Capítulo 5. Y después de meses, por fin...

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El cabello negro bien arreglado. Los ojos grises brillando con emoción al verla. Su chaqueta de cuero, camisa y vaqueros negros, con zapatos a juego. Su porte aristocrático.

- Hola, pajarito - la saludó nada mas verla bajar por la escalera. Gia se quedó paralizada, con la boca abierta, y echó a correr con decisión hasta su padrino, llorando.

- Sir...

- Siento haber tardado tanto, cariño - se disculpó, cogiéndola de la cabeza con mimo -. Nos ha costado mucho hacer que la casa sea segura para ti.

- Te echaba de menos - dijo con voz tomada por las lágrimas.

- Y yo también, cielo. Pero ya no tienes que preocuparte por eso.

- Sirius, ¿de verdad crees que es una buena idea? - preguntó Molly -. Creo que Gia preferiría quedarse aquí, con sus amigos, distraerse.

- Estará perfectamente, Molly, te lo aseguro. Y sus amigos pueden venir cuando quieran, y vosotros también. La Red flu esta conectada de manera directa y sin interferencias para cuando quieran venir, es el número 31 de Chelsea.

- No sé, Sirius...

- Molly, es una casa muy segura, en serio. Es un bunker - Molly se mordió el labio, indecisa, pero realmente no tenía argumentos ni autoridad como para impedir que la muchacha se marchase. Desde el salón, Ginny miraba a Sirius con profundo odio -. Pero créeme, Gia... es una urbanita. Le gusta la gran ciudad,

- Chelsea no esta en el centro - replicó.

- ¿Y quién te ha dicho a ti que te iba a llevar a vivir al centro? - terció -. Demasiado lo has recorrido tú ya. No, no. Nos vamos a las afueras.

Sirius hizo desaparecer su baúl y la jaula de Hedwig, y juntos se pusieron delante de la chimenea de los Weasley, nerviosos.

- Tú primera - le indicó. Cogió un pellizco de polvos y los arrojó a las llamas, volviéndolas verdes -. Vendréis para su cumpleaños, y nos reuniremos para ir al callejón - le dijo a los Weasley, que asintieron. Gia se metió en las llamas y dijo en voz alta:

- Número 31 de Chelsea - la chimenea la succionó, arrastrándola entre un sin fin de visiones borrosas y salones de desconocidos, hasta que la marcha aminoró y se detuvo en un salón en concreto.

Era un precioso salón de estilo industrial, con una pared de ladrillo en la que había un mueble de color madera oscura, con una estantería llena de libros. Unos mullidos sofás en forma de ele rodeaban una mesa de café y una alfombra de pelito color gris oscuro. Era muy luminoso. Se apartó, mirándolo todo, y Sirius apareció tras ella.

- ¿Qué te parece? - le preguntó, nervioso.

- Es... es preciosa, Sir. Me encanta. ¿Estilo industrial?

- Me apetecía algo moderno, y Dumbledore opinó que te gustaría - Gia asintió, dándole la razón.

- Es... ruda, como tú. Pero acogedora.

- Como tú - le dijo Sirius. Se sonrieron y subieron al piso de arriba. Un gran rellano, coronado por un gran ventanal en el que se veía la calle, dejaba pasar una enorme cantidad de luz, o al menos, cuando no hubiese neblina, Gia supuso que sería una visión mucho mas preciosa que en ese momento. Bajo éste, había un acogedor sofá con una mesita y otra alfombra -. Es para cuando me apetece tomar la siesta en forma de perro, pero que me de el sol - confesó. Gia le miró y se echó a reír a carcajadas.

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