Capitulo 19

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Desde el pasado abril, los días pasaban como siempre, tranquilos, con gente comprando en pueblo, los peones moviendo el ganado, los ricos que se juntaban a dialogar sobre el pueblo, el ejército, que entre más crecía más popularidad ganaba, la primavera permitía que los ampos se enverdecieran y dieran su color característico. Pero algo novedoso pasaría un día de esos, llegaba a Los Ángeles, un parlamentario importante en Ciudad de México, Fabio Robert, tenía un hijo, un abogado de buenas letras, llamado William Robert, de unos veintinueve años, robusto y de buen porte, que llamaba la atención de todas las damas. Se quedarían unos cuantos meses para arreglar problemas financieros en el pueblo.

Esa mañana, don Alejandro y su hija Inés, fueron al pueblo para pasear un rato y comprar si se daba la oportunidad. Leandro al ver a los mencionados, fue para saludarlos, y hablar con Inés, quien era la razón de que se acercara a ellos. En eso, ellos comenzaron a hablar tan bien, que don Alejandro se alejó para dejarlos solos, él, orgulloso de su hija por como hablaban, solo pensaba en un amor próximo para Inés.

- ¡Pero Leandro! ¿No crees que es muy relevante el hecho de que no hallan leyes que hablen sobre impuestos? -preguntaba Inés, mientras se apoyaba en el palenque*. -Porque es muy raro que tu padre siga cobrando más de lo normal...

-Si bien tienes un punto... Un muy buen punto, tenemos que saber que todo lo que tenga que ver con tener otro ascenso o enriquecerse, lo vuelve loco e engreído, pero, en fin, creo que va contra las leyes y...

-Y tu no puedes decir nada, a menos que tengas otro ascenso, ¿o no Sr. Monasterio?

-Ay bueno Inés... -se sonrojó y se rascó la nuca. -Pero no lo sé, no puedo decir nada.

Inés cambió de tema, estaban metidos en la charla. En eso se paseaba William Robert junto su padre, quién los vio muy juntos hablando, se acercó hacia ellos dos y saludó a Inés, Leandro vio que se trataba de William y se despidió muy fríamente dando su saludo protocolar, como todos los soldados, se dirigió hacia el cuartel, Inés lo miraba pensando qué le había pasado. William, la saludó, Inés solo quedó dura viéndolo fijamente, hubo una conexión entre ellos que generaba nervios en Inés. Luego ella le respondió tratando de no ponerse más nerviosa de lo que estaba. Se intercambiaron unas cuantas palabras, él mencionó un baile en la casa de los Malapensa, lo cual llamó la atención de Inés, le afirmó que iba a asistir y se despidieron, él besó su mano y ella lo miraba con apreciación. Luego vio que Leandro estaba por entrar al cuartel y salió corriendo para detenerlo y hablar con él -el chico podría haber sentido celos o algo que no sabemos.

Si bien el Sr. William es descendiente de italianos, este muchacho vivió la mayor parte de su vida en Monterrey, básicamente creció con Leandro, ambos se ubicaban en la mansión del gobernador, pero cuando ambos ya eran mayores -llegados los dieciocho años – ambos tomaron caminos diferentes, pero lo que más resalta de esto, es que Will nunca volvió a hablarle a Leandro, ya sea por alta fama, lo cual lo hacía ver como una persona que siempre trataba de enfocarse en si misma y nunca en los demás. Cuando Leandro lo volvió a ver, años después, solo se enteró que su hermana -Ana Lucía Monasterio que era la hermana menor de Leandro y Sebastián, que en paz descanse- tuvo que dar su vida por él, William. Los hermanos al haberse enterado que durante la primavera ambos huyeron hasta Ciudad de México para comprometerse en secreto, donde luego fueron asaltados y ella murió apuñalada, solo no podían seguir viendo a William, el odio hacía su familia era tan repudiable, que incluso lo amenazaron de muerte. El Sr. Robert siguió su vida como si nada hubiese pasado entre la hermana de los muchachos y él, nunca contaba nada acerca de su pasado, lo cual lo hacía ver un hombre de muchas sorpresas.

Inés cuando se acercó hasta donde se encontraba Leandro, le preguntó si le había pasado algo, él solo le respondió que le hicieron señas desde el cuartel de que debía entrar, se despidió de Inés de la misma manera de la cual se alejó, primeramente, Inés, confundida, solo lo miraba con tristeza pensando qué le pasaba. Luego Inés volvió con su padre y volvieron a la hacienda. Al llegar, se encontraba Carmen y Elena hablando con Diego y Bernardo sobre las modas de Ciudad de México, Inés al ver que estaban tan metidos en la charla Elena y Diego, le hizo señas a Carmen -quien estaba mirándola para saludarla con la mirada – para que ambas subieran a su habitación, fue así como Carmen entendió y fueron discretamente hasta arriba.

El Zorro no terminó como debía haber terminadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora