Parte sin título 18

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Subí a la motocicleta y me aferré a su espalda, sintiendo el viento azotar mis piernas, aspiraba de su rico aroma que expandía su ropa, cuerpo, todo él. Perdía la mirada en los altos cerros que rodeaban a nuestra hermosa capital, Tuntaqui. Eran tan altos que parecían topar con el cielo. Cuando la neblina bajaba dejaba la ciudad cubierta por completo, si te encontrabas en el cerro Tunqui podías ver una enorme nube sobre la ciudad, solo los altos edificios sobresalían.

Al llegar al edificio donde Adiel se estaba quedando recibió una llamada, la cual contestó porque decía ser importante, y después de esa llamada los planes que teníamos cambiaron.

Se acercó y agarrando entre sus manos mi rostro dijo —Tengo que irme—, suspiró —Te dejaré en tu casa...

—¿Por qué? Íbamos a...

Me abrazó y besó mi cabeza —No es posible—, dijo al inhalar profundo —Tengo que hacer algo y no puedo quedarme.

—¿Qué cosa? ¿puedo ir? — Adiel apretó los labios y volvió a suspirar.

—Donde voy no se permite el ingreso de menores de edad. Además, debes volver a casa, si no llegas a la hora que debes llegar, en tú casa van a empezar a cuestionar dónde estuviste—, mirándome a los ojos, teniendo mi rostro entre sus manos dijo —Que más quisiera yo estar todo el día contigo, llevarte a todas partes dónde voy. Pero no puedo Crys, no podemos, ¿entiendes? —. Asentí. Me dio un beso y me abrazó muy fuerte —¡Te amo! —, lo volvió a decir, me lo hizo saber nuevamente.

—Yo a ti—, sus labios cubrieron mi boca dándome un beso cargado de pasión. Aquellas suaves manos sostenían mi cuello porque todo mi cuerpo parecía gelatina.

—Te llamaré cuando me desocupé—, asentí.

Volvimos a subir a la motocicleta para al fin ir a casa. Al llegar bajé de inmediato, retiré el casco mientras Adiel me miraba por el espejo —¿Qué hay Adiel? —, Jack salió y lo saludó —¿Te quedas al almuerzo? —, entregué el casco a Adiel y me propuse a marchar —¿Por qué no das las gracias? —, dijo mi hermano y me detuve, miré a Adiel con indiferencia y de la misma forma agradecí, luego escapé porque si me quedaba un segundo más ahí, Jack notaría mi nerviosismo.

—No te encerrarás, bajarás que el almuerzo está listo—, dijo mi madre. Fui a la habitación, lancé la mochila en la cama y empecé a sacar mi uniforme, luego me metí a la ducha y bajé la calentura horrenda que tenía.

Una vez vestida bajé para almorzar con mis hermanos y mamá, papá no solía venir —Fla—, pronunció Jack y este rodó los ojos —¿Hiciste lo que te dije? —, Flavio pasó la servilleta por los labios y masculló.

—Ya no soy un niño, mis decisiones las tomo yo, no tú Jack—, mamá le dio un manotazo —Dile a tu hijo que no se meta en mi vida porque no lo voy a tolerar. Yo veo con quién salgo y con quién no.

—Esa mujer es mucho mayor para ti, unos años más y te dobla en edad—, al escuchar eso casi me atoro —Habiendo tantas jóvenes en este país, tú vas y te encaprichas con una que ya tiene más de dos hijos. ¿No te das cuenta de que te estás tirando toda una familia encima?

—¿Y? ¿cuál es tu rollo? ¡Es conmigo que va a vivir, soy yo el que va a mantener a sus hijos, no tú! —La mandíbula de Jack se tensó y aquella mirada fue de terror.

—Fla, tu hermano solo te está haciendo...

—¡Discúlpame mamá! —, se levantó —Pero ya estoy lo suficientemente grande como para que Jack quiera meterse en mi vida. No voy a tolerar que decidan lo que es bueno para mí o no. Si me estrello déjenme, así he de aprender. Jack, si no tienes una vida cómprate una y a mi déjame en paz—, lanzó la servilleta sobre la mesa y se marchó.

Xime aclaró la garganta y yo, pues yo me quedé pensando en Adiel. Jack suspiró y continúo comiendo —Se aprovechará de él, ya lo verás mamá.

—¿Y cuántos años tiene la novia de Fla? —, pregunté algo nerviosa.

—Treinta y siete.

Caray, sí que era mayor para Fla, aunque solo hacía diferencia tres años más de los que me llevaba Adiel.

Joder, si quieren intervenir en la relación de mi hermano que ya es mayor y que solo le faltan cuatro años para culminar su carrera, no quiero ni imaginarme lo que harán en la mía.

Después de terminar el almuerzo subí a la habitación de mi hermano, al abrir la puerta estaba acostado en la cama con el control en mano buscando algo en la televisión —¿Qué quieres pecosa?

—Hablar—, me acosté boca abajo.

—¿Sobre qué?

—Sobre tu novia, ¿piensas casarte aun cuando la familia no la quiere?

—Algún día tendrán que aceptarla. Y si no lo hacen, no me importa, yo no dejaré mi felicidad por complacerlos—, suspiró y aconsejó —Uno debe luchar por lo que quiere Crys, aun cuando el mundo entero esté en tu contra.

—¿Y si no puedes luchar? Ejemplo yo, siendo menor de edad no puedo ir contra Jack y mamá.

—Pero puedes contar conmigo, con Xime, incluso con papá. Ya sabes que él desciende de una familia la cual luchó para cambiar las reformas de este país. Nadie, escucha bien Crys, nadie puede obligarte hacer lo que no quieres.

—¿Siempre me apoyarás, Fla?

—Siempre.

Sonreí y me empujé un poco más y lo abracé, agradecí por el momento que me dio y salí, fui hasta la habitación me lancé a la cama, me puse a chatear con Cleo, también revisé los mensajes de Will que se disculpaba por lo que había hecho.

Dejando a un lado el celular me puse a estudiar, mañana si tenía cuatro exámenes y debía estudiar mucho. Al menos hasta que Adiel me escribiera, o me llamara.

Lo hizo en la noche, me envió unos lindos mensaje, después de leerlos lo llamé, me abrió la llamada, pero estaba a oscuras.

—¿No hay luz?

—Si, solo que ya iba a dormir.

—¡Quiero verte! —, dije al suspirar —¿Puedes encender la luz? —, suspiró gruesamente y procedió a encenderla.

Mordí el labio al verlo, todo lindo y hermoso detrás de esa pantalla, pero había algo en su rostro que trataba de ocultarme, eran sus ojos.

—¿Lloraste? —, sonrió.

—¿Por qué lloraría?

—No sé, quizás por mí.

—No me has dado motivo para llorar—, infló sus pulmones —No he llorado, solo que mis ojos se ven así.

—Muy malo para mentir profesor—, estuvimos hablando hasta la media noche. Aunque el negó haber llorado sabía que mentía, sus ojos estaban irritados e hinchados.

Yo conocía perfectamente los ojos después de llorar, pues pasé mucho tiempo mirándome en el espejo después de haber llorado por horas y horas, y siempre quedaban como los tenía Adiel.

Al día siguiente, me coloqué el uniforme de deportes y salí de casa. Al llegar me reuní con Will, pasamos por la oficina, no quería mirar hacia el interior, pero la vista me llevó hacia allá, y lo que vieron mis ojos no podía creerlo, era ella, ¿qué hacía en el instituto? ¿acaso había regresado?

Profesor AdielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora