La noche avanzó casi sin darnos cuenta, y cuando menos lo noté, estaba escuchándolo respirar cansado, esforzándose por mantenerse despierto. Por mi parte, no tenía sueño. Estaba acostumbrado a pasar las noches en vela, así que solo observaba el techo, sintiendo cómo mi corazón latía acelerado.
—Si pudieras hacer algo en estos momentos, cualquier cosa, sin importar lo ridículo que sea, ¿qué harías?—
cuestioné al chico con cierta malicia, tomando en cuenta que los filtros estaban desapareciendo debido a su falta de sueño. ¿Juego sucio? Quizás un poco, sí.
"Creo que te llevaría un café. Regresaría al momento en el que te declaraste y te daría un café, porque así relacionarías ese sabor conmigo el resto de tu vida", respondió él.
Después de aquella respuesta, ya no reaccionó. Se quedó dormido y ni siquiera pude decir algo más. Me dejaba con las palabras en la boca y eso me fastidiaba. ¿Cuándo sería el momento de que realmente habláramos de ello? Porque si, fue esa noche donde por fin lo acepte, estabamos coqueteando, demasiado, como para decir que eran imaginaciones mias. El aun me gustaba.
Esa mañana, curiosamente desperte bastante descansado, aun si habia permanecido despierto hasta la madrugada hablando con Tweek, desperte sin querer aplazar la alarma.
La escuela no estuvo fuera de lo normal, las primeras clases del viernes siempre eran aburridas, no coincidia ninguna de las dos primeras horas con Clyde, Kyle, Tolkien o Tweek, pero si con Kenny, que habia tratado de acercarse a mi toda la mañana, pero por cosa del destino no se habia podido. pero la siguiente clase era artes, y era de las pocas clases que compartiamos casi todos.
Encontrarlo en el pasillo fue fácil; estaba bromeando y empujándose con los chicos, refiriéndome a Tolkien y Broflovski. Clyde venía a un costado, pero se le notaba fastidiado, lo que me recordaba que tenía esa plática pendiente con él.
—¿Qué hay? —pregunté en voz alta, haciendo que el castaño sonriera y se dirigiera directo hacia mí, casi corriendo.
—Ya no lo soporto —murmuró molesto mientras se recargaba un poco en mi brazo. Era unos 10 centímetros más bajo que yo, así que realmente, si quería preguntarle algo en privado, la mayoría notaría que nos estábamos susurrando secretos. Por eso, habíamos tomado la decisión de no hacerlo más, aunque a veces las cosas parecían menos interesantes para el resto y dejaban de esforzarse para escuchar. —En verdad, de la nada llegó Tweek y se sentó conmigo en Historia, luego en Geografía, y ahora que nos toca Música. Parece que tiene intenciones de venir también. —se quejó.
—Sí, creo que lo empezarás a ver más seguido —respondí en voz baja antes de que él me empujara y me viera molesto.
—¿Estás bromeando, verdad? Pasé muchos años encabronado por lo que te hizo como para aceptarlo así de la nada.
—Vamos, no te pongas así, Clyde. Nada de celos. Tú siempre serás mi hermano, el número uno —le dije, pasando mi brazo diestro por encima de los hombros, tratando de relajar el ambiente.
—Ja, claro, como digas, no estoy celoso ni nada de eso —respondió, aunque su tono de voz dejaba claro lo contrario—. Solo digo que me preocupa que te vayas a meter en otro lío con un rubio. Ya sabes, como paso inicialmente con Tweek y con Thomas un par de años despues.
—Tranquilo hermano. No vuelvo a cometer los mismos errores —intenté calmarlo, reconociendo que tenía razon.
No podía negar los méritos de Clyde. Siempre estuvo a mi lado cuando Tweek se alejó de mí, dejandome perdido y sin saber a quién recurrir con la muerte de mi cobaya. Naturalmente acudí a él, además de ser mi vecino y el más accesible en ese momento. Clyde fue el primero en darse cuenta de que algo no iba bien. Yo solía ser bastante reservado con mis emociones, rara vez compartía mis problemas con los demás. Pero desde el momento en que Donovan me escuchó, se convirtió en mi confidente, mi hermano de otra madre. En nuestras casas, la línea entre familia y amigo se desdibujaba: podía aparecer en su casa para cenar con él, su hermana y su padre, sin previo aviso, y ser recibido como uno más. Del mismo modo, Clyde solía presentarse en la mía y hacerse sentir como en casa, incluso mis padres lo consideraban otro hijo. En resumen Clyde había sido un gran apoyo cuando Tweek y yo nos alejamos. Siempre estaba allí, incluso antes de que yo mismo me diera cuenta de que algo andaba mal. Era como si pudiera leerme la mente.