𝐏𝐑Ó𝐋𝐎𝐆𝐎

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Daenys odiaba Desembarco de Reyes y los funerales, pero darle el último adiós a su querida hermana era crucial.

Mientras montaba a Ala de Plata no podía evitar que sus manos temblaran.

Con veinticinco años surcaba los cielos con el cabello trenzado perfectamente y su vestido negro de luto.

Ala de plata aterrizó sobre el monte que alguna vez fue vivo espectador de como ella reclamaba al dragón.

Acarició al dragón plateado antes de que este emprendiera vuelo lejos de ahí.

Un caballero se encontraba ahí, hizo una reverencia antes de pedir su nombre para ser anunciada.

—Lady Daenys Arryn, Señora del Valle.—Dijo ella mientras entraba al carruaje tirado por hermosos corceles.

La fortaleza Roja se alzaba ante sus ojos y no pudo evitar sentirse agobiada.

Durante los diecinueve años en los que su hermana estuvo casada ella visitó una única vez el castillo y fue en el nacimiento de su sobrina, siendo ella menor, claramente, fue obligada por su padre a asistir.

Pero desde la muerte de este, ni siquiera había pensado en la idea de visitar a su hermana, aunque mantenían constantemente contacto a través de cartas, a ella le gustaba el Valle y La Fortaleza Roja era, simplemente, odiosa con toda esa pompa y brillo.

Al entrar a la Fortaleza su primer encuentro con la realidad fue nada más y nada menos que Daemon Targaryen.

—Pero si es mi querida prima.

— Pero si es el principe Canalla.—Se burló mientras aceptaba su mano para entrar, anunciaron a ambos primos en voz solemne y todos prestaron atención.

Quienes tenían el infortunio de conocer a ambos jóvenes sabían lo caótico que resultaba tenerlos ahí, incluso Viserys, el Rey, se puso de pie de su silla, dejando a su hija con la mirada confundida, antes de acercarse esperando un jaleo tremendo.

— Su majestad.—Dijo al joven Arryn haciendo una reverencia profunda.—Mi sentido pésame.

Viserys la miró con sorpresa.

En Desembarco de Reyes se sabía que la joven era un espectáculo andante y que estuviera guardando la compostura en aquel momento lo hizo sonreír ligeramente.

—Gracias, Prima.

—Hermano, lo lamento tanto —Dijo Daemon antes de abrazarlo con fuerza.

Al separarse el Rey los miro a ambos a la espera de una explicación de porque ambos estaban juntos.

—Nos encontramos en la puerta .—Dejó en claro Daemon.—Lady Arryn vino a presentar sus respetos, Viserys.

El Rey la miró, la joven de diez años que había visto cuando Rhaenyra nació había desaparecido, sin duda se aprecia a su Aemma, la forma de moverse parecía una fantasía y su belleza era inigualable, incluso la forma de sus ojos y el color era el mismo, pero el fuego dentro de ellos le recordó que ella no era su Aemma.

La joven hizo una última reverencia antes de acercarse a la joven que parecía totalmente deshecha, a su lado, una joven de cabello caoba se encontraba sentada perfectamente inmóvil, intentando consolarla.

—Rhaenyra...

La joven Targaryen levantó la mirada, encontrándose con una mujer idéntica a su madre, aunque mucho más joven y esbelta, pronto descubrió que era la mujer que solía llenarla de regalos constantemente.

—Tía...—Dijo con cierto asombro antes de aferrarse a sus brazos.

Finalmente, Rhaenyra sintió como no estaba tan sola después de todo, siempre podía huir al Valle en busca de su sangre.

Viserys las miró desde lejos, anhelante, atónito por la forma en la que Rhaenyra acepto a la joven sin problema.

—Parece que Aemma envió un regalo para Rhaenyra.—Dijo Daemon.

—Sí, solo espero que la ayude un poco, ya sido difícil para ella...

—¿Y tú? ¿Que dices? Tal vez Aemma la envío como regalo para ustedes dos.

Viserys quiso golpear a su hermano, aún así, mientras guardaba silencio su mirada quedó estática en ellas, ambas peliblancas sostenían sus manos mientras Daenys parecía darle palabras de aliento a lo que Rhaenyra asentía.

Algo en su corazón se removió.

Mientras tanto Daenys Arryn miraba como su sobrina sonria con tristeza.

—... entonces tu madre dejo caer la tartaleta al suelo y sin que nadie lo note me ordenó que la recoja del suelo.—Dijo ella con una sonrisa serena.—La dejamos en la mesa y luego el Rey Jaehaerys tomó exactamente esa tarta y se la comió —Amabas evitaron reírse.—Estallamos en risas, fue tanto que incluso Viserys se sorprendió de nuestra falta de decoro.

—Parece que tenemos eso mismo en común.—Dijo con nostalgia.

—Oh, linda, si eres su mismo retrato.—Dijo con cariño.

—Tengo miedo, tía —Dijo en alto Valyrio.— Tengo miedo de perecer de la misma forma que madre.

—Oh, eso no sucederá, ¿Está bien?—Dijo Daenys, aún cuando ese temor era lo que la había detenido de contraer nupcias hasta el momento.— Yo estaré a tu lado siempre, en cada parto, ahí estaré para poder insultar juntas a la partera.

—¿No te irás?

—Por ahora no, aquí estaré para ti, mi dulce dragón.—Beso su cabeza mientras le permitía recostarse en su hombro.

Viserys, a lo lejos, admiró la escena pensando que tal vez tener cerca a la joven no sería tan malo.

Viserys, a lo lejos, admiró la escena pensando que tal vez tener cerca a la joven no sería tan malo

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𝓔𝓵 𝓭𝓻𝓪𝓰ó𝓷 𝓭𝓮 𝓥𝓪𝓵𝓵𝓮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora