Capítulo 37

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Unos cuantos días después, Isabel ya llevaba muchos meses con una gran barriga, solo deseaba que volviera todo a la normalidad y no tenga que esconder más su relación con Antonio, quien, por motivos de la presencia de su marido, tuvo que dejar de visitarla, pero nunca faltaban las cartas que él le mandaba.

Una noche, mientras descansaba en la alcoba junto con su marido, sintió algo que Inés le había explicado que pasaría cuando sea la hora de que su bebe salga. Se comenzó a sentir mareada, se sentó en su cama y trató de caminar para dirigirse al cuarto de baño, donde estaba el espejo, su esposo, la escuchó pararse y le preguntó como se sentía, estaba acostado, pero le preocupó ver que su mujer no llegaba, se paró y la vio con las manos apoyadas en un mueble mirando el piso.

- ¿Todo en orden? -preguntó al ver que no se movía.

Ella giró su cabeza y lo miro, todo su cabello le cubría la cara. Comenzó a soltar lagrimas de rabia.

-Pues... no... no lo sé -recuperó su postura. -Creo que necesito ¡AHHHHH! -comenzó a sentir las contracciones. -Luis manda a llamar a Inés.

- ¿Isa?

-QUE LA MANDES A LLAMAR. ¡AHHHHHHHHHH! -gritaba mientras abrazaba su barriga, trató de caminar hasta la cama, pero solo pudo sostenerse en el mismo mueble.

Don Luis bajó tan rápido como pudo y mandó a llamar a Inés, el criado salió y fue hasta la hacienda de los de la Vega. En la habitación de Inés, quien descansaba pasivamente con Leandro, sintieron que estaban por tirar la puerta, se paró con su chal y abrió la puerta rápidamente, doña María le dijo que Isabel estaba dando a luz, fue así como no lo pensó, tomó sus botas y con su ropa para dormir bajó las escaleras tan rápido como pudo, no podía correr tan rápido por las pocas semanas de embarazo que tenía. Subió al carruaje que la esperaba y en unos minutos ya estaba cerca, nunca había andado tan rápido en un carruaje.

Al llegar, cómo ya conocía la casa, subió hacia la habitación, en el pasillo estaba don Luis nervioso, sin saber qué hacer, al verla se alegró de saber que Isabel estaba en buenas manos. Entró a la habitación sin pensarlo y la vio en el suelo gritando y llorando de dolor. Ella se acercó y la levantó para dejarla acostada en la cama, en eso entró una criada que trajo un cuchillo y un pocillo con agua, Inés desinfectó el utensilio y comenzó a trabajar en Isabel, al ver que todo iba en orden, hizo lo que tenía que hacer, al ver que el pequeño salía, ella comenzaba a llorar.

- ¡No estoy lista para esto! -sollozaba Isabel, mientras apretaba una almohada y hacía fuerza

- ¡Isabel, lo estás haciendo bien, sigue haciendo fuerza! -le regañaba Inés, quien tenía fe en ella, sabía que iba a resistir. -Ahora ¡puja!

-Pero...

- ¡PERO QUE PUJES PENDEJA!

- ¡ESTO DUELE MUCHOOOOO! -gritaba mientras lloraba.

En eso, ella dejó de gritar, se escuchaba un llanto minúsculo, la criada se acercó a Inés con una mantita y comenzó a limpiar el niño para luego dárselo a Isabel. Al ver que no le hablaban, Isabel comenzó a enloquecer.

- ¡Muchachas digan algo! -gritaba esperando respuesta.

- ¿¡Quieres calmarte un momento!? -gritó Inés haciendo que ella haga un gesto, arrepentida como un niño siendo regañado por su padre. Inés acercó el bebe hacia Isabel y se lo dio. -Tienes un niño, Isa. -le dedicó una sonrisa que hizo brillar los ojos de Isabel al ver al pequeño.

-Dios santo, y yo que me quejaba por ti preciosura. -comenzó a llorar mientras acariciaba delicadamente el mentón del bebe.

-Llamaré al patrón. -dijo la criada.

El Zorro no terminó como debía haber terminadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora