Parte sin título 6

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—Bueno, yo me retiro, los dejo para que continúen.

—Gracias Mami—. Mamá me sacó la lengua y se fue. Adiel posó el vaso en la charola y volvió a explicarme. En esta vez puse más atención y algo se me quedó.

—¿Seguro entendió?

—Si.

—Cualquiera cosa si no entiende puede escribirme y preguntar.

—Para que me deje en visto— musité sobre bajo, pero llegó a sus oídos y sonrió.

—En serio, no fue mi intensión. Cuando llegó su mensaje estaba por ingresar a la ducha. Y ya luego me ocupé en otras cosas y no pude responder.

—Profesor, en serio, no tiene que darme explicaciones.

—Ok, solo quería que supieras que no fue mi intensión dejarte en visto.

Sonreí y Asentí.

—Ahora ya me trata de tú.

Él sonrió y se vio tan hermoso, como un Dios griegos, como un príncipe de esas películas, pero inalcanzable para una plebeya como yo.

—¿Cómo quiere que le diga?

Bajé la mirada y apretando mis labios dije.

—Me gusta... señorita Bruce.

Volvió a sonreír y colocó su brazo sobre el espaldar del sillón, sus ojos negros me miraban fijamente lo que me hizo bajar la mirada.

—Me gustaría que fueras como antes, así como esa niña que sonreía y no se despegaba de nosotros— le escuché suspirar y le regresé a ver. Su mano agarró mi cabello y lo colocó tras mi oreja. Joder, que me bese, pedía en mis adentros. No, Adiel no iba hacer eso, el no sentía absolutamente nada por mí, más que solo cariño.

—Ya no soy una niña—, dije en un susurro al sentir sus dedos acariciando mi cutis.

—Lo es, señorita Bruce—, dijo al bajar su mirada a mis labios —Sigue siendo una hermosa niña, pero más grande—. Culminó y se alejó. Agachó la cabeza y soltó un suspiro —¿Qué estoy haciendo? — Dijo sobre bajo y con ambas manos cubrió su rostro.

—¿Es feliz profesor, Adiel?

No sé ni porque pregunté eso, joder, quería que la tierra me tragara y me escupiera en otro lugar. Más cuando giró su rostro y me miró con el ceño fruncido. No pude continuar ahí, tomé el cuaderno y salí disparada, llegué hasta mi cama y me lancé ahí.

"Tonta Crys, eres estúpida". Reproché mientras apretaba la almohada. Cuando la puerta se abrió limpié las lágrimas.

—Pecosita, ¿quieres acompañarnos a dar una vuelta?

—No. Tengo mucha tarea—, dije con la voz quebrada.

—¿Estás enferma? — cuestionó al acercarse.

—No te acerques Jack, quiero estar sola. ¡Por favor vete!

—Pero ¿Por qué?

—Jack sal de mi habitación— grité y lo saqué a empujones. Seguido cerré la puerta y me lancé sobre la cama. Varias lágrimas rodaron de mis ojos, que puto dolor sentía dentro, era terrible no poder gritar y contarle al mundo cuánto amaba a mi profesor Adiel.

Eran estos días en los que deseaba ser mayor de edad y tener su misma edad, haberlo conocido antes y ser yo su esposa. Se que soy una maldita pecadora por pensar en el hombre ajeno, pero joder, es que no puedo con esto. ¡Dios, ayúdame! Quiero sacarme del pecho Adiel, quiero que en mi vida aparezca alguien que me ayude a olvidarlo. Aquella noche lloré como nunca, pero en silencio, que nadie me escuchara, porque lo que menos quería era dar explicaciones.

Profesor AdielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora