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★Capítulo VIII★

—Ay... ya dejé lo—menciono Aniceto adolorido. Llamando la atención de todos, sobre todo de aquella alebrije joven.

—Orales, ya no había visto a otro alebrije  así como nosotros—expreso el alebrije. —Somos una especie en extinción desde la guerra de alebrijes—menciono cabizbaja.

—Ay no, ¿ahora que vamos hacer?—cuestiono Eva con preocupación.

—Debemos ir tras Moira—comento la castaña levantándose del suelo pero al segundo cayó nuevamente de rodillas, cosa que llamo la atención de aquel alebrije joven.

Guorales, hace mucho, que tampoco veía la muerte lenta de un fantasma...—menciono el alebrije.

—¿Muerte lenta?—cuestiono Finado.

Todos voltearon a ver preocupados a la castaña, que al parecer ya sabía lo que tenía y aún así no dijo nada. La joven desvió la mirada.

—¿Querida?—cuestiono Finado acercándose a la castaña.

—Ayudemos a Don Aniceto, está igual de herido que yo—menciono la castaña volteando a ver al mayor de todos, pero al cruzar miradas con ella negó con la cabeza.

—No me dejaré ayudar hasta que tú nos cuentes la verdad.

Todos asintieron ante las palabras del Alebrije mayor.
La castaña frunció el ceño preocupada, pues nunca quiso que se enteraran de este modo, pero tenía que hablar y eso iba hacer pero el alebrije joven la interrumpió.

—Pues muy fácil, aquí mis ojos de seguro hace mucho que estaba al borde de la muerte y para seguir con vida le otorgaron parte del poder del códice—menciono el alebrije.

Eva al igual que todos voltearon a ver al alebrije confundidos, ¿Eso se podía? Y nuevamente regresaron su mirada a la castaña que sonrió nerviosa por la explicación rápida del alebrije.

—¿Eso es posible?—cuestiono Moribunda.

—Cuando llegué al mundo de los muertos, era realmente alguien débil e inútil, estuve en muchas ocasiones en el borde de la muerte, pero mi querida maestra me salvó en cada una de las ocasiones en las que iba a morir. Ella se negaba a entrenarme para que me protegiera a mi misma, de algún modo le gustaba ser ella mi heroína—solto una pequeña risa nostálgica—Sin embargo, una vez nos topamos con Moira en uno de sus tantos intentos de arrebatarle el códice de las manos, y como siempre yo observaba a la distancia preocupada por mi maestra, pero Pascual, el secuaz más fiel de la pelinegra me encontró y me atacó por la espalda como en la cueva.

—Ese desgraciado, estúpido canalla—gruño molesto Finado.

—Solo, que en vez de empujarme o algo así, clavo en mi hombro una espada con algún tipo de energía extraña—menciono la castaña frunciendo el ceño—Como no sabía defenderme solo grite de dolor a la vez que me quedaba paralizada del miedo, me recordó a alguien de cuando estaba viva, viva lo que se dice viva. Mi maestra fue ayudarme cuánto termino con Moira y sus otros secuaces, pero yo ya estaba muriendo otra vez gracias a Pascual. Cuando se iba a enfrentar a Pascual, este se marchó burlándose de mí y de mi maestra, Jin, mi maestra al notar mi estado y notar que estaba muriendo ahora en mi no-vida... su primera opción fue otorgarme poder del códice para sobrevivir, por eso puedo controlar sin problema alguno el códice... aunque  siempre sale algo mal por mis emociones.

Por Tí || Chimo y túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora