¡★! nineteen

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–Philza, abrázame– exigió el menor con voz autoritaria, y el alfa en modo automático lo rodeo con sus brazos dejando que ambos pechos estuvieran aún más pegados.

La imagen era comprometedora, Missa mantenía sus piernas a cada lado de la cadera de Philza en cuanto su torso entero estaba recostado en el pecho del mayor, al igual que su cabeza, que estaba muy cerca de hundirse en el hueco de su cuello, su respiración se sentía caliente justo allí, causándole cosquilleos a su esposo, que luchaba por mantener sus manos sobre su espalda, dando suaves caricias que el omega parecía amar, delicados toques lejos de una connotación sexual, porque eso no era lo que Missa estaba buscando.

A solo días días que el celo de su esposo se manifestará con todo su esplendor se encontraban en una fase que el alfa decidió nombrar como "pre celo", porque siempre sucedía, no tenia idea si otros omegas pasaban por lo mismo, pero Missa definitivamente si, eran días donde solo quería ser mimado, que lo tratarán de forma suave y con delicadeza, entonces Philza no podía negarse a ello, porque aunque muchas veces se quejara, el adoraba ser participe de esta fase, llenarlo de pequeños besos y caricias, atender sus tontos berrinches y satisfacer sus caprichos.

–¿Estás cómodo?– preguntó el mayor, esperando que dijera que no, porque el definitivamente no lo estaba.

Amaba mimarlo, si, pero esa no era la posición correcta, las cosas podían salirse de control y no necesitaba a Missa enojado, unos meses atrás cometió el error de pensar que el omega querría llevar las cosas más lejos, pero estaba tan equivocado... terminó con su esposo llorando, diciéndole que era un insensible por solo pensar en el como un objeto de placer y no como un esposo al cual consentir; desde allí supo que el solo quería sentirse amado en esos días previos, no deseado como cuando estaba en pleno celo.

–Sip– respondió bastante seguro, sin pensarlo dos veces –¿Quién dijo que pararas con las caricias?

El mayor rodó los ojos pero no replicó, continuando con las caricias del inicio de su espalda a la espalda baja, todavia no tenía permitido ir más abajo, la respuesta de Missa fue inmediata, suspirando complacido, tanto que sus feromas comenzaron a llenar la habitación con su dulce aroma, relajando a su vez a Philza, su parte alfa se rendía totalmente ante el aroma de su omega, por lo tanto era una acción que les agradaba a los dos.

Todo parecía ir bien, estaban acurrucados proporcionandose calor mutuamente y dándose cursis muestras de afecto, pero cuando de la nada el pecho de Missa comenzó a subir y bajar con rapidez y tambien empezo a sorber su nariz con bastante continuidad, Philza entendió que las hormonas alteradas de su esposo comenzarían a actuar.

–¿Ahora que sucedió?– farfulló con amabilidad, buscando el rostro de su esposo, pasando de acariciar su espalda a acariciar sus suaves cabellos.

Su omega hipo, dejandole ver su rostro con rosadas mejillas y nariz, Dios era tan adorable, pero no era momento de pensar eso, el menor estaba pasando por una loca lucha hormonal.

–Es que e-eres hermoso– gimoteo como si de un gran problema se tratase.

Philza no sabía si reírse o tomarlo en serio, pero al notar algunas lágrimas descender de sus cristalizados ojos supo que las hormonas no estaban en juego.

Les gustaba mucho jugar con la psicología de su esposo ¿verdad?

–Lo sé, ¿pero que sucede con eso?– insistió el mayor.

Missa lo miro con seriedad, como si estuviera haciendo una pregunta totalmente estúpida que no merecía respuesta.

–Que todos lo notan– siguió comentando entre hipidos –Como la estúpida del supermercado, querrán arrancarte de mis brazos.

¿Su esposo de verdad estaba llorando por eso? Rió bajito tratando de no ser escuchado por el menor, a partir de ahora los días antes del celo serían sus favoritos.

Si tan solo el supiera que no tenía ojos para nadie más, ni los tendría nunca porque jamás vería a alguien como lo veía a el, como el hombre que amaba, el papá de su bebé y su amante eterno, no había manera de que alguien lo arrancará de sus brazos.

–Me recuerda a cuando estabas embarazado– murmuró, guiando sus labios hasta la frente despejada del otro para dejar un dulce besito sobre esta, pero Missa contestó con un sollozo, alarmándolo un poco –Cariño no pasa nada, nadie va llevarme de tus brazos.

El chico asintió enterrando su nariz en el cuello del alfa, llenándose con su aroma varonil y con efectos calmantes, sus brazos se movieron  hasta el cuello contrario para abrazarlo, Philza no podía decir que la posición era cómoda, pero le gustaba tanto tenerlo así, no eran muy seguidos los momentos que tenían para estar encima del otro como ahora, de disfrutar plenamente del otro en plan amoroso.

–¿Y yo soy hermoso?– inquirió con su voz siendo amortiguada por la piel del cuello del alfa.

–Te llevas un perfecto segundo lugar– bromeo el mayor.

Missa levantó su cabeza para mirarlo con seriedad nuevamente, Philza no aguanto soltando una de sus risas contagiosas y con uno de sus dedos dio un toque en su nariz roja por el llanto innecesario.

–Eres el más precioso– finalmente comento, remplazando el semblante serio de su omega por una radiante sonrisa, porque era lo que realmente quería escuchar.

El omega se acercó lentamente a su rostro, con toda la intención de unir sus labios con los contrarios juntándose como siempre solían hacerlo, no tardaron en moverse en sintonia, las manos de Philza no tardaron en moverse hacia su cintura, apretando justo ahí, sin dejar de buscar más y más en los labios de su amada, el jadeo complacido de Missa le dio pase libre para tomarlo con más fuerza para recostarlo sobre el colchón de su cama y siendo esta vez él, el que ocupará la posición arriba del menor.

Sus labios pasaron de su boca hacia su mentón, y subieron  hacia sus mejillas, nariz y párpados, no haría nada que el otra no quisiera, pero las manos del omega paseándose por su espalda le daban otra señal.

Pero nunca nada fue tan fácil para una pareja con un bebé, porque en ese preciso instante el sollozo de su cachorro llegó hasta sus oídos, siendo como una alarma que los obligaba a separarse.

–Mi bebé– dijo de repente el omega, empujando a su esposo lejos de el, botándolo para que su espalda tocara también el suave colchón.

Philza se quejo en voz alta, inconforme con tener que despegarse del omega.

–Déjalo llorar– pidió entre falsos sollozos que no fueron escuchados, pues Missa ya se había levantado yendo al rescate de su bebé.

El alfa se preguntaba, ¿acaso su hijo odiaba que estuviera total feliz encima de su esposo? Porque podía jurar que así era.

Poco después Missa entró con el cachorro en brazos, apenas podía abrir sus lindos ojitos, pero podía notar el regocijo que la situación le causaba en su adorable sonrisa de cuatro pequeñísimos dientes de leche.

"uhm, aquí huele como a diversión  arruinada"

Baby thoughts || DeathduoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora