Capitulo 4. ¿Una razón por la que la odio? Fleur

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Gia y Dumbledore se dirigieron a la puerta trasera de La Madriguera que, como era habitual, estaba rodeada de botas de lluvia viejas y calderos oxidados. Dumbledore dio tres golpes en la puerta y la chica vio moverse algo con precipitación detrás de la ventana de la cocina.

- ¿Quién es? - preguntó la señora Weasley, nerviosa -. ¡Identifíquese!

- Soy yo, Dumbledore. Y traigo a Gia.

La puerta se abrió al instante. Allí estaba la señora Weasley, bajita y con una vieja bata verde.

- ¡Gianna, cielo! - la muchacha le sonrió -. ¡Cielos, Albus, me has asustado! ¡Dijiste que te esperáramos hasta mañana por la mañana!

- Hemos tenido suerte - repuso Dumbledore mientras hacía entrar a la chica -. Slughorn resultó mas fácil de persuadir, todo gracias a Gia, claro. ¡Ah, hola, Nymphadora!

La señora Weasley no estaba sola, pese a que ya era muy tarde. Una joven bruja, con cara en forma de corazón, pálida y con un desvaído pelo castaño, estaba sentada a la mesa con un tazón entre las manos.

- ¡Hola, profesor! - saludó -. ¿Qué tal, Gia?

- ¡Hola, Dora!

Gia se fijó en que estaba muy demacrada y sonreía de manera forzada.

- Tengo que marcharme - se disculpó Tonks; se levantó y se echó la capa por los hombros -. Gracias por el té y por tu interés, Molly.

- Por mí no te marches, por favor - dijo Dumbledore con cortesía -. No puedo quedarme, tengo que tratar asuntos urgentes con Rufus Scrimgeour.

- No, no, debo irme - insistió Tonks sin mirarlo a los ojos -. Buenas noches.

- ¿Por qué no vienes a cenar este fin de semana, querida? Vendrán Sirius y Ojoloco...

- No, Molly, de verdad... No obstante, muchas gracias. Buenas noches a todos.

Tonks se apresuró a pasar junto a Dumbledore y Gia y salió al jardín.

Cuando se hubo alejado un poco de la casa, se dio la vuelta y desapareció. Gia tuvo la impresión de que la señora Weasley estaba preocupada.

- Bueno, Gia, nos veremos en Hogwarts. Sirius vendrá a recogerte en unos días - se despidió Dumbledore -. Cuídate mucho. A tus pies, Molly.

Le hizo una reverencia, siguió a Tonks y desapareció en el mismo lugar en que lo había hecho la bruja. La señora Weasley se volvió hacia ella para examinarla.

- Estas muy hermosa, cielo - la alabó, mirándola de arriba a abajo -. Has crecido mucho, parece que te hayan hecho un hechizo extensor, como a Ron. ¿Tienes hambre, Gia?

- Si, un poco - admitió, dándose cuenta de lo hambrienta que estaba.

- Siéntate, querida. Te prepararé algo.

En cuanto se sentó, un gato rojizo y peludo de cara aplastada le saltó a las rodillas, se instaló allí y se puso a ronronear.

- ¿Esta Hermione aquí? - preguntó la chica, contenta.

- ¡Ah, si, llegó anteayer! - respondió -. Están todos acostados, claro. No te esperábamos hasta dentro de muchas horas. Toma... - volvió a golpear el cazo -. ¿Quieres pan, tesoro?

- Si, gracias, señora Weasley.

Ella sacudió la varita por encima del hombro, y una barra de pan y un cuchillo volaron directamente hasta la mesa. Mientras la barra se cortaba por sí misma y el cazo de sopa volvía a posarse sobre el fogón, la anfitriona se sentó frente a su invitada.

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