Parte sin título 15

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En esta vez me besó con más deseo, afán, ganas, cosa que sentí la humedad correr por mis bragas y mi centro palpitar con gran ímpetu, más cuando sentí el bulto debajo de mis piernas incrementarse.

Tras soltar mis labios, Adiel respiró agitadamente y yo también, nos miramos fijamente, mis labios ardían, pero quería más, quería seguir probando del néctar de sus labios, aquellos labios que eran tan apetitivos cómo los había soñado.

Mirándome fijamente pasó una de sus manos por mi frente y apartó el mechón que había dejado suelto —¿Desde cuándo? —, preguntó, rodó su dedo pulgar por mi rostro y lo detuvo en mis labios, separó el inferior del superior, acercó a los suyos y entre sus perfectos dientes agarró el inferior.

Antes de soltarlo arremetió contra mi boca, introduciendo su lengua para profundizar un tercer beso que me hizo soltar un gemido cuando ya me quedaba sin aliento.

Mi pecho sonaba como parlante de discoteca, y mis piernas se ajustaban cada segundo porque la calentura que invadió mi centro estaba provocando una corriente desde este hasta mi vientre.

—Desde que lo vi—, dije mientras me aferraba a su cuerpo y respiraba gruesamente por su cuello y oído.

—Solo eras una niña—, me obligó a mirarlo —Aun lo eres—, musitó.

Negué y lo besé, no quería que hablara, no quería que continuara diciendo que era una niña, porque yo no me sentía así.

—¡Crys! —, susurró —Aun soy un hombre casado—, eso sí me dolió, pero cuando recordé la discusión de él y su esposa me animé a decir.

—Pero dijo que se divorciaría—, le miré a los ojos, quería ver la sinceridad reflejada en ellos.

—Estoy en eso, pero...

—¿Pero hay alguien más? —, sonrió y humedeció sus labios para el segundo siguiente hablar.

—Ese alguien, Crys. Esa otra mujer, eres tú, desde hace algunos meses has sido tú, mi niña hermosa. Siempre fuiste tú, tú y nadie más que tú—, ¿Yo? ¿Siempre fui yo? —No sé cómo sucedió, ni en qué momento pasó—, frunció el entrecejo —Simplemente apareciste cada noche en mis sueños. Te convertiste en mi ansiedad, un día sin verte era amargo como el café. Despertaste algo que no pude controlar, y por eso estoy aquí.

—¿Y por qué no decirlo? ¿Por qué callarlo? No sabe cuánto soñé este momento, no se imagina cuánto he llorado...

—Crys—, hablaba tan suave que estremecía cada arteria de mi cuerpo —No te das cuenta, no es fácil. Eres la hermana de mi mejor amigo, soy un hombre casado, sobre todo, tu profesor, y mucho mayor para ti.

—Jack no dirá nada—, volvió a sonreír y agarrando mi rostro entre sus manos me acercó a sus labios.

—Que inocente eres mi niña. Parece que no lo conoces. Él jamás aceptará que esté contigo.

—Es su mejor amigo.

—Por lo mismo. Jack me quiere como su amigo, y no como su cuñado.

—Cuando sea mayor de edad, ni Jack ni mis padres podrán meterse en mi vida.

—¿Y hasta mientras? ¿Qué hago hasta que puedas tomar tus propias decisiones sin que nadie más las tome por ti? Para eso faltan dos años.

—No se lo diremos.

—Puedo perder a mi único amigo—, lo dijo como si Jack fuera lo único que tuviera en la vida.

—Si no lo saben hasta que cumpla la mayoría de edad, no perderá su amistad—, sonrió de medio lado.

Profesor AdielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora