Era un día común y corriente para Meliodas y Elizabeth, la albina se despertó sola y olió un aroma delicioso, un aroma a comida deliciosa. Se estiró, puso sus pantuflas y se levantó de la cama. En ese momento, sintió un horrible mareo, al punto que debió agarrarse de la cama pero no le tomó importancia y bajó a desayunar.— Buen día joven Elizabeth — dijo uno de los guardias de seguridad.
— Buen día Chandler — dijo sonriendo y saludando con una mano.
Hacía unas semanas que había ido a vivir a la mansión de Meliodas. Era obvio que al principio no sabía orientarse pero con el paso de los días, ya no se perdía en esa inmensa casa.
Estaba enamorada. Bajo aquella máscara de Meliodas de chico malo y mafioso, descubrió un Meliodas tierno, gracioso y muy amoroso. Estaba consciente de que él no quería tener hijos, pero ese era el anhelo de Elizabeth, de todas formas no quería separarse de Meliodas y si eso significaba no tener hijos, lo aceptaría.
Elizabeth entró al comedor y tomó un plato que una de las chefs de Meliodas le dio con un pedazo de un pastel de crema y fresas.
— Buen día Eli — dijo Meliodas dejando el celular en la mesa. Ella caminó unos pasos y se detuvo en el quinto paso — ¿Eli? ¿Te sientes bien?
Dejó caer el plato al suelo y segundos después calló ella.
— ¡Elizabeth! — gritó Meliodas, pero para ese entonces, ella ya no escuchaba nada. La cargó y salió del comedor — Chandler, trae mi auto ahora.
El hombre asintió y fue por las llaves del coche. No tardó en cargar a Elizabeth en la parte de atrás y él en el asiento del piloto. Condujo lo más rápido que pudo, tocando bocina para que lo dejaran pasar.
— Ya llegamos Eli, tranquila — dijo sacándola del auto y se adentró en el hospital — ¡Que alguien me ayude!
— Señor Demon... — murmuró una de las secretarias — ¡Traigan una camilla ahora!
La pusieron en la camilla y varios doctores estaban rodeándola.
— ¿Tomó algo anormal? ¿Pastillas?
— No no, que yo sepa no, por favor atiéndalan bien.
— Su presión está alta y su respiración en sangre esta baja, ponle un respirador — dijo una de las enfermeras.
Meliodas no se fue ni un segundo del lado de Elizabeth, su familia llegó, también la de él, pues ya le habían tomado cariño. Luego de unas horas, ella comenzó ha abrir los ojos.
— ¿Elizabeth? — preguntó Meliodas parándose de la silla a su lado.
— ¿Meliodas? ¿Donde estamos? — preguntó ella mientras se sentaba en la camilla.
— Estamos en el hospital, te desmayaste — él la tomó de la mano y le dio un beso en la mejilla — Mira, ya viene el doctor — dijo Meliodas señalando al hombre que se acercaba.
— Buen día señor Demon y señorita — dijo colocándose sus gafas.
— Buen día doctor, ¿Qué tiene mi mujer?
¿Su mujer? Se preguntó Elizabeth y dio una media sonrisa. Jamás le había dicho así, y eso la enamoraba más, ambos agarrados de la mano mientras el doctor decía lo que ella tenía.
— No les voy a mentir, la señorita Elizabeth tuvo un problema en el corazón, este dejó de bombear tanta sangre y su respiración no podía viajar bien, por suerte la pudimos salvar de tener un paro cardíaco — hizo una pausa y siguió hablándo — se quedará en el hospital esta noche para observarla y hacerle estudios. Me retiro — lo último lo dijo y Elizabeth se quitó la máscara de aire ya que podía respirar bien.
Ambos se miraron a los ojos y se besaron. Fue un beso corto lleno de amor y cariño. Sus familiares y los de Meliodas se intercalaron para poder verla.
— Hay Eli, cuando me avisaron que estabas aquí me asusté y le dije a Estarossa que vengamos para darte fuerzas.
— Gracias Liz, eres una muy buena amiga y cuñada.
— Para eso están las amigas ¿no?
— Hay Elizabeth — dijo Estarossa mirando a Meliodas — Meliodas nos llamó alterado, jamás lo vi tan asustado como ahora.
— ¡Estarossa! — murmuró con las mejillas rojas de vergüenza, no quería dejar de dar la imagen del chico sin sentimientos.
— Pero fue así, ¿no Liz?
— Exacto, tienes un buen hombre a tu lado Eli.
— Lo sé, y es el mejor hombre que pude conocer.
Luego de todas las visitas, llegó la noche y la hora de dormir, ella había caído dormida en la camilla y Meliodas en la silla, apoyando su cabeza en su vientre. La noche pasó con normalidad, sin ningún ruido o distracción que molestara a Elizabeth. Meliodas despertó a la mitad de la noche y no volvió a dormirse; entró una enfermera y le tomó los controles suavemente para no despertarla y le dio un pulgar arriba a Meliodas, haciendo que se sintiera mejor.
La mañana llegó y con eso el despertar de Elizabeth. Le trajeron su desayuno, con más fuerza, pudo comer bien y el color en sus mejillas volvió.
— Como me asustaste, joder — dijo Meliodas dejando su celular a un lado — Estabas tan pálida y ahora tus mejillas están rosas otra vez. Cómo me tranquiliza eso.
— Gracias por preocuparte por mi.
— Eres mi mujer, ¿cómo no preocuparme?
Su mujer. Esa frase sonaba en la mente de Elizabeth una y otra vez. Estaba marcando territorio, eso era un hecho. Cuando salieron del hospital, Meliodas cuido de Elizabeth como si fuera una bebé.
— Señorita Elizabeth — dijo Chandler — ¿Cómo está?
— Mejor Chandler, gracias por preguntar — dijo y caminó a la habitación con ayuda de Meliodas. Ambos se sentaron en el borde de la cama y el rubio la abrazó.
— ¿Quieres algo de tomar? ¿Comer? — preguntó él.
— No Mel, mientras estes conmigo y no me abandones está bien — dijo sonriendo.
— Jamás lo haría — dijo besándola cual beso Elizabeth siguió. Él la tomó de la cintura y ella colocó sus manos detrás de su cuello — ¿Segura que quieres? ¿No estás-
Ella se abalanzó contra él y lo besó con pasión y él lo siguió. La ropa cayó por toda la habitación y pasaron una noche llena de pasión y magia. Ambos se amabas y eso era lo más importante.
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¡Brujitas y brujitos!Lo sé, lo sé, estuve desaparecida, pero volví y volví con todo y con otro capítulo de esta historia.
Díganme, ¿les gustó? ¿Tienen alguna teoría? ¿Preguntas?
Cariños❤️
Moon_
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Criminal
RomanceElizabeth, una neurocirujana muy prestigiosa y muy buena persona, queda su vida patas arriba al conocer al jefe de la mafia más importante. Él quiere iniciar algo con ella, pero Elizabeth duda al saber quien es él. ¿Podrá ella amarlo a pesar de quie...