Era trabajo de todas las haciendas, que sus peones se encargaran del ganado, principalmente vacas. Se comenzaban las jornadas cuando apenas salía el sol. El rancho de los de la Vega, era reconocido por un gran terreno para mantener el ganado allí, aparte de tener unas cuantas tierras más y tener una hacienda a la comodidad del dueño. Era cosa de envidia o celos, el hecho de que la quieran comprar, tal así hizo don Rodrigo Malapensa, quien al ver que la hacienda estaba en sus mejores tiempos -tal, así como en ganado y en mantenimiento- decidió hacerle una oferta a don Alejandro, para tener más terrenos, pero por, sobre todo, ser más rico. Esto, le molestaba un poco a Antonio, quien solamente se sentía feliz con su hacienda "pequeña" (mentira, si tenían 3 hectáreas más que los de la Vega, en fin, la hipocresía), por ende, no le llamaba la atención la propuesta de su padre, pero tuvo que acceder. Fue así, como una mañana temprano fue don Rodrigo para hacerle la oferta a don Alejandro.
Esa mañana, de hecho, estaban Diego y su padre practicando o, mejor dicho, peleando cada uno con sus espadas. Don Alejandro sigue aún sin entender por qué a su hijo, no le gustan las espadas o meterse en los duelos, pero solo le pedía que no le haga pasar más vergüenza. En un momento, Diego casi mata en pedacitos a Bernardo, lo cual demostraba su torpeza.
-Lo siento Bernardo. -dijo Diego, con ironía sabiendo que su padre no piensa que Diego puede ser el Zorro.
-En guardia- exclamó don Alejandro, ya enojado de que su hijo no aprenda. -Diego, ¡debes prestar atención! No puedes bajar la guardia.
Mientras, doña maría estaba cuidando de sus plantas, las que cuida desde que Diego e Inés son pequeños. Cuando pasó Diego, y le cortó con el sable unos cuantos ramilletes, ella reaccionó muy mal, casi lo aniquila. Estos siguieron peleando, se levantó Inés.
-Padre, iré a ver las vacas en el establo, Bernardo quieres... ¡Diego! -dijo Inés, al ver que la espada de Diego casi cae encima de ella.
Diego, lamentándose, solo la miró avergonzado.
-Soy un torpe y patético espadachín, ¿Cierto? Creo que soy una gran vergüenza. Espero me perdones, mi querida Inés, por mi espantosa torpeza sin destreza. -dijo, terminando en forma de inclinación, como un actor cuando termina su obra.
-Diego, de haberlo sabido, ¿crees que te hubiera enviado a estudiar a España? Tienes que estar aquí para aprender a ser un verdadero ranchero.
En eso, llegó un criado, avisando que don Rodrigo Malapensa había llegado. Los ojos del mismo, al ver la hacienda, solo le generaban codicia y haría lo que fuera para conseguir la hacienda. Todos los presentes, se sentaron en la sala de estar, Inés, se quedó en la biblioteca, para pasar desapercibida.
-Es un placer tenerlo de visita, don Rodrigo. -dijo don Alejandro.
-El barco que tiene en su casa de ve restaurado, en muy buenas condiciones. -Agregaba Diego, para sonar "interesado" en la charla.
-El océano ha sido muy bueno conmigo, pero ya estoy viejo, y necesito complacer mis gustos. -dijo observando con atención el interior de la casa. -don Alejandro, iré al punto, quiero comprar su hacienda.
Inés, que estaba en la biblioteca, al oír esto solo se sorprendió y asustó un poco, se escondió detrás de la puerta para seguir escuchando sin que la vean. Diego, miraba a su padre, este también lo hacía, no entendían tal oferta del señor.
-Don Rodrigo, el rancho de la Vega no está a la venta, y nunca lo estará.
-Entiendo que esté muy apegado con su hogar don Alejandro, después de todo, es un lugar sagrado, pero la época de los pequeños ranchos terminó. -dijo riéndose malvadamente. - ¡Quiero ser el dueño de la propiedad más grande de California!
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El Zorro no terminó como debía haber terminado
Ficção HistóricaEl jóven Diego de la Vega, recien llegado de España, comienza a vivir junto a su padre luego de estar seis años alejado de su tierra. Su bienvenida lo lleva a enamorarse de su mejor amiga de la infancia, Carmen, quienes comienzan a conocerse aún más...