperación, disparó en el vientre del hombre y los demás permanecieron estáticos, llenos de miedo irracional, el sonido del disparo resonando en el pasillo como un trueno lejano.
Los soldados, en un arrebato de furia y desesperación, sintieron el deseo de acabar con su enemigo y se abalanzaron sobre Hans a mano limpia, pero el hannés los enfrentó con una destreza y agilidad asombrosas, dejándolos fuera de combate con facilidad, sus movimientos fluidos y letales asemejaban a los de un puma atacando a su presa.
— ¡Déjense de juegos de una vez por todas! —gritó Hans con voz ronca y autoritaria, su tono lleno de determinación y furia contenida, mientras los soldados yacían derrotados en el suelo, incapaces de ofrecer resistencia.
Los soldados, recargados en el suelo, aún se negaban a responder con la ubicación del capitán, su lealtad a la patria y al imperio permanecía inquebrantable incluso en la cara de la muerte.
— No seríamos capaces de traicionar a la patria solo por nuestras insignificantes vidas. Usted más que nadie lo sabe, capitán Braun —dijo uno de los hombres, dirigiéndose a Hans, con una macabra sonrisa de despedida, sus palabras resonando en el aire como un eco de condenación.
Enseguida, los soldados activaron un detonador que llevaban oculto bajo sus uniformes, y el edificio se desplomó con una poderosa explosión, el estruendo ensordecedor llenó el aire mientras los escombros caían como lluvia mortal sobre el suelo. El pasillo quedó sumido en la oscuridad y el caos, mientras Hans luchaba por mantenerse en pie en medio del desastre.
Del otro lado de la isla, la capitana Wong y su tropa luchaban encarnizadamente contra las fuerzas de Hannoria, el sonido ensordecedor de las explosiones resonaba en el aire mientras el fragor de la batalla envolvía el paisaje. La tensión era palpable, el humo y el polvo se mezclaban en el aire, oscureciendo el cielo y ocultando la luz del sol.
— ¡Maldición! ¡¿Acaso sus defensas no tienen punto débil?! ¡Ya hemos atacado con artillería pesada! ¡¿Por qué no logramos avanzar?! — se quejaba Irina, con el rifle en la mano y el rostro marcado por el cansancio y la determinación.
— ¡Cállese de una vez, soldado! ¡En lugar de gritar idioteces, siga disparando! — exclamó la capitana Wong con voz firme y autoritaria, infundiendo ánimo a sus hombres en medio del caos de la batalla.
Repentinamente, una voz interrumpió la tensa situación:
— ¡Capitana Wong! Es... Es el capitán Velázquez.
La noticia trajo un destello de esperanza en medio del conflicto. La capitana se giró hacia la voz con un destello de angustia en sus ojos.
— ¿Qué sucede?
— Nos ha enviado sus coordenadas, al parecer está al noreste de la isla.
— Maldición, espero que Hans lo encuentre. — murmuró la capitana para sí misma, su voz denotaba ansiedad y preocupación por el destino de su camarada.
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Hannoria
Science FictionEn un mundo al borde del colapso, el Imperio de Hannoria ha sumido a la tierra en un abismo de opresión y caos. La Coalición de Seguridad Global (CSG) emerge como la única esperanza de resistencia contra esta tiranía despiadada. En medio de la guerr...