Noctámbulo

55 8 0
                                    


Esa noche no podía dormir. El silencio de la habitación era interrumpido solo por el tic-tac constante del reloj de pared, y cada minuto parecía más pesado que el anterior. Hubiera preferido que Wendy fuera otra vez la causante de mi insomnio. Al menos con ella, podía culpar a alguien y descargar mi rabia en ello. Pero esta vez era distinto. Una pesadilla se cernía sobre mí como un manto de oscuridad. No importaba cuántas veces cerrara y abriera los ojos, la imagen persistía en mi mente, arraigándose con cada parpadeo.


Y la lluvia de afuera no ayudaba. El repiqueteo constante de las gotas contra el tejado creaba el ambiente perfecto de una película de suspenso, mezclándose con mis pensamientos. Las sombras de la noche se filtraban por la ventana entreabierta, danzando en las paredes y amplificando mi sensación de inquietud. Aunque fueran simplemente las ramas de los árboles las que recreaban esas siluetas, me causaban inquietud, sobre todo porque desconocía las habilidades de aquel que era uno de los protagonistas de mi sueño, dejando que mi imaginación se desbordara.

Después de haber acordado ayudar a Marsh y Broflovski, no hicimos mucho. Bebe tendría la casa para ellos solos, así que ella y Donovan se marcharon temprano. Nos quedamos Tolkien y yo, sumidos en un incómodo silencio. Aunque Black era la voz de la razón, no me animé a contarle acerca de lo de Tweek. Mi amigo sabía que yo era gay, pero desconocía el verdadero motivo por el cual creí durante años que el rubio se había alejado. De hecho, aún tenía esa plática pendiente con Clyde y Bebe, una conversación que se había vuelto esquiva y escurridiza, incluso después de que ella hubiera visto aquel mensaje que había ignorado.

"Necesitamos hablar. ¿Puedes venir a mi casa mañana?"

No es que no quisiera verlo. Después de sentirme extraño por perder su atención una vez más, la confesión en el bosque y ese regreso a casa con un silencio para nada incomodo, trataba de poner en orden mis propias emociones. Me había repetido tantas veces que ya no sentía nada por él que incluso ahora me costaba admitirme a mí mismo que algo se había removido en mi interior. Estar frente a frente, sentados, mirándonos a los ojos como cuando éramos niños, me había puesto nervioso y aun si queria mentirme a mi mismo, no podia.

—Puta madre, Tweekers, cómo te odio —balbuceé, revolviéndome entre las sábanas algo incomodo.

Después de haberme levantado tres veces antes de las 2 de la madrugada, no queria darle muchas vueltas al asunto, los poderes, el equilibrio y mi propio corazon eran suficiente para hacerme sentir ansioso, o de menos molesto. Pero si dejaba de pensar en ello la oscuridad de la habitación me abrazaba con una sensación casi claustrofobica. Por ello tomé el teléfono con manos temblorosas y le mandé un mensaje a Clyde. Odiaba no poder conciliar el sueño, y tomaba muy en serio aquel ofrecimiento que me hizo cuando éramos niños.

"Si alguna vez no puedes dormir, escríbeme. Intentaré estar ahí para ti".

Y así lo había hecho desde entonces. Claro que la mayor parte del tiempo, el castaño no respondía; tenía un sueño extremadamente pesado y regularmente me contestaba por la mañana, aun asi, la sensacion de compañia y tener a alguien a quien recurrir en esos momentos era suficiente para no sentirme solo. Pero esta vez fue diferente.

Apenas el mensaje salio de bandeja, vibró mi teléfono, una ráfaga de esperanza se encendió en mi pecho. Pero para mi desgracia no necesité ni siquiera abrir el mensaje para saber qué hacer. Me puse tenis lo mas rapido que pude y tome las llaves de la camioneta de mi papá, y partí. Más tarde discutiría con él acerca de tomar el carro sin permiso, pero en ese momento, no había espacio para la reflexión o la culpa.

—¿Qué mierda clyde? ¿donde te metiste? —me pregunté repetidas veces mientras me acercaba a la escuela. Rogaba que la pesadilla no fuera real. La lluvia golpeaba con más fuerza contra el parabrisas del carro, como si el cielo mismo llorara por lo que estaba por descubrir. Porque aún si no era igual, la sensación de "vacío" estaba ahí, como una sombra que se alargaba sobre mi. Haciendo que los escalofrios que recorrian mi columna cada que eric estaba atras de mi aparecieran.

Serendipia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora