Capítulo 1: Noticia.
Nora.
El sol se alzaba perezosamente sobre las colinas, disipando las sombras nocturnas y tiñendo el cielo con tonos cálidos y dorados. Era una mañana como cualquier otra en mi apacible pueblo, donde las calles aún dormitaban bajo el silencio matutino.
Desperté lentamente, apartando las suaves sábanas que cubrían mi rostro adormilado, sintiendo el frescor matutino acariciar mi piel.
Con un suspiro, me incorporé en la cama y me estiré, disfrutando del placer de la pereza que aún me envolvía. Sabía que era hora de levantarme, así que con un esfuerzo mínimo, me deslicé fuera de la cama y me dirigí hacia la puerta de mi habitación.
Al abrir la puerta, el sonido alegre de las risas de mis hermanos, Ale y Emma, inundó el pasillo. Me pregunté cómo podían tener tanta energía tan temprano en la mañana, pero su contagioso entusiasmo me sacó una sonrisa.
Descendí las escaleras perezosamente con paso tranquilo, disfrutando del crujido familiar de los escalones bajo mis pies. Al llegar a la cocina, el aroma tentador del desayuno recién preparado llenó mis sentidos. Mi madre estaba ocupada en la cocina, moviéndose con gracia mientras preparaba los platos para mis hermanos y para mí.
─Buenos días, cariño. ¿Has dormido bien? ─me saludó, su voz cálida y acogedora.
─Como un tronco, apenas tengo ganas de salir de casa ─respondí con una sonrisa, agradecida por su preocupación.
─Venga, hay que espabilar que hoy es lunes ─se acercó a mí con una taza de Colacao y un plato con mi desayuno ya listo.
─Gracias, mamá ─le di un beso en la mejilla, antes de que se retirara de la cocina para ocuparse de mis hermanos y del resto de las tareas del hogar.
Me senté a la mesa, saboreando cada bocado de mi desayuno mientras que mis pensamientos hundían mi mente, pero ese momento fue interrumpido por la voz de mi padre que entraba en la cocina con Emma sentada en sus hombros.
─¿Ya despierta? ─me sonrió con complicidad mientras depositaba a Emma en una silla junto a mí.
─Sí, ya estoy aquí, aunque mi mente aún está medio dormida ─respondí con una sonrisa.
Mi papá iba a responder pero justo fue interrumpido por la voz de mi madre.
─¡Manuel, devuelveme a la niña que quiero cambiarle la ropa!
Mi padre, como de costumbre, rodó los ojos mientras bromeaba, y luego levantó a Emma de nuevo, lo que nos hizo reír a ambas.
Al volver a mirar hacia mi plato, noté que ya había terminado de desayunar. Me levanté y regresé arriba a mi habitación para cambiarme. Una vez allí, elegí un conjunto que encontré en mi armario y me lo puse.
Después de lavarme los dientes, rocié un poco de mi perfume favorito antes de salir de la habitación. Bajé las escaleras y me despedí de mis padres con un beso en la mejilla, y de mis hermanos con un rápido abrazo.
Al atravesar la puerta, una suave brisa acarició mi rostro, haciendo que una sonrisa se formara naturalmente en mis labios.
Mis pasos resonaban suavemente mientras me dirigía hacia el trabajo en el periódico local.
Absorta en mis propios pensamientos, disfrutaba del fresco aire matutino cuando divisé a lo lejos la figura conocida de Andrea, mi compañera de trabajo y amiga desde la infancia, esperándome en la esquina de la calle principal.