Sêlboro había decidido ir a ver si habían progresado algo los gnomos picando en la mina. Solía salir de noche y disfrutar de la tranquilidad del bosque. Jamás se cansaba de admirar la belleza del bosque de Siborneo y del misterio que manaba de él. Había una trágica leyenda acerca de cómo había surgido el primero de aquellos preciosos árboles, pero incluso para alguien como Sêlboro le parecía demasiado macabra. Según decía, con el nacimiento del primer hechicero surgió el primero de los árboles que formaban el bosque de Siborneo, cuando la sangre de la madre, al haber sido herida de muerte por el bebé, tocó el suelo. Sonrió al recordarla y siguió avanzando. Levantó la vista hacia el cielo para observar las estrellas, como cada noche, y le agradó ver que Orevan estaba prácticamente completo. Al igual que las lunas, Orevan, a pesar de ser un planeta, tenía un ciclo lunar que hacía que en muchas ocasiones se mostrara lleno o parcialmente lleno. Al ser un planeta luminoso, cuando los rayos del sol llegaban hasta él, multiplicaban su luz y hacían que este brillara con muchísima más intensidad. Pero lo más curioso de todo era que, cuando Orevan se mostraba lleno, influía en los wargos más que la luna llena, haciendo que se volvieran agresivos y más sanguinarios, y eso estaba a punto de suceder. Sêlboro no llegaba a comprender del todo por qué sucedía ese fenómeno, pero le agradaba saberlo, pues podía manejar a esas bestias a su antojo, y mientras más agresivas fueran, mejor.
Caminó entre los árboles lentamente, disfrutando del paseo. Hacía una cálida noche y el cielo estaba totalmente despejado. Ya se estaba cansando de los cambios tan bruscos que sufría el clima a causa de los Auras, pues influían en la climatología de Sendaris. En Matheroth, por ejemplo, no hacía ese calor únicamente porque esté ubicado en el sur; sino porque el Aura Vulcán causaba ese efecto. Sêlboro tenía que reconocerlo: si podía evitarlo, no quería enfrentarse a un Aura con semejante poder destructivo.
Había otra cosa que le resultaba extraña, y es que aún no se había deshecho de la sensación que lo acosaba desde hacía días. Si tuviera que describirlo, diría que se parece a la sensación que se tiene cuando algo se olvida, pero había algo más; lo intuía. Había percibido que la fina línea en la que se basaba su estabilidad se había torcido y no sabía qué lo causaba. En su día había dado por hecho que era por las Medio Espíritus hermanas que tenía presas en la gruta de los fameros, pero enseguida le quedó claro que no era esa la causa. Por ello se dirigía en aquella ocasión a Zaphiria, para ver que todo estuviera en orden y la búsqueda seguía su curso. Era crucial que encontrara el Mist, pues de ello dependía su éxito. Él, por ser quien era, tenía una sensibilidad especial para detectar aquel objeto cuando se hallaba próximo a él, y eso iba a hacer. Los gnomos habían picado muy duramente, por lo que daba por hecho que ya deberían estar cerca de hallarlo. No le resultaría muy difícil encontrarlo.
Se aproximó lentamente hacia la brecha por la que se accedía a las minas de Zaphiria; una enorme abertura en el suelo con unas rampas para descender al fondo. Ya desde arriba se oían los ruidos de los picos golpeando la dura roca. Tenía a unos elfos cuidadosamente escogidos de Levri para asegurarse de que los gnomos picaban constantemente sin apenas descanso. Sabía que el Mist se encontraba en aquel lugar, solo era cuestión de tiempo dar con él.
Bajó las rampas y caminó entre los sucios gnomos, llevándose consigo todas las miradas. En más de una ocasión oyó el azote de los elfos a los gnomos que se olvidaban de seguir picando cuando pasaba Sêlboro a su lado, y él ni siquiera se giraba; estaba más pendiente de lo que la propia roca pudiera transmitirle. Caminó entre galerías y grutas subterráneas, sintiendo cualquier anomalía. Tenía que reconocer que los gnomos habían cavado muy profundo, pero no era suficiente, y así lo transmitió.
—Habéis realizado una gran labor —gritó para que toda la mina le oyera—, pero lamento informaros de que no es suficiente.
Alargó un brazo y cogió de la nuca uno de los gnomos que tenía más próximos.
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BÚSQUEDA - Parte 2 - El camino del Portador
FantasyTras conocer la existencia de su abuela y despertar sus poderes destruyendo el castillo de Matheroth, Sara deberá afrontar nuevos retos mientras Sêlboro la persigue incluso cuando es llevada de vuelta a la Tierra. Entrenará, conocerá el desprecio de...