El comandante Lark y la Guardia Blanca habían estado atravesando todo el continente durante tres largas semanas. Habían tardado un poco más de lo previsto, pues querían evitar el reino de Gotherrim, así que se dirigieron por el sur del castillo, a dos kilómetros de distancia, y atravesaron el centro del continente de aquella manera. La primera opción había sido ir por el norte, pero querían evitar a toda costa las zonas montañosas.
Había pasado ya una semana desde que Lark enviara dos exploradores para que reconocieran el terreno, y aún no habían vuelto. Estaban atravesando la linde del bosque en dirección a Fin del Mundo, y ya se encontraban extenuados. Habían caminado sin descanso durante todo el día y gran parte de la noche, por lo que ahora exigían un descanso de al menos unas horas.
—Necesitamos descansar, señor —se acercó jadeando uno de los soldados ataviado una reluciente armadura de color blanco.
El comandante miró al grupo y vio que, efectivamente, necesitaban descansar, por lo que dio el alto y pronto se encontraron levantando un campamento improvisado sobre los árboles.
—Qué ganas de llegar y pasar el rato con dos lindas...
—Aún nos quedan dos días de camino, Vent —interrumpió Lark disgustado—, ahorra fuerzas.
El comandante era un caballero con las mujeres y las trataba con delicadeza y gentileza. No le gustaban los alardes de machismo que a menudo tenían los soldados que lideraba, pero no tenía piedad si consideraba que una mujer se pasaba de la ralla.
A decir verdad, Lark no estaba de buen humor, sobre todo desde que había perdido la oportunidad de pelear con el general Terrin de los Nacwar. Solo habían luchado en una ocasión, y no fue más que una mera exhibición, pero a Lark le bastó para saber que el general poseía un poder envidiable y digno de ser probado. En aquella ocasión había ido con otras intenciones, claramente, y no le hubiera importado morir si era a manos de su mayor rival, pero lamentaba no haber tenido el enfrentamiento con el que tanto había soñado.
—Señor —interrumpió Vent sus ensoñaciones—, alguien se acerca.
Lark ladeó el cuerpo sobre la rama y esperó hasta que vio dos siluetas moverse sigilosamente entre los árboles. Sin ningún aviso bajó de un salto y cayó frente a ellos, asustándolos. Eran los dos exploradores que habían sido enviados a reconocer el terreno.
—Señor, traemos malas noticias.
—¿Qué noticias?
—Señor —tartamudeó—, Fi-fin del Mundo ha caído, se-señor. Ya no existe.
—¿Qué quieres decir?
—Llegamos hasta el límite del bosque y a lo lejos, donde debía estar el castillo blanco, solo había ruinas y humo, señor.
—¿Quién ha sido? —susurró peligrosamente.
—No-no sabemos, señor.
Lark se dio la vuelta de mal humor, pensando en qué debía hacer. Ahora que Fin del Mundo ya no existía, no tenían un lugar al que dirigirse, lo que los ponía en una situación precaria. Caminó de un lado a otro en mitad de la noche, intentando ignorar los cuchicheos que se extendían a su alrededor. Si volvían hacia atrás corrían el riesgo de ser interceptados por Gotherrim. Si seguían avanzando no iban a encontrar más que las ruinas de su hogar. Las otras opciones no eran mucho mejores. Una opción era que tomaran el camino hacia la bahía de Godransk, pero allí no encontrarían más que otra ciudad hecha ruinas, demasiado cerca de esa otra ciudad en cuyo interior aún vivían esos asquerosos humanos.
—La morada de los últimos humanos —susurraba constantemente.
Si iban, por el contrario, hacia el sur, no se encontrarían más que con las Llanuras Yermas, una tierra inhóspita e interminable en la cual no había absolutamente nada.
ESTÁS LEYENDO
BÚSQUEDA - Parte 2 - El camino del Portador
FantastikTras conocer la existencia de su abuela y despertar sus poderes destruyendo el castillo de Matheroth, Sara deberá afrontar nuevos retos mientras Sêlboro la persigue incluso cuando es llevada de vuelta a la Tierra. Entrenará, conocerá el desprecio de...