Niño de cabello negro

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Alicent Hightower era, sin duda, una hipócrita y ella misma lo sabía. Fue la iniciadora de varios rumores en contra de Rhaenyra y de la Reina Daenys.

Llamaba constantemente bastardos a los gemelos, Maegor y Aegor, a sus espaldas, e incluso inició el rumor de que los hijos de Daenys eran del hermano del Rey, Daemon Targaryen.

De Rhaenyra había dicho una y otra y otra vez que era una promiscua y que sus guardias se la cogían por turno.

No tenía nada que perder, el Rey no la dañaría a menos que quisiera una guerra con su casa, además, los dioses la protegían.

Pero en el momento en que dió a luz supo que estaba jodida.

El niño tenía el cabello oscuro, mucho más que ella, tal vez como su padre, podría tener una excusa por ahí.

Su piel era ligeramente bronceada y sus ojos grises aguraban que ese, definitivamente no era hijo del Rey.

No era como ninguno de los mocosos perfectamente Valyrios de la Reina Campesina.

Ella detuvo a los maestres que estaban listo para dar la noticia.

—¡Llamen a mi padre!

El Maestre enviado por el Rey sonrió hacia ella e hizo una inclinación, su padre ya lo había comprado para su beneficio.

Un suspiro de alivio salió de sus labios hasta que su padre entró a la recamara con una sonrisa.

—Ya envié a buscar un huevo de dragón para mi nieto, dudo mucho que el rey o la reina quieran darselo pero...

Las palabras parecieron atorarse en su garganta cuando vió el pequeño entre los brazos de su hija.

—¡ESTÚPIDA!

—S-se parece a ti... eso diremos, padre.

—¿Crees que el Rey es estúpido? ¿Que se creerá esa historia?—Rió secamente.—¡NOS ASESINARÁ!

—Padre...—Sollozó aferrandose al niño.—Por favor.

—Lo mataremos.—Sentenció.—Asesinaremos al bastardo.

—¿Qué? ¡NO!

—No pretenderás presentarte a la corte con un bastardo.

—Los hijos de la reina, los gemelos, son bastardos.—Dijo con desesperación mientras se ponía de pie dispuesta a defender a su hijo.

—¿ERES ESTÚPIDA? ¡SON HIJOS DEL REY! ¡DEL MISMÍSIMO REY!—La sacudió.—¡Podrás ser su esposa pero si descubren que no es su hijo te matarán sin contemplaciones!

—Padre, ayudame.—Se lanzó a sus pies.—Ayúdame...

—Dame esa criatura.

—¡No! ¡No, por favor!

—Diremos que nació muerto y lo cremaremos de inmediato.—Dijo con resolución.—Nadie sabrá que engendraste un bastardo.

—No, padre, no, por favor...—Rogó desde el suelo, dispuesta a no abandonar lo único que le quedaba del hombre que la amaba.

—Te daré...—Suspiró con enojo.—Solo esta tarde, Alicent, cuando vuelva no habrá forma de que te libres de esto.

El problema fue que Otto no tenía el corazón de asesinar a su propia sangre, empezaron a buscar la forma de hacer que su cabello se vuelva blancuzco, al menos unos mechones, pero nada parecía dar solución.

𝓔𝓵 𝓭𝓻𝓪𝓰ó𝓷 𝓭𝓮 𝓥𝓪𝓵𝓵𝓮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora