Darko caminaba lentamente por una hermosa ladera de hierba alta, cuyos escasos árboles se hallaban lejos los unos de los otros. Había atravesado todo el continente de forma discreta, huyendo de toda civilización posible. En la costa de las Llanuras Yermas había cogido un bote que le llevaría hasta la isla de Lamhb y ahora se encontraba entre sus hermosas laderas, caminando tranquilamente. El trayecto en bote había sido largo, pero bastante apacible; y más teniendo en cuenta que había coincidido con la escapada que había hecho Boreas de su isla, por lo que el mar se había mostrado menos ajetreado.
Iba buscado a Sam, el Aura que habitaba en aquella isla. Pero, lamentablemente, no se dejaba ver tan fácilmente. La isla de Lamhb era, posiblemente, la isla más variopinta de todas, pues en ella se concentraban todo tipo de climatologías, además de distintas superficies. También era la isla más grande de todas, y Sam podía encontrarse en cualquier punto. Por ahora caminaba por las hermosas colinas donde la hierba se movía con una suave brisa. Otra característica de la isla era que, en comparación con las islas donde vivían los demás Auras, esta albergaba más vida además del Aura que residía en ella. La primera vez que Darko había pisado aquel lugar le sorprendió muchísimo ver varios animales y aves allí, pero después de conocer mejor a Sam lo entendió todo. Sam no era un Aura común, pues su origen no era como el de los demás. Tal vez, el Aura que más se le pareciera era Galicea.
De las bellas laderas de hierba pasó a una tierra totalmente pedregosa y cubierta de rocas; lo más parecido a un laberinto. A punto estuvo de caer por las grietas que allí había, pero sus excelentes reflejos lo salvaron de una caída mortal. Caminó aún dos horas más hasta que llegó a una zona boscosa, llena de árboles de tronco grueso y hojas oscuras. El sol brillaba con fuerza, pero no conseguía pasar el tupido manto de hojas. Los pájaros piaban e incluso, en algún punto, le pareció escuchar el sonido de algún búho; cosa rara, pues apenas había esa clase de animal en Sendaris.
Tras unos minutos comenzó a notar la presencia de Sam a su alrededor; veía cómo los árboles cambiaban de forma; también cómo se abría el suelo bajo sus pies. Se estaba divirtiendo. Con todo, no se asustaba, pues ya sabía cómo funcionaban las habilidades de Sam. Él podía controlar la realidad y distorsionarla a su antojo, haciendo que lo que Darko estaba viendo fuera real o no. Las habilidades de Sam podían ser mortales, pero, normalmente, no las empleaba a menos que estuviera en peligro.
—Has tardado en llegar —dijo una voz en el aire.
Darko no se inmutó, pero paró en seco y oteó a su alrededor en busca del origen de esa voz.
—¿Ya te has acostumbrado a mis juegos? —preguntó de nuevo la voz.
—Vamos, sal ya, he recorrido un camino muy largo —se quejó Darko.
Una ondulación comenzó a surgir en el aire, deformando todo a su alrededor, hasta que apareció la figura humanoide de alguien, aunque no se definían sus rasgos.
—¿Se lo entregaste? —preguntó Sam.
—Sí. Incluso fingí ser yo quien asesinó a los ancianos. Esa me la vas a pagar.
Sam soltó una carcajada suave, sin molestarse por la amenaza del chico.
—Tranquilo, Darko, todo se sabrá, ten paciencia.
—¿Para qué me has hecho venir hasta aquí?
—Necesito que me hagas otro favor.
—Tú dirás —se ofreció desinteresadamente.
—Sé que el elfo está buscando un arma. He sacado ciertas conclusiones, pero no estoy muy seguro. Lo que puede significar...
—¿Y? —preguntó sin comprender, al ver que no continuaba.
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BÚSQUEDA - Parte 2 - El camino del Portador
FantasiTras conocer la existencia de su abuela y despertar sus poderes destruyendo el castillo de Matheroth, Sara deberá afrontar nuevos retos mientras Sêlboro la persigue incluso cuando es llevada de vuelta a la Tierra. Entrenará, conocerá el desprecio de...