29. Documento 4

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Habían transcurrido varios días desde la llegada de Hans y los capitanes a Boscovania

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Habían transcurrido varios días desde la llegada de Hans y los capitanes a Boscovania. En ese tiempo, el estado psicológico de Hans se veía profundamente comprometido. La sombra de la muerte de Sammuelle aún se cernía sobre él, tejiendo una red de intranquilidad que oscurecía sus propósitos. Sus pensamientos, antes claros y definidos, ahora se veían envueltos en un manto de incertidumbre.

Por otro lado, Beaumont encontraba un refugio seguro en la presencia de Hans. Tras meses de defender su país de los ataques constantes de la CSG, se sentía prevenido ante la posibilidad de una invasión. Sabía que Hans sería su mayor arma en la batalla por la victoria, un baluarte contra la marea de enemigos que amenazaba con desbordar sus fronteras.

Julien Beaumont, una de las mentes más preclaras de la humanidad, destacaba como un joven erudito cuyos conocimientos trascendían las fronteras del mundo conocido. No solo había liderado una revolución tecnológica sin precedentes en su país, sino que también había instaurado un período de prosperidad inigualable en Boscovania. Un país que, milagrosamente, no dependía del comercio exterior para subsistir. Era una hazaña que desafiaba las leyes mismas de la economía global, y sin embargo, él lo había conseguido.

30 de Agosto, Parlamento Guizé, Nasiria.

El salón del parlamento, impregnado de un silencio pesado, roto solo por el murmullo tenso de los legisladores que ocupan sus asientos. Las paredes de mármol, adornadas con retratos de líderes. La luz tenue que filtra a través de las ventanas altas se refleja en el suelo de madera pulida, creando destellos irregulares que resaltan la solemnidad del momento.

Los asientos de cuero desgastados por años de uso se alinean en filas ordenadas, cada uno ocupado por un legislador ansioso, algunos con expresiones relajadas, otros con rostros tensos y ceños fruncidos. El aire está cargado con una mezcla de nerviosismo, anticipación y desconfianza, creando una sensación casi tangible de electricidad en el ambiente.

En el estrado, el presidente del parlamento se yergue con una compostura impasible, sus ojos escudriñando con atención a los líderes reunidos a su alrededor. Su semblante refleja una determinación férrea, aunque una leve tensión se percibe en su postura, como si fuera plenamente consciente del peso aplastante de la responsabilidad que descansa sobre sus hombros en este momento crítico.

—Mifdak ha caído; es un hecho que nos sitúa en la cúspide de este conflicto. Y pensar que hace apenas unos años creímos que esto llegaría a su fin... —expresa uno de los presentes, su voz cargada de desilusión, reflejando la frustración en su mirada.

—La CSG nos ha convocado a esta asamblea con el objetivo de encontrar una solución a esta situación. Es cierto que hemos perdido una nación, como muchas otras que sucumbieron años atrás... Pero eso no nos ha detenido hasta ahora —responde el presidente de Valgránia, su voz resonando con autoridad y determinación, como un faro de esperanza en medio de la oscuridad que amenaza con envolverlos.

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